«La paz no consiste en algo que se produce entre dos guerras, ni tampoco la paz del político. La paz es algo totalmente diferente».
Jiddu Krishnamurti, Las obras completas de J. Krishnamurti, Vol 17 1966-67: Las cuestiones
eternas.
Fue el día de Navidad de 1991, cuando Mijail Gorbachov, entonces presidente de
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), dijo en su discurso cuando
firmó su dimisión como líder del país: «Ahora vivimos en un nuevo mundo». Eso
marcó la disolución de la Unión Soviética y el fin de la llamada Guerra Fría, el
enfrentamiento político entre Estados Unidos y la URSS y sus respectivos aliados
que se desarrolló después de la Segunda Guerra Mundial. Durante varios años
parecía que el Planeta se encaminaba a una nueva era donde la amenaza de un
holocausto nuclear era cosa del pasado.
Sin embargo, el gusto no duró mucho. En 1999, Vladimir Putin era el director del
Servicio Federal de Seguridad (SFS, sucesor del KGB) y secretario del Consejo de
Seguridad. El 16 de agosto de ese año asumió la jefatura del gobierno y, tras la
renuncia de Boris Yeltsin el 31 de diciembre del mismo año, se convirtió en
presidente interino de la Federación Rusa. En el año 2000 fue elegido presidente
electo y comenzó así la era Putin.
En su primer mandato (2000-2004), Putin comenzó a construir un fuerte poder
central. Entre otras medidas, intentaba quitar influencia y fuerza a los oligarcas y
empezó con los que controlaban las televisoras del país. Además, quería unificar
las leyes de Rusia, de modo que las leyes locales que no encajaban con las
federales debían ser modificadas o eliminadas, todo ello en busca de tener un
mayor control.
Tras finalizar sus primeros cuatro años, Putin fue reelegido para su segundo
mandato (2004-2008). En 2005 lanzó los Proyectos Nacionales Prioritarios para
promover la salud, la educación, la vivienda y la agricultura. Entre otras medidas,
aumentó algunos salarios en el sector de la educación y la sanidad.
La Constitución rusa de 1993 establece que un presidente sólo puede ejercer dos
mandatos consecutivos. En 2007, el segundo mandato de Putin llegaba a su fin
legalmente. Así, en agosto de 2007, Putin nombró a Dmitri Medvédev como su
sucesor, ganando las elecciones nacionales de 2008. Durante el mandato de
Medvédev (2008-2012), Putin fue elegido, sin oposición, como primer ministro.
Esto ha sido interpretado por muchos como un método para que Putin retomara
la presidencia, una vez terminado el primer mandato de Medvédev. Los
comentaristas, analistas y muchos políticos coincidieron en 2008 y a principios de
2009 en que el traspaso de poderes presidenciales que tuvo lugar el 7 de mayo de
2008 fue sólo de nombre y Putin siguió conservando la posición número uno en la
jerarquía de poder efectivo de Rusia, con Dmitri Medvédev como figura
decorativa o «presidente imaginario de Rusia».
El 18 de marzo de 2018 Putin volvió a ser presidente electo. Su mandato termina
en 2024, pero él tiene otros planes para poder seguir siendo presidente de Rusia
Putin firmó en abril de 2021 una ley que le permitirá permanecer en el cargo
durante dos mandatos más de seis años cada uno, por lo que tiene vía libre para
ser presidente hasta 2036. Si esto ocurre, superaría el mandato de Josef Stalin,
que fue desde 1927 hasta 1953. En su ambición de poder, Putin quiere construir
un imperio ruso, quiere redefinir fundamentalmente el statu quo dentro de
Europa, según su propia perspectiva. Una forma de lograrlo fue la premeditada
invasión a Ucrania en febrero de este año, con el pretexto de “desmilitarizar y
desnazificar Ucrania”, un acto que el líder ruso se negó a llamarla invasión o
guerra. Moscú sigue denominando «operación militar especial» a la mayor guerra
de Europa desde 1945.
El presidente ucraniano Volodimir Zelensky se ha erigido en un líder mundial,
logrando lo que muchos creían imposible, no sólo resistir al poderío ruso sino
causarle enormes pérdidas en personal militar y armamento. Lo que Rusia
aseguró que sería un día de campo y que Ucrania sería derrotada en menos de
una semana, se ha prolongado durante ocho agotadores meses, en los que el
pueblo ucraniano ha dado verdaderas muestras de valor y patriotismo al mundo.
El pasado 30 de septiembre, después de unos referendos manipulados, la
población de 4 regiones de Ucrania, en manos del ejército ruso, supuestamente
votó por incorporarse a Rusia. En una ceremonia multitudinaria en Moscú, Putin
acompañado por los representantes de esas regiones, proclamó la anexión oficial
de esos territorios. Diciendo que Rusia “está destinada a salvar el mundo y
aplastar a occidente” Luego, sugirió el uso de armas nucleares ya que Estados
Unidos tiene un precedente al haberlas utilizado en Hiroshima y Nagasaki, aunque
pareció olvidar que se trataba de una Guerra Mundial, en la que Rusia era aliada
de Estados Unidos y los países occidentales.
Así que, regresamos otra vez a los peores momentos de la Guerra Fría, en donde
se piensa y dice lo impensable, utilizar las armas de aniquilación total para
“resolver” conflictos y disputas ideológicas.
El Papa Francisco hizo, el pasado domingo, un llamamiento al presidente ruso
implorándole que «detenga esta espiral de violencia y muerte en Ucrania.
Aumenta el riesgo de una escalada nuclear, hasta el punto de tener
consecuencias incontrolables y catastróficas a nivel mundial», y terminó diciendo,
“Ciertas acciones no pueden justificarse nunca, nunca».
La moneda está en el aire, y con ella, el destino de la humanidad.