1945 marca el momento en que la humanidad entró en la era nuclear con los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki (Japón) el 9 y 11 de agosto de ese año, que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial.
La Nuclear Age Peace Foundation, organización a la que tengo el honor de pertenecer, forma parte de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), ganadora del Premio Nobel de la Paz 2017 y reconocida por las Naciones Unidas como Organización Mensajera de la Paz. Desde 1982, trabajamos por un mundo justo y pacífico libre de armas nucleares. Nuestro credo es que las armas nucleares amenazan todo lo que hemos conocido y amado. Amenazan la existencia misma de la civilización y de la humanidad.
«Las nubes de tormenta que se disiparon tras el final de la Guerra Fría se están reuniendo de nuevo. Hasta ahora, hemos tenido una suerte extraordinaria. Pero la suerte no es una estrategia. Tampoco es un escudo contra las tensiones geopolíticas que conducen a un conflicto nuclear. Hoy, la humanidad está a un malentendido, a un error de cálculo de la aniquilación nuclear». —Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, 1ero de agosto de 2022.
Desde el final de la llamada Guerra Fría, que en esencia duró casi medio siglo, desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta el colapso de la Unión Soviética en 1991, parecía que la humanidad podría estar en el camino hacia una paz duradera. Sin embargo, con el recrudecimiento de las tensiones entre China, Rusia y Occidente, todo indica que nos encontramos en medio de una nueva Guerra Fría, con los enormes peligros que ello conlleva. Nuestro ya fallecido y gran amigo, el Dr. David Krieger, cofundador de la NAPF, lo expresó sin rodeos: «Sin una eliminación sistemática y controlada de la amenaza nuclear, el uso deliberado o accidental de armas nucleares es solo cuestión de tiempo».
Nos lo debemos a nosotros mismos, a nuestros hijos y a las generaciones futuras: hacer realidad este sueño.