En las últimas décadas, la obesidad se ha convertido en una de las mayores crisis de salud pública a nivel mundial. Este problema, que afecta a más de mil millones de personas en todo el planeta, se ha triplicado su prevalencia en adultos desde 1990, y también ha cuadruplicado las tasas de obesidad infantil en el mismo período. Este crecimiento exponencial ha superado incluso el impacto global de la pandemia del COVID-19, lo que revela una crisis sanitaria que aún no ha sido controlada por ningún país.
La discusión sobre la obesidad y sus causantes ha sido protagonista de numerosos estudios y reportajes a lo largo del tiempo. Richard Johnson, un educador, investigador y profesor de medicina, explicó en The Conversation que “en el complejo rompecabezas de la obesidad, se ha hablado relativamente poco de dos factores importantes: la falta de hidratación y el consumo excesivo de sal”.
Según este especialista del Campus Médico Anschutz de la Universidad de Colorado, la falta de hidratación puede jugar un papel crucial en la contribución al exceso de peso. Johnson enfatiza que “la mayoría de las personas con sobrepeso u obesidad no beben suficiente agua”, y es mucho más probable que estén deshidratadas que las personas delgadas. Este fenómeno va acompañado de niveles elevados de vasopresina, una hormona que ayuda a los riñones a retener agua, pero que también podría estimular la producción de grasa.
La deshidratación, incrementada por el consumo de alimentos salados, se ve reflejada en comportamientos alimentarios humanos modernos. Según el experto, la sal induce un estado de deshidratación, lo que favorece la conversión de almidón en fructosa, un azúcar que puede provocar el almacenamiento de grasa.
El experto ha destacado cómo la fructosa, cuando se consume en exceso, puede ser problemática para la salud. “La ingesta de azúcares y el jarabe de maíz, con alto contenido de fructosa, representa aproximadamente el 15% de las calorías de la dieta estadounidense promedio”, aseguró Johnson a The Conversation. Estos azúcares elevan la tendencia a comer más, lo que puede conducir al aumento de peso y prediabetes.
Un estudio en la revista británica, The Lancet, revela cifras alarmantes: entre 1990 y 2022, la prevalencia de obesidad en niños se ha cuadruplicado y en adultos casi se ha triplicado. El estudio destaca: “La obesidad ya afecta a más de mil millones de personas en todo el mundo”. Estas cifras subrayan una crisis mundial que supera incluso a la pandemia del COVID-19.
El informe de The Lancet muestra que algunos países han logrado reducir la desnutrición, como resultado de mejores condiciones de vida y desarrollo económico. Sin embargo, “ningún país del mundo ha conseguido reducir la obesidad”, afirma la publicación, reflejando una tendencia preocupante que debe ser abordada con urgencia.
La dependencia a los alimentos ultraprocesados y la permanencia en actividades sedentarias son mencionados como factores contribuyentes. Fernando Rodríguez Artalejo, catedrático de Salud Pública de Madrid, señala que el estudio “apunta al aumento de comida barata ultraprocesada en un contexto que facilita que se pueda comer a todas horas”.
El artículo también menciona casos específicos, como el de España, donde se observa una disminución leve. “Estamos viendo una enorme epidemia de obesidad que estamos empezando a controlar, pero no estamos mejor que hace 30 años”, añade Rodríguez Artalejo.
Johnson recomienda beber ocho vasos grandes de agua al día y reducir la sal en la dieta para combatir la obesidad. Sin embargo, el especialista advirtió: “Suplementar con cantidades mayores puede llevar a una ‘intoxicación hídrica’”, por lo que consultar con un médico es crucial.