América Latina, una región marcada por una historia de inestabilidad política y transformaciones sociales, ha visto en las últimas décadas el resurgimiento y la caída de varios gobiernos de izquierda. Desde el auge del socialismo en el siglo XX hasta los esfuerzos actuales por implementar políticas progresistas, los gobiernos de izquierda han vivido un ciclo de promesas ambiciosas seguidas por desilusionantes fracasos.
Desde la Revolución Cubana hasta los gobiernos de Hugo Chávez y Evo Morales, la izquierda ha desempeñado un papel crucial en la configuración del panorama político regional. Sin embargo, a pesar de las promesas de cambio, muchos de estos movimientos han enfrentado serios desafíos y han sido criticados por su incapacidad para cumplir con sus objetivos. Este movimiento político, heredero de las luchas populares, no ha logrado alcanzar sus metas en un mundo en constante transformación.
Las oportunidades de la izquierda en la región han terminado frecuentemente en autoritarismos, como en el caso de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Sin embargo, en Brasil y Colombia, los partidos de izquierda han encontrado dificultades para transgredir el orden democrático debido a la fortaleza de sus instituciones.
Desde mediados del siglo XX, América Latina vivió una proliferación de movimientos revolucionarios y reformistas que prometieron una mayor equidad social, redistribución de la riqueza y mayor participación popular. La Revolución Cubana, por ejemplo, sirvió como modelo de resistencia contra el capitalismo, inspirando movimientos guerrilleros y partidos políticos en toda la región. Sin embargo, estos movimientos no han podido mostrar resultados positivos de su gestión de gobierno.
Uno de los principales factores detrás de los fracasos de la izquierda ha sido su incapacidad para consolidar una base de apoyo popular duradera. Gobiernos como el de Chávez en Venezuela y Morales en Bolivia llegaron al poder con promesas de justicia social y redistribución de la riqueza, pero tropezaron con problemas internos significativos, como corrupción y conflictos con otros sectores políticos.
En Venezuela, el modelo chavista, que inicialmente atrajo a amplios sectores de la población con sus programas sociales, se deterioró rápidamente debido a la corrupción, la crisis económica y la represión política. Hoy en día, el país enfrenta una profunda crisis humanitaria y económica que ha minado la legitimidad del gobierno y exacerbado las tensiones sociales.
Los movimientos de izquierda en América Latina no pudieron implementar políticas económicas sostenibles. Las promesas de nacionalización y control estatal de sectores clave de la economía a menudo resultaron en una mala gestión, socavando el crecimiento económico y aumentando la dependencia de ayudas internacionales. La falta de desarrollo económico sostenible y la creciente deuda externa han contribuido a la inestabilidad política y social de la región.
Otro desafío significativo ha sido la relación con las élites económicas locales, la comunidad internacional y las sanciones impuestas. Aunque las sanciones han influido en la situación, la principal causa de la crisis es la falta de voluntad política para implementar programas que mejoren el bienestar de la población. Los esfuerzos de los gobiernos de izquierda a menudo se han centrado en incrementar la corrupción y el mal uso del poder político.
En la década de 1960 y 1970, América Latina vio el surgimiento de gobiernos de izquierda como Salvador Allende en Chile, que prometieron una transformación radical sin resultados visibles. Sin embargo, el colapso del bloque soviético a finales del siglo XX marcó el inicio de una reconfiguración política.
En la década de 2000, una nueva ola de gobiernos de izquierda emergió con una retórica renovada, como Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa. A pesar del entusiasmo inicial, estos gobiernos enfrentaron realidades complejas y fracasaron en su gestión.
En Venezuela, el chavismo ha sido marcado por una crisis económica devastadora, corrupción y autoritarismo, mientras que, en Bolivia, la administración de Evo Morales y su sucesor Luis Arce han enfrentado acusaciones de corrupción y abuso del poder. Rafael Correa en Ecuador dejó un legado controvertido, caracterizado por corrupción y un enfrentamiento creciente con la oposición.
El fracaso de los gobiernos de izquierda ha generado un ciclo de desilusión y desencanto, lo que ha llevado a un resurgimiento de fuerzas políticas de derecha y a una creciente polarización. La recuperación de la confianza en las instituciones democráticas y la estabilidad económica siguen siendo desafíos importantes.
El escritor argentino Martín Caparrós ha señalado que la frase “la izquierda fracasó en América Latina” se ha convertido en un cliché. Ciertamente el fracaso de los gobiernos venezolano, argentino, brasileño, boliviano, y cubano es una muestra evidente de ello. No está claro si lo que se ha llamado izquierda en la región realmente lo sea, ya que algunos líderes tenían una historia de luchas sociales; otros, recién llegados de los cuarteles, la academia o los partidos del sistema, que entendieron que, tras los desastres económicos y sociales de la década neoliberal, nada funcionaría mejor que presentarse como adalides de una cierta izquierda. Pero entre las proclamas y la realidad hay un mundo de diferencias. En Venezuela decimos: del dicho al hecho, hay mucho trecho.
Me pregunto: ¿Existe o ha existido alguna vez una izquierda en América Latina?
Difícil de responder, ya que categorizar dentro de un sector ideológico determinado los avances y retrocesos de la region no sería exacto. Lo central en todo esto es si los países logran o no encontrar una expresión política para sus profundos problemas sociales, es decir si consiguen ubicar las luchas sociales dentro de un marco institucional y democrático.
Un número importante de países latinoamericanos ingresaron al siglo XXI gobernados por partidos políticos y líderes que simpatizaban con ideas progresistas y de izquierdas, fenómeno denominado por los medios de comunicación como “Marea Rosa”. Sin embargo, algunos reveses electorales y victorias recientes de partidos de centro-derecha parecen indicar que la marea ha comenzado a ceder, dando lugar a un recambio ideológico a nivel continental. Las consecuencias políticas, económicas y geopolíticas aún siguen siendo inciertas.
Sobre el caso de la izquierda venezolana, no tengo la menor duda que acabó siendo un peso político muerto para la izquierda de la región y eso debe a un escenario en el que el proceso venezolano resultó estar cada vez más alejado de visiones de justicia social. La revolución bonita como la calificaba Hugo Chávez se transformó en un esquema de corrupción incontrolable que hasta logro cambiar el clásico concepto económico de la redistribución de la riqueza, para llevarlo a otro en los que los únicos beneficiarios pertenecen al entorno gubernamental y amigos cercanos.
Es de hacer notar que el resultado de muchas de las elecciones realizadas en América Latina ha llevado a numerosos observadores, a hablar de una victoria de la izquierda, más allá de las diferencias entre países, hacia una izquierda alejada de las posturas estadounidenses, que se apoyaría en sectores sociales. Pero que Luis Arce en Bolivia y Claudia Sheinbaum hayan ganado las elecciones en sus respectivos países y que Javier Milei haya ganado las elecciones en Argentina no significa que ni los primeros están definiendo una tendencia política en América Latina, como tampoco el segundo que marque que América Latina avance hacia la derecha.
Chile, es un punto y aparte en lo que ha sido la historia de la izquierda tradicional. Y lo es porque representa una ruptura con las políticas tradicionales de izquierda y un enfoque renovado hacia temas sociales, económicos y ambientales, pero dentro del marco democrático.
Cabe recordar la posición adoptada por el presidente de Chile, Gabriel Boric quien fue el primer gobernante extranjero en expresar públicamente dudas sobre los números divulgados por el CNE. «El régimen de Maduro debe entender que los resultados que publica son difíciles de creer». «La comunidad internacional y sobre todo el pueblo venezolano, incluyendo a los millones de venezolanos en el exilio, exigimos total transparencia de las actas y el proceso, y que veedores internacionales no comprometidos con el gobierno den cuenta de la veracidad de los resultados», añadiendo, Chile no reconocerá «ningún resultado que no sea verificable».
América Latina se encuentra en un proceso de cambio político, y aunque la izquierda ha perdido terreno después de una larga hegemonía, aún controla algunos gobiernos en la región. Las consecuencias de estos cambios son inciertas, y el desafío será encontrar un equilibrio que permita una transformación efectiva y sostenible.