Celebrar, es recordar o conmemorar algún acontecimiento positivo u homenajear a una persona. Como por ejemplo una fiesta de cumpleaños, una reunión por el aniversario de la independencia de un país y así sucesivamente. En lo que al que escribe estas líneas se refiere, los eventos negativos solo deben quedar como ejemplo de lo que no se debe repetir.
Con lo anterior me refiero al evento ocurrido el 6 de enero de 2021, cuando una turba de seguidores del entonces presidente Donald Trump marchó e invadió el Congreso con el propósito de impedir la confirmación de la victoria del actual presidente Joe Biden. Un capítulo oscuro para una democracia de 241 años de edad.
El asalto causó 5 muertos, 140 policías heridos, más de 700 imputados y 71 condenados. Un año después de la invasión al Congreso, menos de la mitad de los votantes republicanos recuerdan el ataque como violento o extremadamente violento, según una encuesta publicada por The Associated Press-Norc Center for Public Affairs. Mientras se diluye en el recuerdo la gravedad de los hechos, la percepción de los resultados electorales se ha mantenido estable. Un 93% de los demócratas cree que Biden ganó de manera legítima, mientras un 71% de republicanos continúa creyendo que ganó Trump.
La elección del 3 de noviembre de 2020 registró una participación del 66%, la mayor en 120 años. Biden se convirtió en el presidente que obtuvo el mayor número de apoyos en términos absolutos, 81,2 millones de sufragios frente a los 74,2 millones de Trump, que también resultó el segundo candidato más votado hasta ahora. Ninguna de las auditorías realizadas en territorios que fueron críticos para el resultado final ha cambiado esos resultados, Sin embargo eso no ha acabado con los recelos.
Vale señalar que fue un buen trabajo el que se realizó con antelación a la elección, tratando de desacreditar un pilar fundamental para cualquier democracia, la institución electoral. Lo malo es que no contaban que las instituciones de este país eran sólidas y que hace falta más que una campaña de incontinencia verbal para dañarlas. Al escribir este artículo me acordé de una frase: “una mentira mil veces dicha, se convierte en una gran verdad.
Darle un nombre a lo sucedido es difícil, sin embargo, importantes intelectuales del medio académico estadounidense como el profesor de gobernabilidad de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky, coautor del libro How Democracies Die («Cómo mueren las democracias»), describió lo sucedido como la respuesta a «cuatro años de descrédito y deslegitimación de la democracia», por parte del presidente. Así mismo ha llamado la atención sobre la aparición de “señales alarmantes que ponen en riesgo la democracia liberal de Estados Unidos», para él la toma del Capitolio en Washington D.C. por parte de partidarios de Donald Trump era «un intento de autogolpe».
En un sentido estricto, la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta, que confieren legitimidad a sus representantes. En el caso de Estados Unidos la democracia estadounidense está basada en checks and balances (Controles y equilibrios), principio de gobierno según el cual las distintas ramas están facultadas para impedir las acciones de otras ramas y son inducidas a compartir el poder.
Precisamente es lo que estuvo en juego en la invasión al congreso, si hubiera triunfado se estaría abriendo la puerta a un presidencialismo demasiado fuerte en donde absolutamente todo se decidiera en la oficina presidencial. Experiencia que la vemos con mucha frecuencia en varias regiones del mundo, como el caso de Venezuela, Nicaragua, Bolivia o Cuba en América Latina, en China o Zimbabue.
La democracia se alimenta día a día, con decisiones equilibradas que nutran al país y a su sociedad, es como una casa que hay que mantenerla lo mejor posible para que quienes la habitan se sientan cómodos y conformes con quienes la administran.
Si bien la democracia sobrevivió al ataque, no hay que olvidar que Estados Unidos tiene muchas crisis, algunas de ellas muy antiguas como la discriminación racial, mas recientes el de la salud y seguridad social que hace que millones de personas no tengan protección adecuada por los altos costos, la violencia exagerada y que seguramente se acelerara en algunos estados como Georgia en el que se intentara, en los próximos días, flexibilizar aún más la tenencia y porte de armas. En muy poco tiempo y si esa propuesta llegara a adoptarse, el habitante de este Estado no necesitará permiso para portarlas. Es de hacer notar que el crecimiento del crimen es exponencial.
La crisis pandémica ha dejado al descubierto las grandes diferencias que hay en la sociedad sobre cómo evitar y controlar la expansión del CORONAVIRUS y sus variantes. Enfrentamientos entre padres que apoyan el requisito de uso de la mascarilla en las escuelas y los que no quieren su uso.
En fin muy largo de enumerar, pero esas “PEQUEÑAS COSAS” son las que a mi modo de ver hacen que el ciudadano, el doliente y operador directo del país pierda confianza en la democracia y sus instituciones, sus dirigentes y den paso a los que interpretan CANTOS DE SIRENAS para que los autócratas asuman el poder.
Es por ello por lo que no hay nada que celebrar y mucho que lamentar y más cosas por hacer por la sociedad.