El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, renunció el pasado 21 de julio a continuar la carrera presidencial. A través de una carta en la red social X, anunció que, a sus 81 años, desiste de su empeño de presentarse a la reelección en noviembre.
El mensaje de Biden generó incertidumbre sobre las consecuencias imprevisibles para Estados Unidos y puso fin a casi cuatro semanas de dudas sobre sus aptitudes para seguir otros cuatro años en la Casa Blanca. En un segundo mensaje, Biden ofreció su respaldo a la vicepresidenta Kamala Harris para que fuese la candidata del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos.
El anuncio dio nuevo impulso a la contienda presidencial en solo 24 horas, Harris había sido respaldada por todos los posibles rivales viables, así como por una abrumadora mayoría de gobernadores demócratas, miembros del Congreso y presidentes estatales de los partidos. Para el lunes por la noche, su campaña había recaudado 150 millones de dólares de los principales donantes y 81 millones de dólares de pequeños donantes, y había asegurado más que suficientes delegados comprometidos para convertirse en la presunta candidata del partido.
La incógnita más urgente parece resuelta: Kamala Harris posiblemente será la escogida por el partido en la Convención Nacional Demócrata de 2024 que se llevará a cabo entre el 19 y el 22 de agosto en Chicago. Aún no está claro quién la acompañará en la posición de vicepresidente.
Según analistas políticos demócratas, cuando Biden la escogió como su compañera de fórmula en las elecciones de 2020, lo hizo por el simbolismo de presentar a alguien que se convertiría en la primera mujer, persona de color y de ascendencia asiática en ocupar la vicepresidencia, pero también por su edad, ya que Kamala Harris tiene 59 años. Cabe indicar que Biden hizo campaña en aquellas elecciones presentándose como un mero “puente” a las nuevas generaciones.
La gran pregunta que está en el aire es: ¿podrá Kamala Harris convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos?
Ciertamente, es una pregunta muy difícil de responder debido a la multitud de factores involucrados, incluyendo la estrategia futura del Partido Demócrata. Además, no está claro si el reciente atentado catapultará a Trump de regreso a la Casa Blanca.
Nadie dijo que la política fuera fácil, especialmente en entornos tan cambiantes y llenos de crisis como el actual. Por ello, en una campaña electoral es fundamental centrarse en el candidato y, en este caso, el debate girará en torno a lo que significa que una mujer negra tenga posibilidades reales de acceder a la Presidencia de los Estados Unidos. Aunque no gane en las elecciones de noviembre, podría evitar que los republicanos obtengan mayoría en ambas cámaras.
Por ahora, Kamala Harris ha subido entre un 44% y un 42% sobre Trump en un sondeo de Reuters/Ipsos realizado el lunes y martes entre 1.018 votantes registrados (margen de error 3%). Otra encuesta realizada por Morning Consult, después de que Biden abandonara la carrera por la reelección, encontró que Trump aventaja a Kamala Harris por dos puntos, 47% a 45%, una mejora de cuatro puntos respecto al déficit de seis puntos de Biden en la misma encuesta realizada por la misma consultora antes de que abandonara la carrera.
Los retos inmediatos de la vicepresidenta Harris son allanar el camino hacia su candidatura en la convención demócrata del 19 de agosto y seleccionar a un compañero de fórmula que pueda sumar votos.
No obstante, la fortuna pareciera estar del lado de Trump: en el complejo campo legal, ha cosechado importantes victorias: la Corte Suprema respaldó su argumento sobre la inmunidad presidencial, su sentencia por el desvío de fondos de campaña para acallar a la actriz porno Stormy Daniels fue pospuesta y un juicio por manejo inapropiado de documentos secretos en Florida fue desestimado. En términos de campaña, también ha recibido un impulso significativo, el reciente atentado que sobrevivió se ha convertido en un potente símbolo, catapultándolo. Además, el nombramiento del senador J.D. Vance como un activo clave en su candidatura ha consolidado el control del ala más extremista del partido republicano.
En un escenario donde Trump y J.D. Vance representan la tradición y el machismo de la supremacía blanca y la xenofobia del “Make America Great Again”, la vicepresidenta Harris reúne tres condiciones que la hacen una contrincante de cuidado:
1.- Es una mujer que se ha abierto paso en una arena política dominada por los hombres y que podría capitanear la defensa de los derechos reproductivos de la mujer, bajo un inclemente ataque del extremismo conservadores;
2.- Es hija de un matrimonio birracial de académicos inmigrantes, un padre negro jamaiquino y una madre de la India con ideas progresistas, lo que podría representar un compromiso con el afianzamiento de una democracia multirracial de carácter inclusivo y meritocrático, como la que representó Barack Obama y,
3.- No menos importante, podría abanderar al menos tres de las grandes luchas del Gobierno de Biden: los derechos reproductivos, el cambio climático y el alivio de la deuda estudiantil.
Kamala Harris tiene todas las posibilidades de ser ungida, con poco o ningún competidor, durante la Convención Demócrata. No solo cuenta con el apoyo de Joe Biden, sino que también hereda su equipo de operadores políticos de campaña y el cofre de donaciones que Biden había recabado. Pero, siempre hay un pero, no se puede asumir el triunfalismo como un camino seguro en la política, un ejemplo de ello ha sido la candidata Hillary Clinton. Durante su campaña contra Trump en 2016, meses antes de las elecciones, todas las encuestas indicaban que Clinton ganaría la presidencia por un margen considerable.
Aunque no era la candidata ideal para el ala más liberal del Partido Demócrata, Clinton era vista como la opción con mayores posibilidades de ser la primera presidenta de Estados Unidos.
Sin embargo, esto no fue suficiente y, a pesar de ganar el voto popular por casi tres millones de votos, Clinton no logró movilizar suficientes demócratas y electores independientes en los estados bisagra (Arizona, Colorado, Florida, Georgia, Iowa, Míchigan, Nevada, Nuevo Hampshire, Carolina del Norte, Ohio, Pensilvania, Virginia y Wisconsin), cruciales para el resultado final debido a la falta de ventaja clara para ningún partido, en esos estados, en las encuestas electorales.
No es fácil hacer campaña contra Donald Trump, especialmente después de que sobreviviera a un atentado, un hecho que muchos de sus seguidores consideran un designio divino. Sin embargo, la retirada de Joe Biden de la carrera presidencial también ha sacudido la campaña de Donald Trump, que hasta ahora se había centrado en la oposición al presidente Biden, lo cual representa una mala noticia para las aspiraciones republicanas. Creo que hubiera sido mucho más beneficioso para Trump enfrentarse a Biden que a cualquier otro posible oponente.
La Convención Republicana de este año promovió los temas más populares de la agenda del partido y centró las críticas en una sola persona: Joe Biden. Sin embargo, resulta que los republicanos apuntaban a la persona equivocada. Con la noticia de la renuncia de Biden a la campaña por la reelección, el plan del Partido Republicano, liderado por Donald Trump, ha quedado patas arriba.
Los republicanos pasaron una semana de eventos cuidadosamente planificados centrados en las supuestas debilidades del presidente Biden, a quien enfrentaban. La campaña destacó la fuerza y vitalidad de su candidato, y Trump subió al escenario tras una presentación estridente, precedida por la intervención de un luchador profesional retirado. El intento de marcar la diferencia enfocándose en la debilidad de Biden, con el objetivo de captar votantes masculinos jóvenes, fue evidente. Sin embargo, utilizar la estrategia del «fuerte vs. el débil» contra la vicepresidenta Kamala Harris simplemente no tendrá el mismo impacto.
Nadie sabe aún cómo se desarrollará todo esto en noviembre. Solo hay que pensar en todo lo que ha sucedido en las últimas dos semanas e imaginar todo lo que podría cambiar en los próximos 100 días. La decisión del presidente Biden les dio a los demócratas una oportunidad de luchar y ha hecho que las elecciones sean más competitivas e inciertas de lo que eran hace una semana.
Se me ocurre que Donald Trump no lo tiene fácil en este nuevo escenario.