El intento de asesinato del expresidente Donald Trump, el pasado sábado 13 de julio con un rifle de asalto estilo AR por parte del estudiante universitario de 20 años Thomas Matthews Crook, un republicano registrado de Pensilvania conmocionó a la nación. Este inquietante suceso subraya la urgente necesidad de hacer frente al elefante en la habitación: la desenfrenada violencia armada que asola Estados Unidos, donde circulan más de 330 millones de armas.
Los rifles de estilo AR se han convertido en sinónimo de tiroteos masivos, desatando un horror inimaginable en escuelas, iglesias y espacios públicos. A pesar de la carnicería, los legisladores republicanos, en deuda con los fabricantes de armas y la NRA, siguen bloqueando los esfuerzos para prohibir estas armas de destrucción masiva, escudándose en la Segunda Enmienda de la Constitución.
La reciente propuesta de armar a los profesores, promulgada ya en 33 estados, plantea dudas sobre la eficacia de tales medidas. Si el Servicio Secreto no pudo proteger a un candidato presidencial de un atacante armado con un rifle, ¿cómo podemos esperar que los profesores protejan a sus alumnos?
En una asombrosa muestra de hipocresía, los republicanos que una vez restaron importancia o ignoraron la epidemia de tiroteos
masivos acusan ahora a los demócratas de ser los responsables de este último incidente. Esta peligrosa escalada de violencia y retórica amenaza con desestabilizar un clima político ya de por sí volátil.
El lenguaje utilizado por J. D. Vance, senador republicano de Ohio y posible candidato a vicepresidente con Donald Trump, al aprovechar el incidente para atacar al presidente Biden afirmando que «su retórica condujo directamente al intento de asesinato» es un ejemplo de esta peligrosa tendencia.
En contraste, el presidente Biden se dirigió a la nación el domingo 14 de julio, haciendo hincapié en la unidad e instando a los estadounidenses a dejar de lado sus diferencias políticas. Nos recordó que la grandeza de la nación se basa en el respeto a la ley, a los derechos de los demás y al derecho a disentir. En particular, subrayó que «necesitamos votos para elegir candidatos, no balas para eliminarlos».
Mientras comienza la Convención Nacional Republicana, las fuerzas de seguridad están en alerta máxima y el ambiente está cargado de incertidumbre. El futuro de nuestra democracia pende de un hilo. Si no hacemos frente a la amenaza de la violencia armada y al clima político tóxico, corremos el riesgo de caer en el caos y, potencialmente, de renunciar a los fundamentos mismos de nuestra democracia.
Ha llegado el momento de actuar.