Además de las valerosas mujeres mencionadas en las dos entregas anteriores, hubo miles de mujeres que aportaron a la lucha y cuyos nombres ni siquiera se han conservado: Cómo las hermanas González, de Pénjamo, quienes sacrificaron su fortuna para irse con los insurgentes. Dentro del núcleo familiar también sostuvieron la lucha María Josefa Marmolejo de Aldama. Esposa de Ignacio Aldama. Apoyó la causa y se enfrentó con valentía a los realistas, diciéndoles sus verdades.
Las mujeres patriotas lanzaban a su familia a la lucha. María Elena Gamboa de Zacatecas, convocó al pueblo a luchar en medio de grandes sacrificios, y su familia dio el ejemplo, murieron luchando su hijo Timoteo en Zacatecas el 26 de septiembre de 1813 y su esposo Víctor Rosales el 20 de mayo de 1817 en Tacámbaro Michoacán. ¡Mujeres Patriotas!
Conmueve Rafaela López Aguado. Sus 4 hijos lucharon en la independencia, Ignacio y Francisco López Rayón son los más mencionados. También lucharon Ramón, José María y Rafael. Con todo el dolor de su corazón se negó a cambiar la vida de su hijo Francisco por la rendición y perdón de sus otros vástagos.
Rita Pérez se unió a la lucha en 1814, esposa de Pedro Moreno tuvo opción de irse a esconder con su mamá y participar en la campaña por la Libertad. Se fue con sus hijos a La Sauceda. Fortificó y armó el fuerte de “El Sombrero” dio alimento y medicinas a la tropa. No aceptó indultar. Fue encarcelada y perdió a su esposo y 5 hijos. Al triunfo no aceptó la pensión que le asignaron en 1823. Vivió hasta 1861.
El gobierno colonial fusilaba mujeres y hombres, ellas lo sabían, arriesgaban la vida. Luisa Martínez de García Rojas, esposa de un “Jaranero», atendía un tendejón. En 1817 fue fusilada por los realistas en Erongarícuaro, Michoacán por ayudar durante 5 años a los insurgentes con víveres, pólvora y de todo. Fue encarcelada y multada cuatro veces y ella siguió apoyando. La mandó matar Pedro Celestino Negrete que luchaba bajo las órdenes de Iturbide. Tras el triunfo de la Independencia, este tipo, integró el primer gobierno provisional de México tras la abolición del Primer Imperio Mexicano. Hombres como él se encaramaron en el poder tras un triunfo popular al que combatieron a sangre y fuego.
María Tomasa Estévez ayudó a integrar el primer frente insurgente en Salamanca, hoy Guanajuato, al lado de Andrés Delgado, Albino García y el cura Rafael Garcilita. Persuadió a soldados realistas de desertar. Incluso los seducía con tal fin. Agustín Iturbide la fusiló junto con su hijo en Salamanca el 9 de agosto de 1814.
Eran mujeres, sólidas, de una pieza. Cuando Gertrudis fue detenida se mantuvo firme y con la moral muy alta. Las amenazas de despojarse de todos sus bienes y de los de la familia no dieron ningún resultado. Tampoco mellaron su ánimo los ofrecimientos de dejar libres a sus hijas a cambio de delatar a sus compañeros de lucha. Nada pudo obligarla a traicionar a la causa, ni su inminente condena a la pena máxima. Y así, Gertrudis nunca dio información a los españoles a pesar de innumerables interrogatorios que resistió heroicamente. Así había firmado su sentencia de muerte. Luego de que fue enjuiciada, la encontraron culpable de traición al Rey.
Se dice que ya que ella llevaba información oculta en el papel donde se liaban los cigarros, los españoles decidieron torturarla quemándola con las brasas de los cigarros encendidos. Relatos de la época señalan que la muerte que le daban a las mujeres independentistas era horrible, les hacían sufrir enormidad de excesos y crueldades, que iban desde desnudarlas en público en una sociedad en la que tenían gran pudor para luego exhibirlas ante todos en la principal plaza del pueblo. El objetivo era escarmentar y dar una lección a quienes aspiraban a la libertad. Su congruencia fue castigada, no querían que cundiera el “mal ejemplo” que daba Gertrudis. Fue fusilada al pie de un fresno de la plaza mayor, la plaza de San Agustín de Pátzcuaro, hoy Vasco de Quiroga, el 11 de octubre de 1817. Hasta el último momento mantuvo una actitud digna y retadora, trataron de que delatara a sus compañeros, incluso el sacerdote encargado de su confesión final no pudo convencerla de que a cambio de su vida diera la información sobre sus contactos en la insurgencia.
Se mantuvo imperturbable, ya con vendaje en los ojos y atada de pies y manos arengó en purépecha a la población, al grito de: “Sigan luchando por la Patria, llegará el día de la libertad. Luchad con fe y constancia, Dios habrá de premiar nuestro esfuerzo concediendo la libertad que ambicionamos”. Las balas acallaron su voz, pero sus palabras resuenan aún ahora en pleno siglo XXI en el que luchamos contra un nuevo Imperio, el norteamericano y para independizar a México del neocolonialismo.
Muchas más fueron las fusiladas anónimas: por ejemplo se habla de dos mujeres fusiladas por los realistas en el camino a Teotitlán, por sospecharse que hacían tortillas envenenadas para los realistas.
Y centenares de hermanas, mujeres e hijas de los insurgentes, quienes fueron fusiladas o apresadas por el solo delito de tener una relación familiar con los rebeldes.
Esto ocurrió de manera constante, ya que los jefes realistas, Calleja e Iturbide, utilizaron la estrategia de apresar y fusilar a las familias completas de los insurgentes: lo primero para obligarlos a entregarse, lo segundo cuando deseaban la venganza.
Y era práctica común los ajusticiamientos masivos como el que hizo Iturbide en Guanajuato tras la derrota de los insurgentes.
Hubo muchas escritoras y periodistas en la colonia, pero tenían que firmar con nombre masculino y ya en el Diario de México que comenzó a publicarse en 1805 había periodistas.
Desde Luego que Leona Vicario fue la primera periodista escribiendo en el “El Correo Americano del Sur”, “El Ilustrador Americano”, “El Ilustrador Nacional” y “El Semanario Patriótico Americano”. en el Semanario Patriótico Americano del mes de noviembre 1812 publicaron dos manifiestos que titulaba “A las damas de México” que las llamaban a jugar su papel en la lucha.
Tras la independencia editaba junto con Quintana Roo El Federalista, y por último el Correo de la Federación.
Es necesario reconocer que en ésta pareja el motor y la de las ideas más brillantes era Leona, pero tras la independencia solo dejaron a su esposo Andrés participar en la vida pública.
Lo mismo que pasó en la pareja de Josefa Ortiz de Domínguez, donde era ella el alma de la fiesta, pero tras la Independencia solo a don Miguel su marido le dieron responsabilidades públicas. Son las madres de la Independencia, junto con Hidalgo, Morelos y Guerrero, pero se enalteció exclusivamente a los hombres. Esto ha comenzado a cambiar, pero falta mucho para reconocer el verdadero rol de las patriotas.
Algunas se dedicaban a convencer a los realistas, a seducirlos, para cambiarse de bando, recogían información y ayudaban a los Insurgentes como “Manuela la Cohetera» Niño. En su casa de citas se reunían los insurgentes juaninos de San Luis Potosí a planear la independencia.
María Josefa Martínez Navarrete de Valladolid (hoy Morelia) Michoacán, por mandar una carta al teniente José Monroy invitándolo a pasar a combatir del lado de los insurgentes fue condenada a muerte. Pero ella fue rescatada del sitio en que había sido recluida. María Josefa logró ver el triunfo de la Independencia.
María Josefa Huerta y Escalante. Tuvo parentesco con Manuel Lino Villalongín. Trabajó como mujer-correo y trató de convencer a un oficial realista de cambiar de bando. María Josefa Natera. Participó en el movimiento. Fue condenada a un año de reclusión en el convento de Santa Rosa de Querétaro y a una multa de 300 pesos.
Y ayudaron en muy diversas formas. En 1823, gracias al apoyo de Micaela Soto Mayor, los generales Vicente Guerrero y Nicolás Bravo pudieron escapar de la persecución de Agustín de Iturbide para organizar la insurrección que haría caer a su «Imperio» los llevó al canal de la Viga para que escaparan por Santa Anita.
Muchas fueron encarceladas y despojadas. María Josefa Martínez. Luchó junto a Miguel Hidalgo. Tras la muerte de su marido Miguel Montiel en manos de los realistas, ella se vistió con traje masculino y al frente de un grupo de insurgentes sostuvo varios combates con el enemigo. Fue detenida y condenada a prisión perpetua.
María Ubalda Sánchez se unió al ejército insurgente en Toluca el 28 de octubre de 1810. Estaba en prisión y al quedar libre se unió al ejército patriótico. Luego fue encarcelada y perdió su casa que fue adjudicada a la cofradía del Dañinísimo Señor Sacramentado de Toluca.
Gabriela Carrasco: se lanzó a la lucha por la independencia desde los inicios del movimiento armado, en compañía de los capitanes sublevados, Agustín Carrasco, su hermano, y su pareja Cayetano López. Sus acompañantes se indultaron en 1817, pero siguieron en la lucha y dos años más tarde fueron aprehendidos por diversos delitos, entre ellos el continuar adheridos a la causa independentista.
Fueron muchas las que espiaban a favor de los insurgentes: Luisa Martínez de Gertrudis Bocanegra, Altagracia Mercado, Leona Vicario. …Josefa Ortiz de Domínguez, María Ignacia Rodríguez , pero en todo el país la mujer estaba atenta de los movimientos de los realistas y alertaba a los rebeldes.
Desde luego hubo legiones de enfermeras, cuidadoras, asistentes, agricultoras que abastecen a los insurrectos. Y apoyaban en muchos aspectos
María Micaela Monroy: natural de Tenancingo, junto con su pareja Cristóbal Cruz Manjarrez, recibió al cura Miguel Hidalgo y comitiva cuando el ejército insurgente entró a la ciudad de Toluca, el 28 de octubre de 1810.
María Soto la Marina salvo la mina se fue al río con dos cántaros para llevar agua a los insurgentes, intrépida cruzó el campo de batalla varias veces y murió en la acción de Chichihualco. Ana García, esposa del coronel Félix Trespalacios, lo acompañó en una travesía de 160 kilómetros y lo salvó de dos sentencias de muerte.
Hubo quien lo perdió todo como Ángeles María Herrera, huérfana de madre, quien tenía un rancho “del Venadito” y alojó para Xavier mina que lo quemó cuando fueron descubiertos para que no se lo quedaran los realistas. Perseguida, después robada e insultada, murió en medio de los bosques, viviendo como ermitaña. También hubo mujeres extranjeras como la señorita La Mar, de quien no sabemos su nombre, que acompañó a Mina a quien conoció en Galveston, y apoyó a los patriotas cuidando enfermos. Fue encarcelada por el gobierno español y trasladada a Veracruz. Logró escaparse, y en lugar de regresar a Cartagena de las Indias, de donde provenía, volvió a las andadas con mucha convicción y se unió a Manuel Fernández, mejor conocido como Guadalupe Victoria. Otra vez capturada en 1819, solo hasta 1821 tras el triunfo pudo volver a su suelo natal, eso sí, llena de orgullo y satisfacción.