El 28 de febrero de 2025 se cumplen 500 años del magnicidio de Cuauhtémoc perpetrado por Hernán Cortés y su soldadesca invasora. Es momento de recuperar la figura de nuestro máximo héroe, su lucha y su ejemplo, y también recuperar la memoria histórica y recuperar la gran civilización del Anáhuac, su forma de vivir y de pensar que han sido distorsionadas durante el colonialismo.
Cuauhtémoc aprendió una lección muy importante: que en la naturaleza y en la sociedad todo es dual: noche-día, frío-calor, muerte-vida, alto-bajo, mujer-hombre, dulce-salado, luz-oscuridad, y que por ello la organización social y política en el Anáhuac era conducida por dualidades (Leyva, 1991). No existía una monarquía, sino un tlatocan o consejo, dirigido por una dualidad: el tlahtoani y el cihuacoatl.
Las mujeres desempeñan roles muy relevantes en la sociedad del Anáhuac. Podían ser cihuatlamacazque (sacerdotisas), cuyas funciones eran organizar los principales ritos, elaborar lienzos y atizar el fuego sagrado. También eran parteras, curanderas, astrólogas y gobernantes reconocidas dentro de la sociedad: participaban en la agricultura, el comercio, la manufactura, y había una asamblea de mujeres. Las ancianas tenían funciones fundamentales, ya que eran sabias, maduras y serenas.
Las mujeres contribuían a la economía del lugar, pues intercambiaban en el tianguis productos elaborados o cosechados por ellas mismas, textiles y trabajos de alfarería, así como animales.
Ellas tenían muchos espacios de respeto y su posición social en la época prehispánica era de gran dignidad. Su intervención en política fue muy destacada. ¡Qué diferencia con el patriarcado opresivo y violento que impusieron los invasores europeos! En sus tierras, a las mujeres de conocimiento las quemaban vivas por “brujas”. Aquí se buscaba equilibrar la relación hombre-mujer.
Respetando la dualidad, en el gobierno de Tenochtitlan tenían a la par del Tlatocan o Consejo Supremo, un Consejo Supremo de mujeres, el Cihua Tlahtocan, integrado por 14 mujeres designadas por elección popular, según investigó el doctor Romero Vargas. Estaban encabezados por dos jefas, la cihuatlán, vocera que ejecutaba los acuerdos del Consejo de mujeres, y una cihuacoatl, que era la administradora, y ambas presidían el gobierno de mujeres. Del Consejo dependían las juezas de los tribunales de mujeres, que eran gobernadas independientemente de los hombres (Romerovargas, 1957).
El Cihuatlahtocan también gobernaba colectivos de mujeres productoras, como el de las hilanderas y tejedoras, el de las comerciantes, las ichoca callis (escuelas de mujeres) y a las ticitl (parteras). Dirigían escuelas de danza y canto llamados Cuicacalli.
El Consejo elegía una dualidad, a su vocero o Tlahtoani y también a su par, el administrador o Cihuacoatl, para encargarse del gobierno interior, esta dualidad era la máxima responsable de aplicar las decisiones. El cihuacoatl que eligió consejo en tiempos de Moctezuma Xocoyotzin fue Tlilpotonkatzin (Polvo negro). Cuando gobernó Cuauhtémoc, su cihuacóatl fue Tlacotzin (Tierra de las jarillas), quien descendía del famoso Tlacaelel, cihuacoatl de varios tlatoanis: Itzcóatl, Moctezuma Ilhuicamina y Axayácatl. El tlahtoani y el cihuacoatl eran una dualidad que representaba al consejo y operaba sus decisiones. No había reyes ni emperadores que fueron generados por la propiedad privada, como sucedió en Europa, aunque los invasores españoles así lo hayan dicho hace siglos y hoy se siga repitiendo.
A la muerte de Ahuízotl, abuelo de Cuauhtémoc, eligió a Moctezuma el Tlahtocan como tlahtoani, que en náhuatl quiere decir “el que habla”. Así pues el tlahtoani no mandaba, ni era rey o emperador, sólo obedecía las disposiciones del Consejo y las llevaba a la práctica y era muy respetado por sus acciones.
En 1502, Moctezuma y el consejo o tlahtocan lograron que los funcionarios fueran electos por sus méritos. Se promovió el pleno empleo, se organizó la construcción de jardines, zoológicos y, en Culhuacan, un hospital para ancianos, y procuró el cuidado a las personas con capacidad diferente. Mandó construir almacenes para tener reservas de alimentos para el pueblo en tiempos de necesidad, y fue un gran urbanista que planificó la ciudad con el fin de evitar que fuese afectada por inundaciones. Dirigió la construcción del teocalli a Ehécatl. Moctezuma fue un gran reformador y educador, exigió la educación obligatoria para todas y todos los niños, repartió tierras llamadas tlahtolcalli como premio a quienes realizaran servicios o tuviesen grandes méritos. En épocas de sequía y malas cosechas, abrió las puertas de los almacenes para saciar el hambre del pueblo. En todas sus acciones era apoyado por su cihuacoatl.
Todas las autoridades eran duales, en el ejército había dos supremos jefes militares: el tlacatécatl encargado de los soldados, y el tlacochcalcatl, responsable de las armas. La guerra tenía sus reglas. Se sostenían tres entrevistas, una cada mes, antes de atacar. El más fuerte le daba al más débil armas, abasto y regalos para que no se dijese que lo venció en un plano desigual. La batalla ocurría al mes de romper pláticas. Ambos contendientes sabían lugar y hora. No buscaban matar, sino hacer prisioneros. Si alguien se rendía, ya no lo atacaban. El que perdía, rendía tributo al vencedor.
En la religión, la dualidad era de dos guías espirituales: uno encargado de Quetzalcóatl, el tlamacazque, y el otro dedicado a Tláloc, el huitznahuatl aillac. Su religión reconocía la energía de las fuerzas naturales y sociales, no había ni dioses ni diablos. Tláloc era la lluvia misma; Ehécatl, el viento; Huitzilopochtli, la voluntad; Quetzalcóatl, la energía consciente, y Tezcatlipoca, el inconsciente. Todos los conocimientos religiosos de otros pueblos y culturas enriquecían el propio.
También en el poder judicial había la dualidad de dos jueces supremos: el tziociahuacatl y el huitznáhuatlailotlac, que eran muy estrictos en la lucha contra la corrupción, que castigaban hasta con la pena de muerte. Cualquier mexica que violaba la ley era severamente castigado sin impunidades ni privilegios para nadie.
En el Anáhuac no había monarquía, mandaba un Consejo encabezado por una dualidad, una diarquía. Se organizaban en calpullis, y cada uno tenía dos representantes. Los tlatoanis o tlahtoanime eran electos por méritos dentro de su calpulli, que estaba especializado en el gobierno. Todos eran miembros de la familia ampliada, pero el poder no se heredaba de padre a hijo como en las monarquías, sino por méritos dentro del calpulli. Por ejemplo, Cuauhtémoc era sobrino de Cuitláhuac, quien era medio hermano de Moctezuma Xocoyotzin, que era sobrino de Ahuízotl, quien fue hermano de Tizoc, a su vez hermano de Axayácatl, quien por su parte era nieto de Moctezuma Ilhuilcamina. Fueron electos dentro del calpulli gobernante por méritos y por ser los más aptos para ejercer su función.
Los españoles quedaron maravillados al conocer el hueyi altepetl de México-Tenochtitlan. Pero los bárbaros ni podían ni querían conocer sus instituciones y formas de gobierno, mucho menos sus concepciones duales; las tergiversaron como si aquí fuese igual que en Europa. Luego de la invasión, no dejaron piedra sobre piedra de la gran ciudad y hasta desecaron los lagos y canales. Destruyeron todo