El primero de mayo de 1886 miles de obreros de Chicago se lanzaron a la huelga general. Hace 128 años los obreros trabajaban de sol a sol sin límite alguno en la jornada de trabajo.
Mujeres, niños y hombres eran explotados sin consideración alguna por los patrones sedientos de riqueza. Aún cuando trabajaban sin parar, la miseria reinaba en los hogares obreros. Los niños morían desnutridos, no había ninguna esperanza. Las enfermedades y el trabajo los mataban poco a poco. ¡Había que hacer algo ¡
Fue por ese entonces que surgió la Asociación Internacional de los Trabajadores, que en muchos países comenzó a impulsar la lucha en contra de tal situación. Querían la liberación completa de la clase obrera. Como primer paso exigían la jornada de ocho horas.
También en Estados Unidos se lanzaron los obreros a la lucha para arrancar sus demandas al patrón capitalista y su defensor: el Estado Burgués.
La lucha era difícil y había que organizarse y unir al mayor número posible de compañeros tras el mismo objetivo…pues la policía al servicio de los patrones rompía todas las reuniones de trabajadores a garrotazos, encarcelando a sus dirigentes e incluso utilizando las armas.
Pero los obreros contaban con un arma capaz de paralizar la vida de un país…la huelga…¡ Y la utilizaron ! Convocaron el primero de mayo a la huelga general. Todos comenzaron a prepararse y a extender la convocatoria para tener un gran impacto. Las condiciones requerían de una fuerte acción de la clase obrera.
El primero de mayo de 1886 en Chicago, E.U., miles de obreros abandonaron sus trabajos…y se lanzaron a la calle a exigir la jornada de ocho horas, como demanda central.
Esta huelga paralizó casi totalmente las actividades de esa ciudad. Los obreros demostraban su fuerza, sin ellos la ciudad estaba muerta y la producción caída. Ahí estaban reunidos, albañiles, carniceros, jugueteros, tipógrafos, mineros, etc. y eran miles y miles. La huelga se extendió, pocos días después ya sumaban 50 000 los huelguistas. La burguesía temblaba y preparaba su respuesta…
En la fábrica Mc Cormiks se reunió el 3 de mayo una gran masa, exigiendo la paralización de labores, algunos lanzaban piedras al edificio de la fábrica. La policía acudió y se encontró con una multitud combativa, dispuesta a luchar pero no preparada. La policía hizo fuego, cayeron los obreros, seis muertos, muchos heridos. Fue un ataque brutal que indignó a todos, de inmediato se organizó otro mitin al día siguiente. Más de 20 000 volantes fueron repartidos. El mitin se celebró en orden y fueron muchos los que hablaron.
Cuando ya casi terminaba el evento, aparecieron de pronto 180 policías armados que avanzaban amenazadoramente. Cuando estaban a punto de atacar, estalló un bombazo, que lanzó un provocador infiltrado, en medio del contingente policiaco, matando a uno e hiriendo a 60 policías.
La reacción no se hizo esperar. Una carga cerrada acribilló a la multitud. Comenzó así la masacre de Chicago, fruto del odio de la burguesía contra el proletariado. La policía comenzó a detener, a secuestrar, a profanar domicilios.
Fueron encarcelados los dirigentes del movimiento obrero. Aún siendo inocentes por completo del hecho, su delito era defender sus derechos, rebelarse ante el hambre y la miseria. Toda la prensa vendida los atacaba y los calumniaba. Y los llevaron a juicio, fueron nueve los procesados. Los acusaron de conspiración, asesinato, diciendo que ellos habìan lanzado la bomba. Aunque su inocencia era clara, fueron condenados injustamente.
Cinco de ellos a morir ahorcados, cuatro más a sufrir largos años de cárcel, a excepción de uno de ellos que traicionó a sus compañeros y fue puesto en libertad. Pero el juicio se convirtió en un juicio de la clase obrera contra el sistema capitalista.
“¡Que se oiga la voz del pueblo!” dijeron los condenados y los acusados se volvieron acusadores. Su voz se escucho mas allá de las rejas, muros y prisiones, encontrando eco en los obreros de todo el mundo, hermanos de la misma causa.
A pesar de millones de cartas de protesta enviadas por trabajadores de Inglaterra, Francia, España, Rusia, Holanda, Italia, así como de cientos de sindicatos, el verdugo no cedió y fueron ejecutados: Spies, Parsons, Fischer y Engel. Ling se quitó la vida en su celda un día antes de su ejecución, para no darle un gusto al verdugo. Murieron dignos y valientes, su vida se acababa pero su causa había crecido. Su idea era recogida por millones de proletarios.
A partir de 1889 el Congreso Internacional Obrero Socialista de París – fundador de la Segunda Internacional – proclamó el 1º de Mayo como Jornada Internacional de Lucha de la Clase Obrera.