El miércoles 19 de junio pasado, el presidente Putin pisó Corea del Norte por primera vez en 24 años para escenificar su alianza con el régimen norcoreano y respaldar a una dictadura hereditaria que desde 1945 controla con mano de hierro la vida de sus ciudadanos. Durante esa visita, Putin y Kim Jong-un firmaron un tratado de «Asociación Estratégica Integral» que va mucho más allá de la retórica habitual, ya que podría afectar el tablero global nuclear.
Esta visita de Vladímir Putin a Corea del Norte supone un salto cualitativo no solo en el contexto de la guerra de Rusia contra Ucrania, sino también en la capacidad nuclear del régimen de Kim Jong-un y su potencial para desestabilizar el complicado equilibrio estratégico en la región de Asia-Pacífico, de interés prioritario para Estados Unidos.
Es importante señalar que, aunque los detalles exactos del contenido de ese tratado son difíciles de conocer, se puede dar por descontado que incluye el compromiso de ayuda mutua en caso de ataque a alguno de los dos países firmantes. Este acuerdo se alcanzó en un momento en que tanto Rusia como Corea del Norte enfrentan crecientes tensiones con Occidente.
Rusia se habría comprometido a suministrar a Corea del Norte tecnología que podría mejorar la capacidad de sus misiles balísticos para superar problemas de vuelo y poner en riesgo incluso el territorio continental estadounidense. Con esto, Putin se convierte en responsable directo de aumentar la capacidad ofensiva nuclear de un régimen que ha demostrado durante décadas un escaso respeto por la prudencia, realizando numerosas pruebas de misiles que han sobrevolado el territorio japonés. En lugar de una disuasión beneficiosa para la paz, Putin reivindicó ante Kim Jong-un el derecho norcoreano a fortalecer «sus capacidades defensivas».
Con esto se enterrarían los esfuerzos multilaterales por contener la carrera nuclear norcoreana, que sorprendió al mundo en octubre de 2006 con la explosión subterránea de su primera bomba atómica, y desde entonces ha llevado a cabo numerosas pruebas, la última en 2017.
El pacto de seguridad entre Rusia y Corea del Norte ha aumentado la ansiedad global sobre la creciente asociación entre el presidente ruso Vladimir Putin y el líder norcoreano Kim Jong-un, y sus implicaciones no solo para la Península de Corea sino también para Ucrania y más allá. A pesar de que algunos han señalado a los eventos de la semana pasada como una prueba más del endurecimiento del «eje del mal» que incluye a Rusia, Corea del Norte, China e Irán, si no lo fuera, el pacto podría consolidar cualquier alianza emergente.
Todo indica que Putin avanza en su deseo de que Kim Jong-un actúe como un provocador en reserva, mientras recibe armamento destinado al frente ucraniano. Aunque la invasión rusa a Ucrania ha mantenido el teatro de operaciones casi estático en los últimos meses, los enfrentamientos continúan, resultando en un considerable desgaste para Rusia en términos materiales.
Según informes de think tanks que monitorean las actividades de Kim Jong-un, desde el inicio de la invasión en 2022. Corea del Norte ha enviado en secreto casi cinco millones de proyectiles y decenas de misiles balísticos a Rusia. Esto demuestra que Putin ha asegurado una línea de suministro a pesar de la prohibición de Naciones Unidas de adquirir material militar de la dictadura norcoreana, lo cual nuevamente subraya que el presidente Putin no tiene reparos en llevar la estabilidad internacional a territorios desconocidos.
Es importante destacar que las relaciones entre Rusia y Corea del Norte tienen profundas raíces históricas. En agosto de 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética liberó el norte de la península coreana, que había estado ocupado por Japón desde 1910. La URSS también apoyó a Corea del Norte durante la Guerra de Corea, aunque sin participar directamente. No obstante que Rusia ha mantenido relaciones con Corea del Norte desde la Guerra Fría, no habían llegado hasta ahora a los estrechos lazos actuales, especialmente en el ámbito militar, donde las Fuerzas Armadas de Corea del Norte operan con equipamiento de diseño y origen ruso, siguiendo la doctrina de seguridad y defensa rusa. Además, el fundador de la dinastía Kim, el dictador Kim Il-Sung, recibió formación militar en Rusia bajo la tutela de Stalin.
También es relevante mencionar que ambos países comparten una frontera de 18 kilómetros en el norte.
El tratado aumenta considerablemente el riesgo de confrontación en la región y podría llevar a Estados Unidos y sus aliados a reforzar su presencia militar en la periferia de China. Este pacto también representa un desafío para Xi Jinping, ya que China no estaría de acuerdo en dar la apariencia de participar en un eje trilateral con Rusia y Corea del Norte, algo que Beijing ha tratado de evitar. Así mismo ha intentado presentarse como una nación pacífica que se opone a la división del mundo en bloques rivales, pero este tratado de defensa mutua entre Rusia y Corea del Norte contradice esa narrativa.
Los firmantes del tratado son socios estratégicos y comerciales de China, y ahora representan una posible fuente de confrontación al estilo de la Guerra Fría en el noreste de Asia, creando nuevas incertidumbres para Xi Jinping, quien busca paz y estabilidad mientras enfrenta desafíos internos, incluida la desaceleración de su economía.
Xi Jinping podría ver con preocupación la asistencia de Moscú a Corea del Norte, especialmente en tecnología militar que podría empoderar aún más al régimen errático de Kim, acelerando la acumulación de armas nucleares y programas de misiles. Esto corre el riesgo de socavar el delicado equilibrio y el control del caos que se ha mantenido hasta ahora. Es posible que Xi Jinping no vea con buenos ojos el incipiente acercamiento entre el presidente ruso Vladimir Putin y el líder norcoreano Kim Jong-un.
El Dr. John Delury, profesor de estudios chinos en la Universidad Yonsei de Seúl, indicó recientemente en una conferencia que, al alinearse con dos estados parias, China también corre el riesgo de enfrentar las consecuencias de las acciones de sus impredecibles socios líderes, señalando, además, que la invasión de Ucrania por parte de Putin ha dañado seriamente las relaciones de China con Occidente, que ha acusado a Beijing de no hacer lo suficiente para frenar a Rusia. Las tensiones nucleares generadas por Kim también han contribuido a unir a Japón y Corea del Sur en una asociación trilateral de defensa con Estados Unidos. En un momento en que Xi Jinping necesita estabilidad para revitalizar la economía china y mantener la posición de su país en el orden económico mundial actual, no puede permitirse más sorpresas.
China ha intentado mantener una postura cautelosa y quizás distanciarse del nuevo pacto. Según un análisis reciente del Asia Society Policy Institute de Estados Unidos, mantener el régimen de Kim en el poder es una prioridad para Beijing porque actúa como un amortiguador entre China y las fuerzas lideradas por Estados Unidos estacionadas en Corea del Sur.
Es importante reconocer que el peligro es real. Estados Unidos y sus aliados enfrentan amenazas a su seguridad sin precedentes en décadas. Nunca antes se habían enfrentado simultáneamente a los cuatro jinetes del apocalipsis, con poderes nucleares y antagonistas de occidente: Rusia, China, Corea del Norte e Irán, cuyo arsenal nuclear colectivo podría superar en pocos años al de la mayor potencia nuclear del mundo.
Desde la Guerra de Corea, Occidente no había enfrentado rivales militares poderosos tanto en Europa como en Asia. Y no hay memoria de un momento en que un adversario haya tenido tanto poder económico, científico, tecnológico y militar como el actualmente poseído por China.
En conclusión, Putin solo necesitó cuatro días en Asia para generar disrupción global, irritar a Washington, debilitar a Pekín y poner en jaque a una constelación de países en la región del Indo-Pacífico que apenas logran manejar los actuales desafíos del orden internacional. Además, redibujó el mapa de riesgos en el centro del cual se encuentra Corea del Norte, un país nuclear paria a nivel global, que amenaza sistemáticamente a sus vecinos.