El título del presente articulo describe la pelea de poder que actualmente se desarrolla entre el Presidente Alberto Fernández y la Vicepresidenta Cristina Fernández, viuda de Kirshner, frase expresada en una entrevista de prensa y completándola con: “el que toma las decisiones soy yo, ella tiene que entenderlo.
La pelea y divorcio político de poder, entre las cabezas del gobierno argentino, no hace más que complicar, aun mas, la quebradiza situación económica de Argentina.
Un abogado experto en divorcios diría que es un divorcio no consensuado, de aquellos tantos que se introducen en los tribunales y donde el amor se transforma en gasolina para las más terribles disputas. Y en este caso en particular, Argentina sufre el infortunio de una clase dirigente que dirime sus peleas a viva voz. Es importante señalar que el presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ya no se hablan y el fondo del problema los podemos encontrar en el poder, el mal de todos los tiempos y en particular de America Latina.
El pecado original se encuentra en que Alberto Fernández fue impuesto por Cristina Kirchner como candidato a la presidencia y es a ella que le debe el sillón presidencial en la Casa Rosada. La estrategia estuvo dirigida a evitar un segundo mandato de Mauricio Macri a partir de octubre de 2019. Funciono pero la anomalía política se encuentra en que no puede existir una vicepresidenta con más poder que un presidente, lo cual es el caso, y ha sido un fracaso de gestión una vez en el Gobierno.
A manera de ilustración el pecado original, es una doctrina cristiana que nos dice que la humanidad estaría cautiva como consecuencia de la caída del hombre, originado por la rebeldía de Adán y Eva (Alberto Fernández y Cristina Fernández), en el Jardín del Edén (Argentina), es decir, el pecado de la desobediencia al consumir un fruto del árbol (EL PODER). Las consecuencias de ese pecado se transmitirían a toda la humanidad (EN ESTE CASO A ARGENTINA), y consistiría en la privaciones y penurias. El cuál es el caso de esa sociedad.
A manera de ejemplo me permito señalar que en la oportunidad de la conmemoración del 46 aniversario del golpe militar contra Isabel Perón. El presidente Fernández realizó un acto protocolar, mientras que su vicepresidenta y su agrupación política, la Cámpora, movilizaron a 70.000 personas hacia la Plaza de Mayo, el símbolo del poder político en Argentina. Al frente de la movilización estuvo Máximo Kirchner, hijo de la vicepresidenta con lo cual se envió un mensaje claro: nosotros somos el pueblo, la verdadera base electoral del Gobierno, los prestatarios del poder presidencial.
La discordia entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner tuvo varias etapas, la primera, la derrota en las elecciones primarias obligatorias. La vicepresidenta achacó a su delfín político la derrota. La segunda el acuerdo que Argentina cerró con el FMI por una deuda de 45.000 millones de dólares, convirtiéndose en la gota que derramo el vaso. El kirchnerismo votó en contra del texto en el Congreso, con el argumento de que un ajuste de la economía, como acordó Fernández con el FMI, sentenciaba a muerte cualquier posibilidad de triunfo en las elecciones generales de 2023.
En los actuales momentos hay dos grupos que creen tener el derecho a tomar las decisiones, dos líderes que reclaman tener el poder de decidir en última instancia. Si bien es cierto que la Constitución argentina dice que el poder ejecutivo recae de forma exclusiva en el presidente, también lo es que la vicepresidenta tiene poder propio más allá de su lugar institucional, y es desde ese lugar desde donde exige que se considere que el presidente está allí para cumplir un mandato popular del que ella (y quienes la apoyan) se sienten mejores intérpretes
El Presidente y su entorno creen que si Cristina Kirchner lo ungió como candidato fue porque sabía que no podía ganar por sí sola y bajo esta interpretación, esta era la condición necesaria para el triunfo del Frente de Todos frente a Macri en 2019. Se trata, en el fondo, de lecturas diferentes de la realidad. La crisis económica es acuciante. La inflación está disparada (ya supera el 50% anual), y el presidente considera que el acuerdo con el FMI es el primer paso hacia la salida. El kirchnerismo, en cambio, sostiene que nada nuevo se puede esperar del FMI, y que es mejor alejarse lo más posible de Fernández mientras la Casa Rosada insista en avanzar sin remedio hacia el abismo.
Como en política no hay verdades dichas, no se puede esperar una ruptura definitiva de la coalición de Gobierno porque fragmentaría el voto peronista y aseguraría, desde ya, una derrota electoral en 2023. Y de paso pondría a la vicepresidenta, de nuevo frente a la justicia, en donde la están esperando una serie de causas por desvió de dineros públicos.
Mientras tanto el PECADO ORIGINAL, sigue generando consecuencias para la sociedad: alta inflación, narcotráfico y lavado de dinero, corrupción, alto índice de violencia e inseguridad, mayores índices de pobreza, pero sin mencionar aquellas que se derivan de la invasión de Rusia a Ucrania.