Como indiqué en un artículo anterior, “América Latina tendrá este mes de noviembre una agenda electoral bastante cargada”.
Hasta el momento se han realizado 3 procesos electorales: Nicaragua, Chile y Venezuela, cuyos resultados nos dicen que los años por venir no serán los más estables de esta década. La primera fue en Nicaragua, el 7 de noviembre próximo, y sobre la cual no hay mucho que decir, salvo que es una vergüenza histórica para la región. Decir más, sería como LLOVER SOBRE MOJADO.
El 21 de noviembre se realizaron dos procesos electorales simultáneos: Venezuela elecciones regionales y Chile la primera vuelta electoral para elegir el nuevo presidente de ese país. En Venezuela, el chavismo fortaleció su poder al ganar en 20 de los 23 Estados del país, además de Caracas, en las elecciones regionales, unos comicios en los que votó el 41,8%: 8,1 millones de votantes de los 21 millones llamados a las urnas, es decir 6 de cada 10 venezolanos se quedaron en casa. La alta abstención marcó los resultados de esa elección.
La importancia de esta justa electoral radica en que se habían planteado como la forma de allanar el camino a unas presidenciales justas y limpias que no solo devolviera la alternancia en el poder, sino que era la oportunidad de comenzar a sacar del poder a quienes condenaron a Venezuela a una agonía eterna.
Los principales partidos de la oposición, hasta el último momento evidenciaron dificultades para llegar unidos, vencieron solo en tres estados, en dos de ellos de la mano de viejos caciques regionales. Más que la oposición, Venezuela pagó muy caro la falta de unidad, lo que sembró la semilla de la desconfianza en buena parte de la ciudadanía. Ciertamente, las agendas personales de los aprendices de brujos no permitieron la tan ansiada reunificación nacional. En consecuencia ese intento de crear un nuevo liderazgo opositor que pudiera llegar con fuerza a las futuras presidenciales, resultó fallido.
El triunfo del chavismo, que entre otras cosas contó con todo el aparato del Estado a su favor, estaba tan cantado que el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, felicitó en público a Maduro antes de que el CNE diera a conocer los resultados poco antes de medianoche. La dictadura de Maduro demostró una vez más su capacidad para movilizar a sus bases.
Si bien la oposición fue bien recibida en barrios chavistas después de mucho tiempo, no fue suficiente. La oposición llegó fragmentada a la cita. No hubo listas conjuntas y el voto se dispersó entre más de dos opciones en la mayoría de las regiones.
La misión de observación de la UE, por su parte, presentó un informe preliminar sobre las elecciones regionales del domingo, en el que dejó claro la “falta de independencia judicial y la no adherencia al estado de derecho”. Expresó que “no hubo sanciones del Consejo Nacional Electoral (CNE) a las violaciones y que los observadores del bloque “fueron testigos del establecimiento de puntos de control en los 23 estados y el Distrito Capital, a pesar de su prohibición explícita por el CNE”.
En este punto me recuerdo el pedido desesperado de la actriz Florinda Meza en la serie televisiva EL CHAPULIN COLORORADO: “AHORA QUIEN PODRA SALVARNOS”.
Si me preguntaran ¿quién ganó las elecciones regionales? respondería: el abstencionismo y las fracturas internas de la oposición, muchas de ellas inducidas por el mismo gobierno a través de maniobras de diverso tenor. El futuro también podría ser impredecible. Sin embargo, a mi modo de ver, este fracaso electoral de la oposición debería provocar un debate sobre cómo recomponer el liderazgo político, las características de la coalición y las reglas que rodean el proceso de toma de decisiones.
Quien escribe estas líneas cree que es previsible que los partidos políticos decidan girar menos alrededor del interinato de Juan Guaidó, buscando mejorar el posicionamiento partidista interno, preparándose para una ruta electoral más larga. Es de hacer notar que el próximo año 2022 se llevará a cabo el referéndum revocatorio de carácter constitucional, que determinará si Maduro continuaría en el poder hasta el final de su mandato. Difícil de creer que eso suceda. Esperaremos y veremos ya que LA ZAGA CONTINUA.
Ese mismo día 21 se celebró la elección presidencial en Chile, su realización tampoco fue fácil, ello se debe a que todavía se siente el arrastre de los eventos ocurridos en el 2019 que casi convierte en cenizas a la ciudad de Santiago en demanda de un enfoque más inclusivo en el desarrollo político, económico y social del país. Así mismo la elección se desarrolló en plena elaboración de una nueva constitución.
Se presentaron a la primera vuelta 7 aspirantes a gobernar el país a partir de 2022, solo dos pasaron a la segunda vuelta; el candidato de la extrema derecha José Antonio Kast con el 27, 91% de los votos y el aspirante de izquierda Gabriel Boric con 25,83% de los votos. El resto de los candidatos tendrán que seguir aspirando.
Es importante indicar que solo el 47,6% del padrón electoral acudió a votar, por debajo de 50,9% que se obtuvo en el plebiscito sobre el proceso constituyente celebrado en octubre de 2020.
Chile votó por los extremos en la primera vuelta de las elecciones, el candidato de derecha José Antonio Kast y el de izquierda Gabriel Boric disputarán la segunda vuelta por la presidencia del país. Vale señalar que es la primera vez desde al retorno a la democracia en 1990, que la presidencia no se la disputarán los partidos tradicionales de centroizquierda y centroderecha.
Según los sondeos de opinión el candidato José Antonio Kast es el que más opciones de ganar la segunda vuelta, lo cual no ayuda mucho a la paz social de ese país, particularmente si recordamos los episodios de 2019 que dio como resultado la convocatoria de una Asamblea Constituyente para que redactara una nueva constitución que remplazara la heredada del último dictador Augusto Pinochet.
Los analistas políticos chilenos señalan que el sr. Kast llevaría a la derecha más al extremo frente a la tradicional que representó en los últimos años el actual presidente Sebastián Piñera. Lo cual agudizaría las contradicciones políticas. Todos esperaban en Chile que después del estallido social de 2019, que tuvo demandas de izquierda, lo capitalizara el grupo que más se identificaba con esas demandas.
El caso de Gabriel Boric, del pacto izquierdista Apruebo Dignidad, disputará la presidencia en segunda vuelta electoral. Es un duro crítico de los gobiernos de centroizquierda que asumieron el mando del país tras el retorno de la democracia, capitalizó el descontento social que reclama mayor presencia del Estado y políticas más inclusivas con propuestas más transformadoras.
Sea quien sea el próximo presidente de Chile, será de vital importancia la conformación política del Parlamento. La centroderecha como la centroizquierda lograron mantener su hegemonía en la Cámara Alta. Pero fue especialmente sorpresivo el triunfo de la derecha, que logró llegar a los 25 senadores, equivalentes a la mitad del Senado (50%), un escenario inédito desde 1990.
Sea quien sea el ganador de la segunda vuelta, la estabilidad política del país no está garantizada. En ese sentido, la declaración de la presidente de la convención constituyente no ayuda mucho a la estabilidad: “el nuevo presidente “será de transición” y su labor será “facilitar el camino constituyente”.
Creo que vale la pena mencionar que el 27 de este mes, se producirá la elección del nuevo presidente de Honduras, cuyos resultados también están cantados, lamentablemente.
CALMA Y CORDURA CON LATINOAMERICA.