Las proféticas palabras de Carl Sagan en su libro «El mundo y sus demonios», resuenan con inquietante fuerza en el actual panorama político y de las redes sociales. Preveía unos Estados Unidos en los que, y cito textualmente, «los asombrosos poderes tecnológicos estarán en manos de unos pocos, y nadie que represente el interés público será capaz siquiera de entender los problemas», fin de la cita. Esta visión de la realidad se está desarrollando ante nuestros ojos a medida que multimillonarios como Elon Musk y Mark Zuckerberg ejercen una influencia sin precedentes sobre la información que consumimos.
Al controlar la narrativa y moldear la opinión pública, la reciente debacle de la «prohibición sí o no» de TikTok, «resuelta» apresuradamente por Donald Trump, es un claro ejemplo de esta manipulación. El ya anterior inquilino de la Casa Blanca, y estos magnates de la tecnología están erosionando nuestras facultades críticas y socavando los cimientos mismos de la democracia. Como advirtió Sagan, y vuelvo a citar, «nos estamos deslizando, casi sin darnos cuenta, de nuevo hacia la superstición y la oscuridad», y cierro la cita. Cuando renunciamos a nuestra capacidad de pensamiento crítico, las consecuencias son nefastas: nos convertimos en una sociedad que no puede distinguir los hechos de la ficción, ni la verdad de la propaganda. Y esta es una receta para el desastre.