La gran discusión que hoy se genera en los foros de discusión mundiales, esta principalmente enfocada en temas que se refieren a la gobernanza global. Ello se debe a que las herramientas que contamos desde la Segunda Guerra mundial han mostrado ser insuficientes para ofrecer respuestas que reclaman las sociedades.
Si bien es cierto que estamos ante un mundo cada vez más globalizado que nunca, también lo es que las recomendaciones de los organismos internacionales suelen no ser tomadas en cuenta, los acuerdos multilaterales no se cumplen o son directamente abandonados y hasta las ayudas internacionales son o resistidas en nombre de la soberanía nacional o son presas de la delincuencia de cuello blanco.
Las instituciones internacionales están hoy en el ojo de la tormenta, debilitadas por su fracaso a la hora de traer soluciones a los grandes problemas actuales, las debilita, también esos liderazgos personalistas, que genera desconfianza de la sociedad civil. Muchos de esos liderazgos ven a las organizaciones internacionales como el BACKYARD donde pueden cumplir sus deseos.
Las limitaciones de estos organismos aparecen cuando se analizan los principales problemas globales, tales como la crisis migratoria, que da la sensación de que la ONU solo puede acompañar la acción que tomen los países receptores. En materia de cambio climático, las conferencias de la ONU han sido útiles para poner el tema sobre la mesa, pero los compromisos que asumen los diferentes países son de carácter voluntario, no son jurídicamente de obligatorio cumplimiento. Y en lo comercial, la OMC, hace lo que puede, pero su actuación siempre estará marcada por los conflictos entre China y Estados Unidos y al final por el GREEN ROOM, este último es un aberrante comité informal que conforman 7 países importantes y que transforman a su gusto cualquier decisión que se haya tomado en un arduo proceso de negociación.
A lo anterior hay que sumarle la IV REVOLUCIÓN INDUSTRIAL, cuya base es la revolución tecnológica, que transformó la manera de relacionamiento entre países, así como el ecosistema comunicacional y en consecuencia la concepción del Estado-nación. Sin ir más lejos se puede observar el comportamiento de algunas de las más grandes corporaciones mundiales, que su actuación poco a poco van dibujando una nueva forma de ESTADO.
A mi modo de ver, las organizaciones internacionales que existen a nivel global, fueron diseñadas en los años 40 y representa muy poco la compleja realidad del mundo del siglo XXI y muy en particular la nueva distribución de poder que este ha traído». En síntesis no hay nada de la estructura internacional diseñada para la posguerra que en el escenario actual pueda aportar soluciones viables.
Lo anterior es muy grave porque cada vez más vemos que los países están recurriendo, unilateralmente, a la solución de los grandes problemas y no al ámbito multilateral. Un ejemplo de lo anterior es la lucha contra el covid19. Las soluciones vinieron del ámbito unilateral. Se pudo observar que en el caso de los países en desarrollo y particularmente Latinoamérica que en vez de tener una sola voz opto por 33 voces individuales y lo que se ha obtenido soluciones parciales.
El hecho de que a estas alturas del siglo XXI tengamos un Consejo de Seguridad de la ONU, con cinco miembros permanentes (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China) con poder de veto, sin ninguna representación acorde de África, América Latina, países árabes o Asia, es un problema. Que el FMI y el Banco Mundial funcionen con el modelo de decisión por votos, tampoco representa la realidad de hoy. Que la Organización Mundial de Comercio sufra un bloqueo permanente desde la ronda de Doha contribuye a la sensación de disfuncionalidad. Que la sociedad civil sienta que no tiene instancias internacionales a las que recurrir no ayuda a fortalecer la percepción de las instituciones».
Existe en la sociedad la sensación de que ‘el sistema’ no atiende ni resuelve las demandas de la gente, que las élites no están para escuchar, sino para escucharse; que no están para servir, sino para servirse. En consecuencia, a esas superestructuras se las ve lejos del ciudadano de a pie y que carece de vías de comunicación con la gente.
Estamos en presencia de una super realidad: la conformación de un NUEVO ORDEN POLÍTICO MUNDIAL, una puja entre Estados Unidos, China y Rusia, orden en el que no habrá, como en otros tiempos, una potencia rectora, sino tres, nada fácil para el mundo, pero menos fácil será para aquellos países huérfanos políticos que no tendrán otro camino que unirse a las posiciones de cualquiera de los tres grandes que les dé más.
Lo anterior no es más que una de las tantas justificaciones del NUEVO CINTURÓN DE LA SEDA puesto en práctica por China, Europa debilitada por el BREXIT y por las contradicciones política internas pretende poner en práctica algo similar y los Estados Unidos también Rusia ya tiene el propio en Europa del este.
Las instituciones globales están cuestionadas en momentos en que parecen ser más necesarias: el drama migratorio o la catástrofe climática, por ejemplo, exigen abordajes globales. «Hoy, probablemente más que nunca, se necesitan respuestas globales a los problemas más acuciantes, no solo el cambio climático y las migraciones lo son. Las pandemias, el tráfico ilegal de personas, narcóticos y dinero, el terrorismo, los ataques cibernéticos, son desafíos que solo se pueden resolver con acuerdos colectivos y compromisos fuertes.
El nuevo orden, en principio, definirá qué reformas hacer para recuperar la relevancia de las instituciones globales, como señalé anteriormente nos encontramos inmersos en una nueva revolución, en este caso tecnológica, de la robótica, de Internet y la inteligencia artificial. Queramos o no, estas transformaciones irán adjudicando porcentajes de poder a los países según vayan entendiéndose. En este punto quisiera recordar que el 75% de las investigaciones tecnológicas la están llevando a cabo Estados Unidos y China.
Los profundos cambios que se avecinan y todavía desconocidos son demasiado grandes como para que puedan ser asumidos por un liderazgo simplemente inteligente. Son muchos los sacrificios. Será necesario asumir obligaciones muy pesadas, la de la deuda entre ellas, y luego el enorme y lento trabajo de reconstrucción. Los cambios sobrepasan los límites de lo conocido y es probable que el reclamo social se puede tornar violento y constituirse en amenaza para la propia sociedad. En los tiempos que vienen no caben los liderazgos complacientes. Tampoco la demagogia.