Un parte de guerra es un documento formal elaborado diariamente durante un conflicto armado. En él, se informa sobre el estado de las tropas propias y las del enemigo, aquellas que están directamente en la línea de fuego. Generalmente, el parte de guerra incluye el número de muertos y heridos de ambos bandos del día anterior, así como sugerencias para las acciones estratégicas a seguir en ese momento.
En un sentido comparativo, un parte de guerra puede asemejarse a los informes frecuentes que nos proporciona la prensa en Estados Unidos, y específicamente en el estado de Georgia. La violencia armada en Estados Unidos es un problema persistente que afecta a numerosas comunidades, con una tasa de tiroteos y homicidios con armas de fuego notablemente alta en comparación con otros países desarrollados.
Para ilustrar la magnitud del problema, en 2022 se registraron 648 eventos de tiroteos masivos, cifra que aumentó a 650 incidentes en 2023. Hasta la fecha, en 2024 ya se han contabilizado 385 tiroteos masivos, según datos de Gun Violence Archive, una organización que proporciona estadísticas sobre incidentes armados. A estos datos de 2024 se suma el reciente tiroteo en Winder, Georgia, donde un adolescente de 14 años disparó en el instituto educativo Apalachee, cerca de Atlanta, dejando cuatro muertos y nueve heridos.
La violencia armada se manifiesta de diversas formas, desde tiroteos masivos hasta incidentes de violencia cotidiana y suicidios. Cada tiroteo resalta las complejidades de este fenómeno y subraya la necesidad de soluciones efectivas. Este último tiroteo no solo ha reavivado el debate sobre el control de armas a nivel nacional, sino que ha ocurrido en un momento de intensa campaña política por la elección del nuevo presidente de Estados Unidos, prevista para el 5 de noviembre.
El tiroteo ha convertido la regulación de armas en un tema de campaña para las elecciones presidenciales. Los candidatos y sus partidos tienen propuestas contrastantes sobre cómo abordar la epidemia de tiroteos masivos. Mientras Kamala Harris y los demócratas abogan por endurecer la regulación del acceso a las armas y prohibir las armas de asalto, Donald Trump y los republicanos se oponen a nuevas restricciones, prefiriendo reforzar la seguridad en los colegios. Trump, en particular, se ha enorgullecido de ser “el mayor fan” de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y afirmó en una convención de dicha organización que resistió presiones durante su presidencia y no tomó medidas para restringir el acceso a las armas de fuego.
El debate se intensificó después de que J. D. Vance, el candidato republicano a la vicepresidencia, se refiriera a los tiroteos como una “realidad” (en inglés, “a fact of life”), un término que conlleva una mayor indiferencia o resignación. Mientras tanto, la vicepresidenta Harris y el gobernador Walz coinciden en tomar medidas que protejan a los niños y mantengan las armas fuera del alcance de los delincuentes. Es de hacer notar que, según las encuestas, la tenencia de armas no está entre las principales preocupaciones de los estadounidenses en las elecciones.
Los votantes han estado más enfocados en asuntos como la economía, la inmigración, el aborto, los riesgos para la democracia e incluso la política exterior. Cabe destacar que la vicepresidenta Kamala Harris no mencionó el problema de los tiroteos masivos en su discurso de aceptación de la nominación demócrata en la convención de Chicago hace aproximadamente un mes, a pesar de que lidera la Oficina de Prevención de la Violencia Armada de la Casa Blanca. No obstante, abordó el tema después del tiroteo de Georgia, calificándolo de “tragedia sin sentido detrás de tantas tragedias sin sentido” en un acto de campaña en North Hampton, New Hampshire, el mismo día del atentado.
Trump, por su parte, ha eludido pronunciarse sobre la regulación de armas en estos días. Tras el tiroteo, se limitó a emitir una declaración de condena y pésame a través de su red social, Truth: “Nuestros corazones están con las víctimas y los seres queridos de los afectados por lo sucedido en Winder, Georgia.
La pregunta que todos nos hacemos es: ¿por qué sucede esto en Estados Unidos?
Una primera explicación se encuentra en la historia y la cultura. Para quienes fundaron Estados Unidos en las décadas de 1770 y 1780, no había dudas sobre la tenencia de armas. Consideraban que el monopolio de las armas por parte de las monarquías europeas y sus ejércitos era la raíz de la opresión que los independentistas combatían. Reconocían la necesidad de cazar y protegerse de animales salvajes y ladrones. En 1791, se alcanzó un compromiso en lo que se ha convertido en la frase más analizada de la Constitución de Estados Unidos, la Segunda Enmienda, que resguarda el derecho a las armas: “Siendo necesaria una milicia bien regulada para la seguridad de un estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas no será infringido”. Cabe destacar que las circunstancias que llevaron a la adopción de esta enmienda han cambiado considerablemente en los últimos 200 años.
Durante los dos siglos siguientes, las armas se convirtieron en una parte esencial de la vida y del mito estadounidense, hasta el punto de que muchos historiadores importantes de Estados Unidos hablan de una transición de la “Cultura de las armas 1.0”, donde las armas eran para deporte y caza, a la “Cultura de las armas 2.0”, donde muchos las consideran esenciales para proteger sus hogares y familias.
Según el Centro de Investigación Pew, EE.UU. tiene más armas que cualquier otro país, con alrededor de 270 millones en circulación. Con una población de 319 millones de personas, esto significa que casi un estadounidense posee un arma. En comparación, el país con el mayor número de armas después de EE.UU. es India, con 46 millones en una población de más de 1.200 millones de personas. India ni siquiera aparece en el top 5 de los países con más tiroteos masivos.
Un ejemplo relevante es Australia, que tuvo cuatro tiroteos masivos entre 1987 y 1996. Después de eso, la opinión pública se volvió en contra de la posesión de armas, y el Parlamento aprobó leyes más estrictas. Desde entonces, Australia no ha tenido tiroteos masivos.
Una segunda razón, no menos importante, es la influencia de un poderoso lobby compuesto por fabricantes de armas y la Asociación Nacional del Rifle (NRA), que han alineado sus intereses con un sector político del país para insistir en que la Segunda Enmienda es absoluta en su protección del derecho a las armas, y que cualquier regulación es un ataque a la “libertad” de los estadounidenses.
Algunos historiadores indican que este lobby ha convertido la tenencia de armas casi en una ideología. Los dueños de armas se han unido en torno a esta ideología, formando un bloque de votos significativo, especialmente en zonas rurales que los republicanos buscan captar.
Más allá del impacto trágico en las familias afectadas, también se observa un importante impacto político y económico. Por ejemplo, la administración Biden aboga por reducir la influencia del lobby armamentista y aprobar leyes más restrictivas sobre la venta y porte de armas, lo cual choca con las leyes recientes firmadas por algunos gobernadores republicanos que eliminan requisitos para la compra y porte de armas.
Creo que abordar la violencia armada en EE. UU. requiere un enfoque multifacético que incluya reformas legislativas, educación y apoyo comunitario. La tragedia de Winder es un recordatorio urgente de la necesidad de enfrentar este problema y trabajar hacia soluciones duraderas.