El cloruro de sodio, comúnmente conocido como sal, es un compuesto mineral presente en la naturaleza. Su composición aproximada es 40% de sodio y 60% de cloro. Forma parte esencial de la sal de mesa que consumimos diariamente.
En cantidades moderadas, la sal aporta beneficios. Sin embargo, la mayoría de las poblaciones a nivel mundial exceden ampliamente la ingesta diaria recomendada por la Organización Mundial de la Salud. Este consumo excesivo conlleva graves consecuencias, y se estima que causa 1,89 millones de muertes anuales.
Reducir la ingesta excesiva de sodio disminuye el riesgo de padecer hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares como infartos y accidentes cerebrovasculares.
Consumo de sal elevado provoca hipertensión, infartos y accidentes cerebrovasculares (Imagen Ilustrativa Infobae)
En los alimentos, la sal cumple múltiples funciones además de aportar sabor: realza el gusto de otros ingredientes, contribuye a la conservación y seguridad alimentaria, y mejora la textura y estabilidad de los preparados. Según la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) , la sal también modula la percepción de sabores amargos, dulces, ácidos y umami, presente en productos como la salsa de soya o las anchoas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que el consumo diario de sodio no debería exceder los 2.000 miligramos, equivalentes a menos de 5 gramos de sal común, una cantidad apenas inferior a una cucharadita rasa.
En el caso de niños de 2 a 15 años, se recomienda ajustar esta dosis a la baja en función de sus necesidades energéticas. Esta recomendación no aplica durante los primeros 6 meses de vida, periodo de lactancia materna exclusiva, ni en la etapa de alimentación complementaria que va de los 6 a los 24 meses.
La sal realza sabores, contribuye a la conservación y seguridad alimentaria (Imagen Ilustrativa Infobae)
La OMS enfatiza la importancia de consumir sal yodada o fortificada con yodo, un nutriente esencial para el desarrollo cerebral del feto y del infante, así como para optimizar las funciones cognitivas en todas las etapas de la vida.
Muchas veces ingerimos sodio sin darnos cuenta, no solo el consumo es por sal. “Generalmente el sodio se encuentra oculto en alimentos ultraprocesados, panificados, fiambres embutidos, quesos duros, sopas preparadas. Por eso, hay que evitar el consumo excesivo de esos productos”, afirmó la nutricionista Cecilia Martinelli, coordinadora del comité científico de la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas (AADYND) y docente de la carrera de Nutrición de la Universidad de Belgrano.
Se estima que el consumo excesivo de sodio causa 1,89 millones de muertes anuales (Imagen Ilustrativa Infobae)
Para reducir la ingesta de sal, Martinelli recomendó cocinar sin añadirla, probar los platos antes de salarlos y reemplazarla por especias como nuez moscada, orégano, pimienta y laurel. También sugiere leer los rótulos nutricionales para identificar alimentos con alto contenido de sodio y aumentar el consumo de frutas y verduras ricas en potasio.
Moderar el consumo de sal es una medida económica con grandes beneficios para la salud pública. Según la agencia sanitaria de las Naciones Unidas, reducir la ingesta de sodio disminuye de forma efectiva el riesgo de padecer enfermedades crónicas no transmisibles. Programas de bajo costo orientados a limitar el sodio en la dieta pueden prevenir numerosas defunciones y complicaciones cardiovasculares en la población.
Nutricionista Martinelli: evitar alimentos ultraprocesados, panificados, fiambres embutidos y sopas preparadas (Getty Images)
“El organismo humano necesita sodio para regular fluidos, participa en la conducción de impulsos nerviosos, ayuda en la relajación y contracción muscular, entre otras funciones. Para eso, se necesita una cantidad muy baja de sodio, que equivale a medio gramo de sal por día”, agregó la especialista.
El consumo elevado de sodio (más de 2 gramos por día o 5 gramos de sal) aumenta la presión arterial tanto en las personas sanas o en las ya diagnosticadas con hipertensión. Además, aumenta el riesgo de osteoporosis, cáncer gástrico, afecciones renales, enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares.