Sigmund Freud, venerado como el padre del psicoanálisis y reconocido como una de las mentes más preclaras del siglo XX, dejó una afirmación memorable: «LA CIVILIZACIÓN NACIÓ CUANDO EL PRIMER HUMANO INSULTÓ AL ENEMIGO, EN VEZ DE LANZARLE UNA PIEDRA». Esta cita resuena de manera particular en el contexto actual, marcado por la escalada de tensiones entre diversos líderes políticos, tanto dentro como fuera de Latinoamérica.
Los recientes desencuentros entre presidentes de la región plantean la preocupante interrogante sobre si estamos retrocediendo a formas primitivas de resolución de conflictos, donde el diálogo y la razón parecen ser sacrificados en aras de la confrontación y la discordia. Es decir, regresando al lanzamiento de piedras, como si no hubiera ideas para discutir.
Es evidente que las discusiones entre jefes de Estado ya no pueden reducirse únicamente a la dicotomía entre izquierda y derecha. Por lo tanto, se hace imperativo abordar temas cruciales relacionados con el desarrollo socioeconómico, la erradicación de la pobreza y la marginalidad, la migración, la inserción en las corrientes comerciales globales, así como la lucha contra la creciente influencia de grupos criminales en la sociedad.
La intensificación de los conflictos y las acusaciones entre los presidentes latinoamericanos se manifiesta sin restricciones, evidenciando una preocupante falta de capacidad para abordar las complejas demandas de las sociedades contemporáneas. Los líderes políticos no dudan en recurrir a la confrontación diplomática y al intercambio de insultos a través de las redes sociales, lo que refleja una alarmante carencia de sentido común y pragmatismo en la esfera pugilística regional.
Estas disputas reflejan, en última instancia, las profundas divisiones ideológicas y la creciente polarización que afecta a América Latina, no solo a nivel nacional, sino también a nivel regional. La falta de experiencia de algunos mandatarios, combinada con discursos de anti-política y confrontativos, ha contribuido al aumento de la tensión diplomática en la región, como lo evidencian los enfrentamientos entre los presidentes de Argentina y Colombia, así como entre Ecuador y México.
Esta escalada de acusaciones, entre la mayoría de los presidentes latinoamericanos, se está intensificando sin restricciones. Es un fenómeno que ya no se limita simplemente a diferencias ideológicas entre izquierda y derecha; ahora implica enfrentamientos directos entre todos los actores políticos, mientras los ciudadanos quedan atrapados en medio de la confrontación.
Según algunos analistas políticos, los constantes choques entre mandatarios de la región tienen su origen en la inexperiencia de algunos de ellos, lo cual es el panorama actual de América Latina, un vecindario que simula un campo de batalla donde las constantes pérdidas de simpatías ideológicas, los triunfos de nuevos autoritarismos de uno y otro lado mantienen en tensión las relaciones diplomáticas.
A mi modo de ver, el cuadrilátero político latinoamericano está conformado de esta manera: Ecuador vs. México, Argentina vs. Colombia, Venezuela, España y Nicaragua vs. Chile, Brasil vs. Argentina, El Salvador vs. Colombia, México vs. Argentina, Argentina vs. el Papa Francisco,Venezuela vs. Guyana, Guyana vs. Colombia, Colombia vs. Israel y todos vs. Venezuela, Nicaragua y Cuba.
La polarización histórica en América Latina, sumada a la llegada de líderes políticos considerados «outsiders», ha debilitado la capacidad de negociación de las cancillerías generando un clima de confrontación permanente. Si bien en el pasado se han observado oscilaciones entre gobiernos dederecha y de izquierda, en la actualidad se están viviendo liderazgos con posturas diversas, lo que contribuye aún más a la tensión política en la región.
En este contexto, la confrontación entre personalidades políticas está afectando gravemente a toda la región latinoamericana, obstaculizando la búsqueda de consensos políticos y económicos fundamentales para el progreso de la región. Es necesario un retorno al diálogo constructivo y a la cooperación internacional para superar los desafíos comunes y construir un futuro más próspero y pacífico para América Latina.
Tres elementos han contribuido a la creciente tensión entre los líderes de la región: polarización, presidentes outsiders con posturas opuestas y la radicalización.
Varios presidentes que han asumido la primera magistratura de su país, sin la suficiente experiencia, y además con un discurso de la anti-política, como en el caso de Javier Milei (Argentina), lo llevaron, por ejemplo, a insultar a Gustavo Petro (Colombia), llamándolo “asesino terrorista” y tuvieron que ser los cancilleres de ambas naciones quienes hicieran el llamado a la calma. No obstante que el ofendido llamara devuelta a su Embajador en Buenos Aires y expulsara de Bogotá a diplomáticos de ese país. Así como el caso de Daniel Noboa (Ecuador) y López Obrador (México), donde los dos violaron, tanto la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas como la convención de Caracas sobre Derecho de Asilo.
Este roce, entre ambos presidentes, se inició con un comentario del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, en X (Twitter), a principios del mes de marzo, acerca de la violencia política en Ecuador y la supuesta manipulación de los medios de comunicación en las últimas presidenciales que dieron como ganador al Sr. Noboa.
El gobierno de Ecuador respondió expulsando a la embajadora de México, Raquel Serur y la tensión aumentó cuando México otorgó asilo al exvicepresidente Jorge Glas, sobre quien pesaba una orden de detención por peculado, llevando a que la reacción de Noboa fuera irrumpir en la sede diplomática de México en Ecuador para arrestar al Sr. Glas.
Ambos presidentes terminaron acudiendo al Tribunal Internacional de Justicia para demandarse mutuamente, por la misma causa: violación del Derecho Internacional.
Lo anterior, sumado a la polarización y a la llegada de outsiders de la política, tiene a la diplomacia latinoamericana rasgada, por decirlo de alguna manera.
No se puede olvidar que el péndulo político regional está en continuo movimiento. En América Latina surgió una ola depresidentes de la derecha neoliberal, que luego giró hacia la izquierda con gobiernos como el de Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Luiz Inácio Lula da Silva. En el actual periodo, ese péndulo no fue de un lado a otro, sino que América Latina está viviendo liderazgos de mandatarios de diferente borde. Por eso vemos presidentes como Milei, un capitalista, como él mismo se define, que se ubican en el espectro de la derecha, pero tenemos también gobiernos progresistas, como en Brasil, Colombia y Chile”.
Todo eso es peligroso porque, en un momento donde la economía mundial necesita que, entre otras cosas, los países puedan generar mejores condiciones para el crecimiento y el desarrollo de sus sociedades, tenemos a los gobernantes generando conflictos, no de Estado, sino ideológicos.
Uno de los eventos políticos más folclóricos, en la semana que recién termina ha sido el escándalo desencadenado por el ministro de Transporte de España, Sr. Oscar Puente, a raíz de las declaraciones que dio en una mesa redonda sobreredes sociales e imagen pública de políticos, en las que recomendó a los jóvenes ser ellos mismos y señaló que “hay gente muy mala que, siendo ella misma, ha llegado a lo más alto”.
En ese sentido, Óscar Puente puso como ejemplo los casos del presidente argentino y del exmandatario norteamericano Donald Trump. “No sé si tendrán asesores. Yo a Milei, desde luego, si tiene asesores, creo que no escucha mucho” y luego el funcionario fue más lejos y deslizó que Milei consumesustancias.
La respuesta oficial de la Casa Rosada fue contundente y tras repudiar las calumnias del funcionario, apuntó directamente contra el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez: “El gobierno de Pedro Sánchez tiene problemas más importantes de los que ocuparse, como las acusaciones de corrupción que recaen sobre su esposa, asunto que lo llevóincluso a evaluar su renuncia. Por el bien del Reino de España, esperamos que la justicia actúe con celeridad para esclarecer semejante escándalo de corrupción que afecta directamente la estabilidad de su Nación y, por consiguiente, las relaciones con nuestro país”.
Los outsiders de la política en la región han puesto a prueba la convivencia en el espacio latinoamericano con un comportamiento que oscila entre lo errático y la provocación planificada, al fomentar conflictos y divisiones que dificultan encontrar consensos en temas políticos, económicos y sociales, centrales de la región. Siempre habrá acuerdos de conveniencia, pero se cierran los espacios de convergencia entre sus presidentes.
De esta manera, la confrontación de estas personalidades está por convertirse en un problema político entre presidentes que está afectando a toda la región latinoamericana donde futuros consensos políticos no solamente podrán fracasar por divergencias ideológicas sino también por animosidades personales.