Vivimos tiempos llenos de polémicas, en los que los odios raciales y las intolerancias surgen por todos lados. El pasado jueves 28 de septiembre hubo una protesta pacífica en el centro cultural de la Española, condado de Río Arriba, en Santa Fé, Nuevo México, ante el anuncio de las autoridades de que se reinstalaría la estatua ecuestre del conquistador español Juan de Oñate, que había sido retirada de su pedestal en 2020 debido a las denuncias por considerarlo una afrenta a los pueblos originarios y ser un obstáculo para lograr una mayor armonía racial.
Las oficinas del condado se habían cerrado para posponer, durante una semana, el debate para dar o no permiso para colocar de nuevo la estatua. Un numeroso grupo de personas arribó con flores y ofrendas de frutas para celebrar la decisión del condado, era una manifestación pacífica y de oración, en la que se contaba con la presencia de niños. De pronto, un joven que portaba una gorra con la leyenda Make America Great Again, (Haz América Grande de Nuevo), de apoyo al expresidente Trump, comenzó a acosar y provocar a los asistentes al mitin. En ese momento, se pidió a los niños que se movieran a cierto lugar y el joven provocador arremetió contra el grupo lo que produjo una refriega, lo hicieron retroceder detrás de un pequeño muro de piedra, pero logró saltar, sacó una pistola y disparó. La bala hirió en el pecho a Jacob Johns, miembro de los pueblos Hopi. El disparo pudo haber herido a algún niño. Jacob fue llevado de emergencia al hospital donde le extirparon el bazo. Jacob es joven y fuerte y se encontraba estable después de la operación. El agresor escapó en su auto, pero fue detenido horas después, se trata de Ryan Martínez de 23 años de Albuquerque, Nuevo México y quien había puesto en sus redes sociales múltiples mensajes racistas.
Los monumentos de conquistadores y colonizadores europeos han sido retirados en distintas partes del mundo en medio de una intensa reevaluación de las injusticias ocasionadas a raíz del descubrimiento de América y el expansionismo colonial europeo en África y Asia.
Juan de Oñate nació en Zacatecas en la entonces Nueva España, probablemente en 1550. Era hijo del conquistador Cristóbal de Oñate, dueño de numerosas minas de plata. Juan contrajo matrimonio con Isabel de Tolosa Cortés, nieta de Hernán Cortés. Por medio de las relaciones de su acaudalada familia logró que en 1595 el rey Felipe II le concediera autorización para explorar y colonizar los territorios de la Gran Chichimeca, al norte del río Grande y que actualmente cubren Nuevo México y Tejas, con la promesa de que gobernaría los nuevos territorios. La historia completa del que han llamado “el último conquistador” es muy larga y llena de controversias. Por un lado, se le aplaude por su exitosa campaña de exploración, así como el cultivo de tierras, la introducción de ganado y el establecimiento de ciudades, pero también se le condena por su despiadada actuación en contra de los pueblos originarios, como el caso de lo que se conoce como la masacre del pueblo de Acoma, en 1599. El hermano de Juan, Vicente de Zaldívar y Oñate atacó el poblado en represalia por negarse a suministrar alimentos a las tropas españolas, lo que había causado una escaramuza en la que murieron trece españoles. Vicente y sus fuerzas dominaron a los defensores de Acoma masacrando a más de 800 personas, incluyendo mujeres, ancianos y niños, y tomando a más de 500 prisioneros. Por órdenes de Juan de Oñate, según versiones, de 30 a 80 guerreros supervivientes sufrieron la amputación del pie izquierdo para evitar que escaparan y sirvieran como esclavos el resto de sus vidas. También cometió atrocidades en contra de soldados españoles y colonos, quienes hicieron llegar sus quejas al Virrey de la Nueva España. En 1601 el rey Felipe III ordenó a Oñate que se presentara en la capital del virreinato para ser sometido a juicio, que incluyó el asesinato de sus capitanes Alonso de Sosa y Pablo de Aguilar. Fue encontrado culpable y condenado por crueldad contra los indígenas y colonos. Perdió todos sus títulos, fue condenado al exilio y pagó una enorme multa. Se fue a España donde murió en la provincia de Sevilla en 1626, después de que un segundo juicio lo exonerara de todos los cargos, cuando el rey lo nombró jefe inspector de las minerías de toda España. La influencia familiar había cruzado el océano.
Su nombre y leyenda continúa ocasionando acusaciones y defensas, por parte de los pueblos que recuerdan al criminal y destructor, y los descendientes de europeos en Nuevo México que lo ven como creador de civilización y bienestar. No puede haber opiniones más encontradas, y lo más preocupante es que muchos jóvenes latinos están siendo atraídos por los racistas y neonazis de la actualidad para unirse a sus filas, como es el caso de Enrique Tarrio, ex jefe del grupo terrorista Proud Boys, quien fue condenado el 5 de septiembre a 22 años de prisión por conspiración sediciosa en el caso del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Tarrio es afrocubano. Más que nunca los valores morales deben inculcarse en nuestras familias. Es incongruente que latinos apoyen y promuevan los odios de quienes buscan establecer el poder blanco, xenofóbico y racista, que amenaza los fundamentos de la democracia.