He vuelto a leer el maravilloso libro «SAPIENS, Una breve historia de la humanidad» de Yuvel Noah Harari, y me vienen a la mente estos pensamientos y reflexiones.
Su crónica de las extinciones masivas provocadas por nuestra especie es, estremecedora. Según el relato de Harari, el sapiens exterminó, en primer lugar, al neandertal y a los mamuts. La maldad con la que los sapiens han sometido al ganado, a los cerdos, a las gallinas y a muchos otros animales, ¡me repugna!
Continuando con otros capítulos de SAPIENS, todo indica que la maldad ha sido endémica en los humanos durante cientos de miles de años. Por lo tanto, es lógico imaginar que con la posible extinción del sapiens, la
bondad reinaría en la Tierra. Por supuesto, existiría la necesidad de sobrevivir, entre los animales que poblarían exclusivamente el planeta, pero no sería con ese halo de maldad que caracteriza a los sapiens.
Soy consciente de la existencia de personas extremadamente malvadas. Cuando era joven me costaba creer que existiera la maldad pura, pero desde hace décadas veo ejemplares de una perversidad difícil de creer. Hay hombres y mujeres que se presentan como generosos y de corazón noble pero que no han hecho más que aportar envidia, división y pillaje. Han sometido a sus hijos y nietos a estos comportamientos y son incapaces de admitir ninguna culpa o responsabilidad. Justifican sus acciones violentas con argumentos forzados. Han sido capaces de una crueldad extrema hacia las personas que perciben como una amenaza para su territorio y sus intereses. Hay otros que culpan a los demás de los actos corruptos que ellos mismos cometen y, cuando son descubiertos, simplemente se encogen de hombros.
Ser una buena persona es una decisión que requiere compromiso y una continua autoconciencia. Es una forma de identificar las compulsiones contradictorias que son inherentes en muchos de nosotros. La empatía
es un gran don porque la bondad es la mayor y más compleja expresión de la belleza.
No hay experiencia más poderosa y reconfortante que dar felicidad y ser útil a los demás. Ese, es el mayor de los poderes.