El intento de golpe de Estado denunciado el pasado miércoles 26 de junio por el presidente Luis Arce refleja la compleja situación por la que está atravesando Bolivia. Las interpretaciones sobre la asonada militar, sofocada, difieren entre otras cosas, porque el propio líder del levantamiento armado, el general Juan José Zúñiga, dejó caer a la prensa, al momento de su arresto, lo siguiente: “EL DOMINGO 23 ME REUNÍ CON EL PRESIDENTE EN EL COLEGIO LA SALLE Y ME PIDIÓ HACER ALGO PARA LEVANTAR SU POPULARIDAD. ME AUTORIZÓ SACAR TANQUETAS”.
Mientras tanto, un nuevo Alto Mando Militar, dos excomandantes de las Fuerzas Armadas encarcelados, el anuncio de posibles detenciones de más militares y civiles, una gran confusión ciudadana y la profundización de la crisis política, provocada por la enconada lucha entre Luis Arce, Evo Morales y dirigentes de ambos bandos, son el escenario que marca el devenir político después de la zozobra por la toma del Palacio Quemado con tanquetas y armas, a solo 15 meses de las próximas elecciones presidenciales.
Si bien es cierto que según la versión del Gobierno que asegura haber sofocado, en menos de cuatro horas y con éxito el intento de golpe militar, también lo es que el relato de los seguidores de Evo Morales y de sectores opositores define lo ocurrido como “un autogolpe”, “un show político”, “un montaje” del presidente Luis Arce Catacora, acordado con el general Zúñiga y sus adeptos, para victimizar al presidente, en un momento crítico por las protestas de diversos sectores sociales debido a la crisis económica y energética que enfrenta el país.
Como mencioné anteriormente, las acciones militares fueron encabezadas por el general Juan José Zúñiga, quien había sido destituido como jefe del Ejército tras realizar unas declaraciones en contra del expresidente Evo Morales, un día antes del intento golpista. Este episodio, repudiado por todos los sectores políticos, es una muestra de la creciente tensión en la que ha estado sumida Bolivia durante los últimos meses.
Pero algo de lo que estoy seguro es que no hay nada claro en ese intento de golpe de estado, sobre todo porque cuando la prensa boliviana habló con el general Zúñiga a las puertas del Palacio Quemado y le preguntó por el presidente Arce, este respondió: “El presidente Arce puede seguir gobernando”. Me es difícil comprender esta crisis política.
Para entender esta situación, es importante tener en cuenta tres elementos fundamentales:
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Enfrentamiento político entre Luis Arce y Evo Morales por el dominio del MAS
El intento de golpe denunciado por Arce es el último episodio dentro de la convulsa historia política de Bolivia. En sus 200 años de historia, Bolivia ha enfrentado distintos levantamientos militares y sublevaciones; las causas han sido diversas, así como los escenarios políticos en los que han ocurrido. Esta vez, la arremetida del general Zúñiga fue antecedida por una creciente pelea de poder entre el expresidente Evo Morales y su sucesor, Luis Arce, lo que provocó una división del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido gobernante.
Esa división quedó de manifiesto en septiembre de 2023, cuando el expresidente Evo Morales anunció su candidatura presidencial para las elecciones de 2025, desafiando abiertamente no solo al presidente Arce, de quien se espera busque la reelección, sino también al Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) de Bolivia que anuló la reelección presidencial indefinida en el país, lo que supone la inhabilitación de Evo Morales para las elecciones de 2025.
En la Sentencia Constitucional 1010/2023, aprobada, se establece que la reelección presidencial indefinida no existe y “no es un derecho humano”. Con ello queda claro que ni el presidente ni el vicepresidente de Bolivia pueden ejercer el mandato más de dos veces de forma continua o discontinua, al igual que senadores, diputados o las autoridades judiciales.
De lo anterior se puede interpretar que es imposible que Evo Morales se presente a los comicios presidenciales de 2025, como era su intención. Vale señalar, además, que el líder del partido Movimiento al Socialismo (MAS) gobernó durante tres períodos continuos entre 2006 y 2019.
La Constitución Política del Estado de Bolivia establece que nadie puede gobernar el país por más de dos períodos consecutivos y en febrero de 2016 se llevó a cabo un referéndum para aprobar o rechazar el proyecto de modificación constitucional para revertir esto y permitir que tanto el presidente como vicepresidente pudieran gobernar por más períodos. Ganó el “No” con un 51,30 % de los votos. Ante estos resultados, Evo Morales reaccionó desconociéndolos y en 2017, el Tribunal Constitucional lo habilitó para volver a presentarse por considerar que se violentaba su “derecho humano”.
Todo este escenario ocurre en medio de una batalla del propio Evo con el actual presidente del país, Luis Arce, quien pasó de ser su principal pupilo y aliado a “peor enemigo”, en palabras de Morales, y ha amenazado con que habrá una «convulsión» en Bolivia si es que lo inhabilitan. La grieta entre ambos políticos es tan grande que, en el presente año 2024, el MAS celebró dividido, en actos separados, su 29 aniversario, con los «evistas» en Santa Cruz y los «arcistas» en La Paz.
Ciertamente, la disputa en el partido de Gobierno tiene consecuencias sobre su gestión. Hoy Bolivia tiene un Gobierno débil que está inmerso en una grave crisis política y sin capacidad para gestionar la conflictividad social y la crisis económica. La fractura del MAS tiene hoy al Parlamento paralizado, sin que se reúna para aprobar los créditos internacionales que Bolivia necesita para revertir una alarmante falta de divisas. Ni siquiera se intenta buscar un modus vivendi que permita reactivar el el Congreso.
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El fin del «milagro económico» boliviano
Toda esta pugna política ocurre en un momento económicamente muy complejo para Bolivia. Bloqueos de carreteras y manifestaciones han tomado fuerza en los últimos meses debido al deterioro económico del país, que paradójicamente había destacado en América Latina por su rápido crecimiento, estabilidad y capacidad para contener la inflación, motivo por el cual lo llamaron «el milagro económico boliviano».
Pero este modelo mostró sus grietas en marzo de 2023, cuando se evidenció una grave escasez de dólares en el mercado y comenzaron a aparecer largas colas de ciudadanos intentando conseguir la divisa. La disponibilidad de dólares es cada vez menor, lo que dio paso a un mercado paralelo de dólares en donde coexisten 13 tipos de cambios paralelos.
Lo anterior tendría su explicación, en parte, por la caída en el nivel de producción de gas natural que le dio cuantiosos ingresos al país luego de que en 2006 Evo Morales decretara la nacionalización de los hidrocarburos, según Claudia Pacheco, presidenta del Colegio de Economistas de Santa Cruz.
Según los informes del Banco Central, las reservas internacionales pasaron de US$15.122 millones en 2014 a US$1.796 millones en abril de 2024 (fecha en que se publicó el último informe).
Con esos recursos se han mantenido algunos de los programas sociales de los gobiernos de Evo Morales y Luis Arce, como el subsidio a la compra de combustibles, que Bolivia tiene que importar y pagar en divisas en los mercados internacionales.
Esto ha llevado al país a una crisis porque, a pesar de que se cayeron los ingresos, se mantuvo un gasto muy alto. Desde 2014, los ingresos del gas natural se empezaron a reemplazar por deuda interna y externa. En términos coloquiales, «se gasta más de lo que ingresa al fisco». Bolivia es importador de insumos y de bienes de capital en casi un 80%, por lo que se ha visto muy afectado por la escasez de dólares.
Esta situación también ha afectado directamente la importación de combustible. Según el propio presidente Arce, Bolivia importa el 56% de la gasolina y el 86% del diésel que consume.
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Descontento entre los bolivianos
Lo anterior ha generado descontento en la población. Comerciantes y transportistas han realizado manifestaciones y bloqueos viales en distintas ciudades del país, mientras que una multitud de vendedores ambulantes ha marchado hasta La Paz denunciando la escasez de dólares y combustibles. En las gasolineras se generan largas colas de personas que intentan conseguir combustible.
Cualquier parecido con la realidad de Venezuela es solo una coincidencia. Si bien se han adoptado medidas para combatir estos problemas, como la disminución de las restricciones a las exportaciones y la creación de una subasta de diésel para los grandes productores, hasta el momento, las medidas parecen no haber sido suficientes.
El intento de golpe militar es síntoma de que algo no está bien en Bolivia. La fractura entre Arce y su mentor político, Evo Morales, lastra a la democracia boliviana, bloquea cualquier estrategia contra la crisis económica, mantiene paralizado al Congreso y abre la puerta a otras aventuras como las del general Zúñiga. Este capítulo de inestabilidad política todavía no se ha cerrado.
Bolivia suma un capítulo más a su larga historia de turbulencias políticas, que incluye desde golpes militares hasta sombrías conspiraciones. Para tener una idea de la historia política del país, “Bolivia es el país con más intentos de golpe de Estado en el mundo entre 1950 y el presente”, dice Jonathan Powell, un experto de la Universidad de Kentucky en inestabilidad política.
En los dos siglos que han transcurrido desde que declaró su independencia en 1825, Bolivia ha tenido en promedio un nuevo gobierno cada 26 meses y medio. Un estudio global realizado por Powell y Clayton Thyne, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Kentucky, señala que, desde 1950 hasta el pasado martes, el país sumaba 23 casos de golpes de Estado. Eso incluye 11 golpes exitosos, definidos como los que permitieron a sus impulsores controlar el poder por lo menos durante una semana, y 12 intentos fallidos.
La década en que Bolivia habría registrado más golpes fue la de los 70 ‘s: ocho consumados o intentos, y en algunos años con dos casos seguidos.
La pregunta es: ¿Hay solución política a la crisis del MAS? No es tan fácil. En el corto plazo, el Gobierno tiene que conseguir estabilizar su apoyo político, lo cual pasaría por algún tipo de acuerdo de gobernabilidad entre Arce y Evo Morales. Si la pelea se profundiza, no habrá salida alguna. Mientras que la oposición al MAS es casi inexistente y es simple espectadora del desastre político y, por supuesto, con la mirada atenta a una oportunidad que le permita revitalizarse.
No cabe la menor duda que la causa central de la ingobernabilidad y la crisis política que ha paralizado sobre todo al Parlamento se debe a la división de Evo Morales y Luis Arce. En ese marco de inestabilidad, los bolivianos se encaminan lentamente a un nuevo proceso electoral en el que se elegirá a un nuevo presidente en 2025, siendo que el único partido con posibilidades serias de triunfo es el Movimiento al Socialismo, MAS, el conglomerado de organizaciones sociales, sindicales e indígenas que en 2006 llevó a Evo Morales al poder.