El tiroteo masivo del 4 de septiembre en la escuela de secundaria Apalachee de Winder, en Georgia, que segó la vida de cuatro personas —dos alumnos de 14 años y dos profesores— e hirió a otras nueve, es otro terrible recordatorio de la epidemia de violencia armada en Estados Unidos. Esta tragedia es en este año, el tiroteo masivo385 en este país, incluyendo 45 tiroteos en escuelas en toda la nación y 16 en Georgia. La escala de estos números es alarmante, y la tendencia solo empeora. Es hora de romper el ciclo de violencia y exigir un cambio.
En este caso, el asesino es Colt Gray, un estudiante de 14 años de esa escuela, que utilizó un fusil de asalto tipo AK. Será juzgado como adulto, y su padre, Colin Gray, de 54 años, ha sido acusado de asesinato en segundo grado y crueldad con los niños. La orden de arresto alega que Colin Gray proporcionó a su hijo un arma de fuego «a sabiendas de que era un peligro para sí mismo y para los demás».
El año pasado se produjeron 340 tiroteos en escuelas de Estados Unidos que causaron 248 muertes. No podemos esperar a que ocurra la próxima tragedia para actuar. Es necesario legislar y tomar medidas. Leyes como las del estado de Georgia, que permiten a los propietarios de armas llevarlas a plena vista en espacios públicos, solo empeoran el problema. Por ejemplo, en 2018, la ley de Georgia permitió a los dueños de armas llevarlas a los campus universitarios, lo que llevó a un aumento en los incidentes de violencia armada en los colegios. Es hora de una legislación completa que incluya antecedentes exhaustivos de quienes adquieran armas, prohibiciones de rifles de asalto y mejores programas de educación sobre estos temas.
La Suprema Corte de Justicia también debe reconsiderar su postura sobre el control del armamento, y dar prioridad a la seguridad pública sobre los intereses individuales. El estado actual de las cosas es inaceptable. Les debemos a las víctimas, a sus familias y a nuestros hijos la creación de un futuro más seguro. Hay que dejar de repetir «están en nuestros pensamientos y oraciones» y tomar acciones concretas para abordar este tema vital. La dura realidad de esta tragedia exige más, que decir palabras sin mayor significado.
La declaración del juez Currie M. Mingledorff, de que este crimen merece la pena de muerte subraya la gravedad del delito, pero, la edad de Colt Gray limita la pena máxima a cadena perpetua. Esto plantea importantes cuestiones sobre la justicia, la rendición de cuentas y el tratamiento de los menores en el sistema de justicia penal.
Exijamos un cambio y trabajemos por un mundo en el que hoy, y cada día, sea un buen día para dejar la violencia, el uso de las armas y elegir la paz. Estamos hartos de este espantoso culto a las pistolas y los rifles en Estados Unidos, que ha ocasionado tantas muertes y terror. Nuestros hijos merecen volver a casa sanos y salvos del colegio cada día, sin excepciones.
Colin Gray y su hijo Colt Gray