Millones de estadounidenses y muchos aliados de este país en el mundo, recibieron con esperanza la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, de eso hace solo un año. Con ese inicio concluía la presidencia de Donald Trump que más que aciertos y errores, estuvo marcada por innumerables polémicas. Casi todas sin sentido de realidad.
Hacer una evaluación, sin importar de que se trate, es sumamente difícil, y el grado de dificultad aumenta cuando se trata de evaluar el primer año de gestión de un presidente, es el caso del presidente de los Estados Unidos de América.
En todos los países la gestión de un nuevo presidente está muy marcada por lo realizado por la administración anterior, en este caso la del expresidente Donald Trump y la de este por la de Barack Obama. Y eso se debe a que las políticas de estado aplicadas alcanzan su madurez en el mediano y largo plazo, por eso es que muchos buenos y malos resultados de una gestión se debe a políticas aplicadas por antecesores inmediatos de un nuevo presidente.
En el caso de Estados Unidos, Biden asume el poder en un escenario complicado. A nivel nacional, el desmanejo de la crisis pandémica causado por la posición negacionista del expresidente Trump, negacionismo que aún persiste en algunos sectores de poder, a pesar de los decesos causados; la parálisis de la economía, aumento del desempleo, bloqueo de cadena de suministro, sin contar con el intento de debilitar una democracia de 240 años.
A nivel internacional, el deterioro del prestigio que desde la segunda guerra mundial había erigido a Estados Unidos como primera potencia mundial, el enfrentamiento continuo con los socios históricos del país, la crisis de Irán y más recientemente la amenaza creíble de la invasión de Rusia a Ucrania. A lo que habría que agregarle el retiro de Estados Unidos de foros de trascendental importancia, como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), un ambicioso y polémico tratado que busca dar forma al mayor bloque económico del mundo, el retiro del Acuerdo de París sobre el cambio climático por solo nombrar algunos de ellos.
Ese amontonamiento de desafíos y calamidades y el aleteo del legado de Trump envalentonó a adversarios históricos de Estados Unidos como China y Rusia y terminó por amplificar el poder de jugadores que se pretendía neutralizar: Irán.
Recuperar la economía del país tras los embates de la pandemia, instaurar un salario mínimo federal por hora, facilidades para los estudios universitarios para la mayoría de los estudiantes, aumentar los recursos federales destinados a salud y educación, la adopción de una política migratoria más acorde con la realidad, dar prioridad a la lucha contra el cambio climático y resolver las tensiones existentes con los aliados internacionales siguen siendo piezas claves de la agenda Biden.
El primer desafío fue enfrentar la pandemia y sus efectos en la economía. Si bien es cierto que la campaña de vacunación ha sido exitosa y que se han administrado más de 500 millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 y que más del 73% de los adultos estadounidenses están completamente vacunados, también lo es que habrá que trabajar aún más en el convencimiento de aquella parte de la sociedad que aún le teme o niega la existencia del COVID19 y sus variantes. Así como lograr que una parte del Estado no bloquee cualquier iniciativa para aumentar la tasa de vacunación contra el COVID-19. Hay que tener presente que cualquier éxito del gobierno es una pérdida para la oposición, particularmente en un año electoral.
Algunos de esos objetivos ya se cumplieron, pero otros han sido más elusivos y eso se reflejó en las encuestas, en las que luego de culminar sus primeros 100 días de gobierno con un apoyo de 57%, Biden vio menguar esos números. En septiembre pasado, cayeron tras la polémica retirada de las fuerzas estadounidenses en Afganistán y desde entonces han permanecido en torno a 43%, de acuerdo con la encuestadora Gallup. Este caso fue bastante patético porque lo que Biden hizo fue dar cumplimiento a un acuerdo firmado por el expresidente Trump y todo el mundo sabía de antemano lo que pasaría: la aplicación del islam versión talibán.
En opinión de quien escribe este artículo, al presidente Biden le quedó claro que, al igual que sus predecesores, que los eventos que escapan a su control también pueden influir en la opinión que el público tiene de él.
En materia económica el Departamento de Comercio informó que la expansión en el último trimestre del año fue del 1,7%, a pesar de los inconvenientes creados por la variante Ómicron del coronavirus. Para todo el año, la expansión económica fue del 5,7%, la mayor desde 1984.
En materia internacional, Joe Biden culmina su primer año en la Casa Blanca sobre un complejo ajedrez externo de varios tableros simultáneos tal y como exhibe la delicada crisis creada por la amenaza de Rusia de invadir Ucrania. No obstante lo anterior se reincorporó al acuerdo climático de París, revirtiendo la retirada ordenada por Trump. Se recuperó la confianza y credibilidad de los socios históricos del país, lo cual es un logro muy importante.
Respecto al drama con Irán, crisis igualmente compleja, si bien se ha impulsado la reconstrucción del acuerdo nuclear de 2015 demolido por Trump, ese país aprovechó la limitada visión estratégica del expresidente para avanzar como nunca antes en su programa atómico y terminó construyendo un moderno sistema misilístico.
En materia de política migratoria, después de que se logró desmontar la política del gobierno anterior que exige que las personas que buscan asilo en los EE. UU. permanezcan en México mientras se procesan sus solicitudes, una demanda de los gobernadores de Texas y Missouri obligó a restablecerla.
Ahora que se avecinan las elecciones intermedias de 2022, Biden todavía enfrenta divisiones y una intensa presión lo cual no fue suficiente para impedir que los republicanos aprobaron una legislación electoral que no garantiza el derecho universal al voto. Desde la derrota de Trump, 19 Estados de mayoría republicana aprobaron 34 leyes que restringen el sufragio de las minorías negras y latinas, votantes típicos de los demócratas. Una mayoría demócrata en el congreso facilitaría la gestión del gobierno de Biden a partir de noviembre de 2022.
Si bien América latina está en un escalón secundario de la agenda de la Casa Blanca, los hechos recientes como la consolidación de la dictadura nicaragüense y la presencia en la región de un alto jerarca iraní son líneas rojas para la Casa Blanca lo cual podría hacer crecer, en importancia, a América Latina.
Esperaremos y confiaremos que los legisladores podrán ver que la democracia es más importante que el juego interpartidista y que la sociedad estadounidense, muy polarizada por cierto, no puede retroceder en los logros alcanzados.