La controversia y partidismo no es algo nuevo en Estados Unidos, que fue fundado como una nación excepcional por su ideal democrático; totalmente diferente a los gobiernos que existían a finales del siglo XVIII.
Los que vivieron en los años de la presidencia de Richard Nixon (1969-1974), o los que leen Historia, pensaron que el hecho de la destitución y la dimisión del presidente estaba resuelto para siempre y que ningún mandatario está por encima de la ley. Ahora, nos enfrentamos a una situación única, en la que un expresidente, Donald Trump, puede ser juzgado por alta traición, corrupción y desacato a la Constitución. La recolección de material clasificado, indebidamente en posesión de Trump, que efectuó el FBI en la casa del expresidente de Mar-a- Lago, cumplió con todos los requisitos de la Cuarta Enmienda de la Constitución. El expresidente está siendo investigado por la posible infracción de la Ley de Espionaje, junto con otras leyes, según la orden de cateo utilizada para la operación, una acción que ha enfurecido a los aliados de Trump, incluyendo la mayoría del Partido Republicano que ha esparcido noticias falsas diciendo que es una “cacería de brujas”.
Si analizamos un poco la Historia, recordemos a Benedict Arnold, un general americano durante la Guerra de la Independencia que traicionó a su país y se convirtió en sinónimo de la palabra «traidor.» Arnold, siendo el comandante en 1780 del Fuerte West Point- la futura sede de la famosa Academia Militar, hizo un pacto traidor, por el que iba a recibir una gran suma de dinero y un alto cargo en el ejército británico a cambio de entregar el fuerte y sus defensores al comandante británico, John Andre. El plan no resultó, Andre fue capturado y ejecutado, mientras que Arnold escapó hacia el campamento inglés donde prestó sus servicios como oficial en contra de las fuerzas de Washington. Más tarde, emigró a Inglaterra donde murió en el olvido y con el estigma de la traición.
Como muestra del clima de división que impera en estos momentos están las incendiarias declaraciones de Kari Lake, la candidata republicana a gobernadora de Arizona, apoyada por Trump, quien plantea el escenario de la Secesión de Arizona tras la redada del FBI diciendo lo siguiente «Este es uno de los días más sombríos de la historia de Estados Unidos: cuando nuestro Gobierno, creado originalmente por el pueblo, se volvió contra nosotros. Hay que destituir al gobierno federal”, termina la Sra. Lake. El martes 11, Marjorie Taylor Green, la representante republicana de Georgia sugirió que el FBI podría haber «plantado ‘pruebas’ contra el presidente Trump», continuando el sábado 13 la acusación infundada en su Twitter.
El FBI y el Departamento de Seguridad Nacional advirtieron el pasado domingo que las amenazas a las fuerzas del orden federales se han intensificado tras el registro de Mar-a-Lago, alertando a los funcionarios que éstas provienen de Internet y otras plataformas.
Ante estas y otras muchas preocupantes muestras de desunión y engaño, resuenan en todo su valor las palabras de George Washington.
En 1796, Washington había cumplido dos mandatos como presidente de los Estados Unidos (1789-1796) y decidió no presentarse a un tercer mandato porque, a la edad de 64 años, temía morir en el cargo ocasionando el precedente de que la presidencia era un cargo vitalicio. Su decisión sentaría las bases para la 22ª Enmienda de la Constitución, que establecería la norma de los dos mandatos presidenciales cuando fue ratificada en 1951.
En su famoso y largo discurso de despedida el 19 de septiembre de 1796, Washington dijo entre otras cosas muchas cosas: «Cada una de las regiones de nuestro país debe creer en forma concreta e inmediata en la Unión, todas las partes combinadas no pueden dejar de encontrar, en esa unidad de medios y talentos, una mayor fuerza, una seguridad completa contra los peligros externos…..la Unión debe obtener una forma de evitar las disputas y guerras entre sí, que tan a menudo afligen a los países vecinos que no están ligados a su mismo gobierno. Es por este sentido que la Unión debe ser considerada como un pilar de la Libertad, y que el amor por ella debe propiciar la salvaguarda de la otra.” Termina diciendo George Washington.
Y ahora, estará en manos de los votantes, en las próximas elecciones de noviembre, el que el amor por la Unión y la Libertad, prevalezcan en los Estados Unidos de América.
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