Estas dos últimas semanas en América Latina han sucedido eventos que nos lleva a hacernos una pregunta: ¿es lo que está sucediendo en el Salvador y en Colombia una muestra de que estamos siendo espectadores pasivos de un retroceso o un avance en la ya maltratada democracia que conocemos?
La democracia en sentido estricto es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes. Tengo la impresión de que la democracia en nuestra región se ha quedado estancada, mientras que la sociedad no.
1.- Como resultado de las últimas elecciones legislativas habidas en el Salvador, el partido Nuevas Ideas, orientado por el presidente Bukele, pudo hacerse, por vía democrática, del control del Congreso de su país. Bukele, hombre joven (39 años), carismático, que parece probó, y seguramente bien intencionado, con una popularidad incuestionable, encarna la representación, por un lado, del cansancio que viene agobiando, no solo al Salvador, sino a muchas sociedades de nuestro continente, y por el otro la anti-política.
Sin embargo, el Sr. Bukele, quien ya venía asomando algunas posiciones un tanto autoritarias, se aprovechó del triunfo legislativo para recurrir al uso de la atribución, que efectivamente tiene el Congreso, para destituir jueces y dejar cesantes a aquellos magistrados de la Corte Suprema y al fiscal general del país que constituyen un obstáculo a decisiones políticas cuya buena intención no se pueden poner en tela de juicio en este análisis.
Todo pareciera indicar que la moda actual en el continente es la de que la rama ejecutiva de los gobiernos busquen la manera de controlar, y si es posible someter, al Poder Judicial cuyos miembros, no siempre son santos, que suelen dificultar aquellas decisiones que pudieran exceder o no las atribuciones ejecutivas constitucionales. Sin embargo, es innegable que hay que tener presente el principio de equilibrio entre los poderes ya que, en el largo plazo, asegura las libertades. Una cosa es gobernar con “autoridad” y otra es gobernar autoritariamente.
Me preocupa lo que estamos viendo en el Salvador, pero más me preocupa lo que no estamos viendo. No sabemos quién está detrás de los enfrentamientos entre los poderes del Estado ni por qué. Sin ser, ni pretender, ser conocedor profundo de los intríngulis de la política de El Salvador y aun entendiendo la necesidad de adecentar el manejo de la cosa pública allí, considero que se deben tener presente los principios básicos de respeto a la institucionalidad democrática.
2.- El caso de Colombia es también bastante complicado ya que, en un marco electoral, la izquierda colombiana intenta desestabilizar políticamente al país y deteriorar la imagen del actual presidente Ivan Duque. Es lamentable que el primer resultado del levantamiento popular haya traído pérdidas humanas y que el segundo resultado sea un desacuerdo entre las partes en conflicto, pero también es lamentable que las críticas y condenas solo estén dirigidas al gobierno e instituciones encargadas de controlar el orden público y no a aquellos que intentaron, y seguirán haciéndolo, quemar el país, destruir la infraestructura pública y privada, haciendo uso de materiales y equipos de uso solo permitido a las fuerzas armadas.
La democracia en América Latina es débil, todavía no ha encontrado el camino a la estabilidad para mejorar el estado de bienestar de la sociedad. Pero es que ese camino está plagado de ideologías comprobadamente fracasadas, corrupción, lavado de dinero, delincuencia, y sobre todo bajo nivel de formación de los que aspiran ser representantes de la sociedad en las instituciones del Estado.