En América Latina, la falta de confianza en los líderes políticos se ha convertido en un tema central que refleja crisis profundas de gobernabilidad, corrupción y descontento social. Desde el Cono Sur hasta el Triángulo Norte de Centroamérica, los presidentes y líderes actuales enfrentan desafíos significativos que han erosionado la percepción pública de su fiabilidad, afectando la estabilidad política y social de la región.
América Latina, es rica en diversidad cultural, histórica y política, sin embargo, se encuentra actualmente en un momento de turbulencia y cambio. Esta diversidad, en lugar de ser un punto fuerte, ha contribuido a una situación política compleja y a menudo desalentadora, marcada por desatinos y conflictos internos. La academia, intelectuales y organizaciones internacionales han señalado que esta inestabilidad es reflejo del déficit democrático de la región. Sin embargo, la democracia misma no es la transgresora en este contexto, sino más bien la instrumentación de políticas que responden a los caprichos del «Rey de turno» en lugar de a los objetivos de una verdadera democracia.
Los recientes episodios de crisis política y gobernabilidad en países como Argentina, Ecuador, Bolivia, Brasil, Colombia, Venezuela, Perú, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Honduras ilustran cómo las tensiones internas, provocadas por líderes políticos desajustados, influyen en la dinámica política y social de estos países, así como en las relaciones interregionales. La pregunta fundamental es: ¿por qué la gente sale a las calles gritando que los que están en el poder no los representan? Y, en segundo lugar, ¿por qué, a pesar de las elecciones, los ciudadanos sienten que los políticos en actividad no los representan?
Esta consigna ha llenado plazas y calles en diversos países de América Latina, desde el norte hasta el sur del continente. Mujeres, estudiantes, indígenas, población rural y minorías se han unido en manifestaciones que reflejan un profundo malestar con el estado actual de la política. El comportamiento de los líderes políticos ha afectado los niveles de confianza y ha reducido la identificación con los partidos tradicionales.
La Dra. Flavia Freidenberg, coordinadora del Observatorio de Reformas Políticas de América Latina de la UNAM, argumenta que “los ciudadanos perciben, en primer lugar, falta de sensibilidad por parte de los que ejercen el poder hacia los temas que les preocupan y, en segundo lugar, el mal desempeño económico de algunos gobiernos que no consiguen disminuir la desigualdad, unido a la corrupción que erosiona el pacto entre representantes y representados y genera polarización con ciudadanos desafectos”. Esta percepción refleja un déficit en la calidad de la democracia, que no se materializa en instituciones sólidas ni en un estado de derecho efectivo.
Los países latinoamericanos pueden exhibir constituciones formidables, democráticas y llenas de derechos que, en la práctica, no se otorgan. Por ejemplo, en México, se reportan once feminicidios al día, el derecho a la salud se limita a quienes pueden pagar servicios privados, y la libertad de movimiento está restringida en ciertos territorios que están controlados por grupos criminales. Esta discrepancia entre el marco legal y la realidad cotidiana subraya una brecha significativa en la aplicación efectiva de los derechos y la justicia.
En muchos países latinoamericanos, la democracia no ha cumplido con las expectativas de bienestar de sus ciudadanos. La frustración con los partidos tradicionales y la falta de soluciones a problemas persistentes han llevado a la elección de «líderes salvadores». Estos líderes son vistos como una alternativa al fracaso del sistema político establecido, lo que a menudo resulta en un círculo vicioso de desilusión y caos.
A continuación, algunos ejemplos:
Argentina
En Argentina, el presidente Javier Milei asumió el cargo hace poco más de ocho meses con la promesa de combatir los problemas económicos, particularmente la alta inflación. Su política de ajuste fiscal, que incluye recortes de subsidios y reducción del tamaño del gobierno, ha generado un malestar profundo en la sociedad. La situación económica es crítica, y aunque Milei pretende erradicar la pobreza, sus medidas han causado más hambre y descontento. Además, la relación conflictiva con la vicepresidenta Victoria Villaroel, a quien él mismo designó, refleja una fragilidad política que afecta la cohesión y estabilidad del gobierno.
Ecuador
En Ecuador, la presidencia de Daniel Noboa se enfrenta a una crisis política compleja debido a la enemistad con su vicepresidenta. Este conflicto ha paralizado la capacidad del gobierno para abordar problemas cruciales como la seguridad y la pobreza. La polarización política ha debilitado la estructura gubernamental, generando inestabilidad que limita la efectividad de las políticas públicas y afecta la cooperación regional.
Brasil
Luiz Inácio Lula da Silva, al regresar a la presidencia de Brasil en enero de 2023, ha enfrentado un entorno de alta polarización política y social. Aunque su regreso es visto como una oportunidad para reformas progresistas, la sombra de la corrupción pasada sigue pesando sobre su administración. La división entre los seguidores de Lula y los de Jair Bolsonaro ha complicado la gobernabilidad y la implementación de políticas efectivas.
Colombia
Gustavo Petro, presidente de Colombia, enfrenta una administración marcada por la resistencia a su agenda de reformas y los escándalos de corrupción que involucran a familiares cercanos. Este entorno de inestabilidad afecta la capacidad del gobierno para abordar la violencia y la desigualdad, complicando la colaboración regional en temas de seguridad y migración.
Venezuela
Venezuela representa el caso más extremo de crisis política y humanitaria, con el régimen autoritario de Nicolás Maduro tratando de consolidar su poder a través de medidas represivas y la manipulación política, como el caso del reciente proceso electoral en el que salió vencedor el candidato opositor Edmundo González Urrutia y cuyo resultado fue manipulado para dar como ganador a Maduro. Venezuela se encuentra en una crisis profunda y prolongada, caracterizada por una hiperinflación descontrolada, una severa escasez de productos básicos y una profunda contracción económica.
El valor del bolívar ha descendido drásticamente, lo que ha llevado a una pérdida del poder adquisitivo y a una disminución del nivel de vida de los ciudadanos. La migración masiva de venezolanos hacia países vecinos es un reflejo tangible de la desesperación económica y de las condiciones de vida insostenibles.
Perú
Dina Boluarte asumió la presidencia de Perú en diciembre de 2022 en medio de una crisis política tras la destitución de Pedro Castillo. Su administración ha sido criticada por la falta de estabilidad y eficacia, enfrentando desafíos significativos en la gestión de problemas nacionales.
México
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) asumió la presidencia de México en diciembre de 2018 con la promesa de combatir la corrupción y mejorar la justicia social. Su administración ha enfrentado problemas de gobernabilidad, corrupción y nepotismo, afectando la percepción pública de su liderazgo. Aunque AMLO se prepara para entregar el poder a Claudia Sheinbaum, su cercanía con el presidente saliente ha generado dudas sobre la eficacia de sus políticas.
Chile
Gabriel Boric asumió la presidencia de Chile en marzo de 2022 con un mandato de reformas sociales. Sin embargo, su administración ha enfrentado desafíos significativos en la implementación de estas reformas, incluyendo la elaboración de una nueva constitución. La falta de progreso en este aspecto y la incapacidad para abordar eficazmente las demandas sociales han deteriorado la percepción pública de su gobierno.
El Salvador
Desde que Nayib Bukele asumió la presidencia de El Salvador en junio de 2019, el país ha experimentado un cambio significativo en su dinámica política y social. Bukele ha implementado una serie de reformas controversiales y medidas agresivas en su lucha contra la corrupción y la criminalidad, por lo que ha enfrentado críticas por la concentración de poder y la erosión de las instituciones democráticas. La adopción del Bitcoin como moneda de curso legal en 2021, por ejemplo, ha sido tanto elogiada por su visión innovadora como cuestionada por sus riesgos económicos y su impacto en la estabilidad financiera del país.
Con más de 5 años consecutivos viviendo en estado de excepción y con presencia militar en las calles, la seguridad estaría pasando a un segundo plano en las prioridades de los ciudadanos. Según sondeos de opinión, la economía ocupa el primer lugar en la lista de preocupaciones le sigue la desigualdad, el costo de la vivienda y el desempleo juvenil, para lo cual todavía no hay respuestas.
La falta de fiabilidad en los líderes de América Latina refleja crisis profundas de gobernabilidad, corrupción y descontento social. La corrupción, la polarización política y la ineptitud en la gestión de problemas sociales y económicos han contribuido a un creciente descontento público. La transparencia, la rendición de cuentas y la eficacia en la gobernabilidad son esenciales para superar los desafíos actuales y reconstruir la confianza en la política latinoamericana.
La política en América Latina no puede seguir siendo improvisada ni abordarse con enfoques superficiales. La crisis de confianza en los líderes políticos es un reflejo de la necesidad urgente de reformas profundas y de una verdadera práctica democrática. Los latinoamericanos deben exigir un cambio en la forma en que se gestionan sus países, asegurando que los líderes actúen con integridad y se centren en el bienestar general, no en intereses personales o agendas partidistas.