Los únicos tratamientos aprobados para tratar el alzhéimer son medicamentos con una eficacia limitada y un riesgo de efectos secundarios graves, a veces mortales. Por eso los científicos buscan terapias —especialmente las que no implican medicamentos— que puedan frenar la enfermedad.
Una terapia experimental puede ralentizar la progresión de los síntomas, según sugiere un pequeño estudio preliminar. Utilizando un dispositivo de estimulación magnética transcraneal (TMS), que se usa con frecuencia para tratar la depresión y otras enfermedades mentales de forma segura, los investigadores pudieron dirigirse a una red cerebral clave que está involucrada en el almacenamiento de recuerdos y que suele verse muy afectada por la enfermedad, según el informe presentado el jueves en la reunión de Ensayos Clínicos en la Enfermedad de Alzhéimer en Madrid.
Los investigadores descubrieron que cuando el dispositivo se dirigía al punto correcto del cerebro, podía ralentizar el desarrollo de síntomas, como la pérdida de memoria, en comparación con un tratamiento inactivo.
En el alzhéimer, las neuronas comienzan a funcionar mal, lo que conduce a los síntomas de la pérdida de memoria. Investigaciones anteriores han indicado que la acumulación de dos proteínas aberrantes, beta-amiloide y tau, dañan la capacidad de las neuronas de formar nuevas conexiones y mantener las existentes, explicó el doctor Giacomo Koch, profesor de fisiología humana en la Universidad de Ferrara y uno de los cofundadores de Sinaptica, la compañía con sede en Cambridge, Massachusetts, que actualmente desarrolla la terapia.
“El objetivo es restaurar las conexiones entre las neuronas mejorando la actividad en ciertas áreas relevantes para la enfermedad”, señaló Koch en una entrevista por Zoom con nuestra cadena hermana NBC News. “Esta terapia es como un entrenamiento para las neuronas”.
La idea es que, así como el ejercicio fortalece los músculos, las señales eléctricas generadas por la EMT podrían mejorar la capacidad de las neuronas para establecer conexiones entre sí.
Alrededor de 6.9 millones de personas padecen alzhéimer en Estados Unidos. Ese número podría llegar a 13.8 millones para 2060, según la Asociación de Alzhéimer.
El nuevo estudio, un ensayo clínico de fase 2, incluyó inicialmente a 32 voluntarios con alzhéimer de entre 56 y 88 años, a quienes se les hizo un seguimiento durante 52 semanas. Dieciséis de los participantes que recibieron el tratamiento eran mujeres.
Al principio, los investigadores determinaron el punto exacto en la red neuronal por defecto del cerebro, que está involucrada en el almacenamiento de recuerdos de eventos de la vida, que se beneficiaría más de la estimulación eléctrica mediante el uso de la EMT para “alertar» varios sitios. Cuando la electricidad activaba el punto correcto, se propagaba una señal a través de la red, como las ondas que se ven cuando se arroja una piedra a un cuerpo de agua.
Después, 18 de los voluntarios recibieron sesiones semanales de 20 minutos con el TMS, mientras que 14 recibieron los llamados tratamientos simulados, en los que los participantes eran tratados como si estuvieran recibiendo terapia TMS, pero sin encender el dispositivo, para descartar el efecto placebo. El dispositivo TMS fue crucial para la investigación porque permitía generar señales eléctricas en el cerebro sin ninguna sensación.
“Sería casi imposible utilizar una corriente eléctrica porque sería muy doloroso”, señaló Koch. “En este caso, podemos utilizar campos magnéticos muy potentes, que son muy bien tolerados y seguros para inducir fuertes corrientes eléctricas en el cerebro”.
Los efectos secundarios fueron bastante poco comunes e incluyeron dolores de cabeza leves, molestias en la piel y dolor de cuello.
Cuando se compararon los dos grupos utilizando pruebas cognitivas estándar, los investigadores descubrieron que los pacientes que recibieron terapia TMS tuvieron una tasa de empeoramiento de los síntomas un 44% más lenta.
Para ponerlo en perspectiva, se ha demostrado que dos de los medicamentos más nuevos, lecanemab y donanemab, reducen moderadamente el deterioro de la memoria y las capacidades de pensamiento: un 27.1% y un 22.3%, respectivamente. Los tratamientos son infusiones de anticuerpos monoclonales que se administran cada dos o cuatro semanas y son costosos: entre 26,500 y 32,000 dólares por paciente al año. Ambos están asociados con un mayor riesgo de hinchazón cerebral y microhemorragias.
Además, durante el ensayo de TMS de un año de duración, los participantes que recibieron el tratamiento experimental mostraron un deterioro menor en sus capacidades para realizar las actividades de la vida diaria. “Eso es importante no sólo para el paciente, sino también para los cuidadores”, dijo Koch.
Koch y sus colegas están planeando actualmente un ensayo de fase 3, que sería necesario para la aprobación de la Administración de Medicamentos y Alimentos (la FDA).
La doctora Irina Skylar-Scott, neuróloga cognitiva y profesora clínica adjunta en el Centro de Trastornos de la Memoria de la Universidad de Stanford, consideró que el procedimiento en el estudio es prometedor. “Como campo, todos estamos entusiasmados con los nuevos mecanismos y los nuevos objetivos fisiopatológicos”.
Sin embargo, la investigación tiene limitaciones importantes. El tamaño del ensayo es pequeño y sólo se realizó en un lugar.
“El próximo paso es realizar un ensayo de fase 3 en varios centros para ver si esto da frutos”, agregó Skylar-Scott, quien no participó en la investigación. “Si funciona, será muy emocionante”.
Los hallazgos son “muy, muy preliminares”, señaló el doctor Lawrence Honig, profesor de neurología en el Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia. “A primera vista, si se observan los números, funcionó mejor en varias escalas en comparación con el tratamiento simulado, lo cual es bueno. Pero como en cualquier estudio, el diablo está en los detalles”.
Honig agregó que se trata de un estudio pequeño y de un solo centro. “Un ensayo multicéntrico ofrecería un poco más de esperanza de generalización”, dijo, lo que significa que podría aplicarse a un grupo más amplio de personas. Honig no participó en el nuevo estudio.
A Honig también le gustaría ver mediciones de biomarcadores en un estudio futuro, como análisis de sangre y escáneres cerebrales para determinar si hay mejoras reales en la enfermedad, demostradas, por ejemplo, por reducciones en tau y/o amiloide en el cerebro, junto con la reducción de los síntomas.
En cuanto a lo que les diría a sus pacientes: “En base a estos resultados, no se puede decir mucho sobre la utilidad de estos tratamientos”.
La idea detrás de la nueva investigación “es muy interesante”, aunque limitada por el pequeño número de pacientes, dijo el doctor Ryan Darby, profesor adjunto de neurología y director de la clínica de demencia frontotemporal en el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt.
Otro problema: todavía no está claro si este método será fácilmente adoptado por otros centros, señaló Darby, quien no participó en la investigación sobre TMS. “Pero creo que los resultados son emocionantes y vale la pena investigarlos”.