En los turbulentos tiempos que vivimos, surgen propuestas de personas que buscan la paz y la concordia. Mi amigo, el Dr. David Feingold, me comenta con respecto al conflicto Israel-Palestina – “Nos oponemos a la violencia y la destrucción por ambas partes, y debemos buscar juntos una resolución pacífica y justa.”
Nada justifica los horrores que cometió el 7 de octubre el grupo terrorista Hamás. Es comprensible de que Israel respondió con la defensa propia, con una acción militar, pero su alcance y daños a la población palestina, que no fue la autora de ese crimen, deben limitarse al máximo.
Mucha gente no puede comprender que es posible ser víctima y victimario al mismo tiempo. Eso crea una disonancia cognitiva, cuando los comportamientos y creencias no concuerdan, y eso es casi imposible de conciliar para la mayoría de las personas.
El hecho es que partes de la sociedad israelí y de la sociedad palestina han perdido su humanidad debido a sus historias, sus creencias y a la vez, sufren las consecuencias de los errores de sus políticos. Es profundamente descorazonador presenciar escenarios en los que la adversidad conduce a la erosión de la humanidad. Por desgracia, el conflicto ha cobrado, y sigue cobrando vidas en ambos bandos. Israel, en virtud de su economía más fuerte y del apoyo de las naciones occidentales, se encuentra en una posición única para influir en un cambio positivo. Es crucial que Israel aproveche esta ventaja económica y diplomática para fomentar el crecimiento y la estabilidad regionales, guiando en última instancia el camino hacia una solución basada en la realidad de la existencia de dos Estados. La expansión israelí de asentamientos innecesarios y el desplazamiento de palestinos no lleva a ninguna solución. Estas acciones no sólo aumentan las tensiones, sino que también impiden el progreso de las iniciativas de paz.
Resulta preocupante que las naciones occidentales, incluido Estados Unidos, pasen por alto ese problema. Debe reconocerse como una violación de los derechos y la dignidad de las personas afectadas.
Al mismo tiempo, las acciones de Hamás, en particular sus ataques contra civiles inocentes sólo pueden describirse como aberrantes maldades. Si su verdadera intención era provocar un cambio, podrían haber dirigido su ira contra los soldados uniformados, y no con los inocentes habitantes de los kibutz. Su comportamiento es reaccionario, con la excusa de la reciente normalización de las relaciones entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y potencialmente Arabia Saudita.
Tanto israelíes como palestinos han expresado su deseo de autogobierno. Abordar resoluciones en torno a los asentamientos será un paso adelante. Establecer una frontera internacional reconocida y avanzar hacia una solución de dos Estados debería ser el camino más viable. La seguridad de los lugares santos, tanto para judíos, cristianos y musulmanes debe preservarse, mediante la supervisión de la ONU, garantizando que sigan siendo accesibles a todos los seguidores de las religiones abrahámicas.
Además, la colaboración de las naciones árabes para apoyar y estabilizar el Estado palestino sería decisiva para forjar una paz sostenible.
Considero que es fundamental la acción de los líderes de las religiones que están en conflicto. Un llamado conjunto del Papa Francisco, del Gran Imam Al-Azharm Sheick Amed a-Tayyeb, los Gran Rabinos sefardíes, Yitzhak Yosef y David Lau, el Patriarca Ecuménico de la Iglesia Ortodoxa, Bartholomew, el arzobispo Jusyon Welby, cabeza de la Iglesia Anglicana, los principales líderes de las iglesias protestantes, el Swami Hindúm Narayana y el Dalai Lama. Todos ellos representan a casi seis mil millones de los ocho mil millones de humanos en el planeta. Ellos son los que deben hablar al corazón de sus fieles y hacerles saber que, la Divinidad que cada uno de ellos adora, respeta y teme, se OPONE a los ríos de sangre, a la violencia, al pillaje, a la destrucción. Aunado al cuerpo de las Naciones Unidas y a los políticos de verdadera conciencia y honestidad, esta situación, que puede conducir a la exterminación del Homo Sapiens, lograría resolverse. No hay más salida, dejémonos de retóricas, acusaciones y simples buenos deseos. Escucharnos de verdad como seres humanos y comprender el dolor y sufrimiento de los demás. Librarnos del mal, como lo representa Hamás, sin la aniquilación de los civiles de Gaza, víctimas de este trágico conflicto.
Anhelo que la humanidad tenga más almas afines que se den cuenta de que la solución sólo se encuentra en la paz, a pesar de las complejidades y dificultades históricas para llegar a ese resultado. El ciclo constante guerra/terrorismo/agresión y venganza nunca ha resuelto ningún problema. No puedes tener tu libertad quitándosela a otro. Esto me lleva a preguntarme: ¿cómo puede alcanzarse la paz en esta región cuando a un pueblo se le dio la libertad arrebatándosela a otro? La gente no tiene sentido de la justicia a menos que estén en el centro de ella.
La Historia, que sigue siendo la gran maestra, nos muestra un caso muy especial en la Primera Guerra Mundial de 1914-1918, que demuestra que cuando se buscó la paz, pero los intereses de los poderosos la desvían, el resultado fue la continuación de la matanza y destrucción.
El Papa Benedicto XV, que había ascendido al trono de San Pedro el mismo año que se inició la guerra, pidió en su encíclica, Ad Beatissimi Apostolorum, que al menos los cañones no tronaran en la noche en que Jesús había venido al mundo a traer la paz y agregó. “Nunca se han tratado los hombres menos fraternalmente que ahora. En extremo crueles son los odios engendrados por la diferencia de razas; más que por las fronteras, los pueblos están divididos por mutuos rencores, en el seno de una misma nación y dentro de los muros de una misma ciudad, las distintas clases sociales son blanco de la recíproca malevolencia; y las relaciones privadas se regulan por el egoísmo, convertido en ley suprema.”
En la Navidad de 1914, los soldados hicieron una tregua y se negaron a luchar. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre los detalles, pero las cartas escritas por los soldados cuentan que las tropas alemanas izaron linternas y carteles por encima de las trincheras que decían «ustedes no disparen, nosotros no disparamos», cantando villancicos para celebrar las fiestas en medio de las terribles condiciones de cinco meses de lucha en trincheras llenas de lodo, suciedad y cadáveres. ‘Stille Nacht. Heilige Nacht’, oían los británicos -las palabras les eran desconocidas, pero la melodía de ‘Noche de Paz’ les resultaba familiar- y pronto los cantos resonaron en todas las trincheras.
«Primero, los alemanes cantaban uno de sus villancicos y luego nosotros cantábamos uno de los nuestros, hasta que cuando empezamos con ‘Venid todos los fieles’ los alemanes se unieron inmediatamente cantando el mismo himno con las palabras en latín ‘Adeste Fideles’, escribió el soldado Graham Williams en una carta, obtenida por el New York Times y citada por TIME. «Y pensé, bueno, esto es algo realmente extraordinario: dos naciones cantando el mismo villancico en medio de una guerra».
Cautelosamente, algunos salieron de la irónica seguridad de las pestilentes trincheras y caminaron hacia Tierra de Nadie. Otros, al ver que las valientes acciones de sus camaradas no eran recibidas con disparos, no tardaron en seguirles. Los oficiales de diversos regimientos se reunieron por primera vez con sus homólogos en un punto intermedio y acordaron permitir el entierro de los muertos, cuyos cuerpos, en putrefacción, habían permanecido a la intemperie durante semanas. Los soldados comenzaron a confraternizar, intercambiando cigarrillos, insignias, sombreros, latas con carne y otras provisiones, además de adornar árboles de Navidad. En algunos lugares se improvisaron balones para jugar fútbol. La facilidad con la que los bandos contrarios se divertían entre sí preocupó profundamente a los oficiales al mando, que temían que la posibilidad de ver al enemigo como un ser humano frustrara la voluntad de matar y luchar de los soldados. La amenaza de un consejo de guerra se extendió para cualquiera que intentara confraternizar. Adolfo Hitler, un simple cabo que, como mensajero del cuartel general del regimiento, rara vez iba más allá de las trincheras de vanguardia, criticó duramente el comportamiento de los hombres de su regimiento que habían optado por unirse a los británicos en Tierra de Nadie. «Algo así no debería ocurrir en tiempos de guerra», dijo, «¿No tienen el sentido del honor alemán?».
La naturaleza mítica de la tregua de Navidad nos hace olvidar que, esos mismos hombres que se dieron la mano e intercambiaron bromas navideñas, acabaron tomando las armas de nuevo y disparándose unos a otros, a gran escala. Alrededor de veinte millones de hombres fueron movilizados al comienzo del conflicto. La cifra aumentaría paulatinamente hasta los setenta millones. Más de ocho millones de efectivos en Francia, trece millones en Alemania, nueve millones en Austria-Hungría, otros tantos en el Reino Unido, dieciocho millones en Rusia, seis millones en Italia y cuatro millones en Estados Unidos. Dos millones de soldados fueron reclutados en el imperio británico (sobre todo en la India) y en las colonias francesas de África y del norte de África, 600.000 hombres. Once millones de militares perecieron y veinte millones resultaron heridos, murieron más de siete millones de civiles inocentes, dejando más de tres millones de viudas y seis millones de huérfanos. Las naciones combatientes representaron seiscientos millones de habitantes, es decir la mitad de la población mundial por aquel entonces. Sólo una veintena de países lograron permanecer neutrales, en América Latina y el norte de Europa.
Este fue el resultado del conflicto, que luego fue llamado “La guerra que terminaría todas las guerras”.
Estamos a dos años de que finalice el primer cuarto del siglo XXI, del nuevo milenio, y la humanidad, que vive en esa pequeña mota azul de polvo cósmico, como la describiera el gran astrónomo e investigador, Carl Sagan, continúa sumergida en sus guerras, odios, injusticias y ambiciones sin límite. ¿Despertaremos a tiempo? ¿El espíritu de bondad, de comprensión, de hermandad llenará nuestros corazones antes de que demos el paso final hacia el abismo?