Las cosas no están bien en México, ni en política ni en la sociedad.
La marcada desigualdad social y las graves omisiones en la gobernanza que tenemos en el país, hacen evidente la necesidad de cambiar el acuerdo de organización y de relación entre sociedad y gobierno, es decir nuestro contrato social.
Revisemos algunos datos. Morena fue fundado en 2011 por AMLO y en 13 años se ha convertido en la principal fuerza política del país. En 2024 obtuvo el 36 por ciento de los votos, es decir, 35.9 millones del padrón electoral. De 32 estados, tiene 24 con la gubernatura por este partido y el control de 27 congresos estatales. Estamos en espera de la constitución del Congreso Federal pero pinta también que será de color moreno.
De no haber una fuerza opositora, Morena se perfila hacia la dominancia política como lo fue el PRI durante 70 años lo cual no es sano por la carencia de contrapesos pero sobre todo, por el manejo “a modo” del grupo en el poder.
En las pasadas elecciones hay mensajes significativos del tejido social de México: 1) la apatía de 38.7 millones de personas que no votaron en las pasadas elecciones; 2) la aprobación de un modelo de nación promovido por la 4T con 33 millones de personas que votaron por Claudia Sheinbaum y; 3) la influencia del crimen organizado en el proceso electoral en donde además de la violencia en las campañas, se calcula que la mafia del narco pudo afectar o incidir sobre un universo entre 10.5 y 15.3 millones de electores.
Por otra parte, el saldo hasta la fecha de la gestión de AMLO reporta 185 mil asesinatos; 10 mujeres asesinadas por día; 50 mil personas desaparecidas; 850 mil muertos por la pandemia; 50 millones sin acceso a la salud; 54 millones de personas en pobreza; 23 millones de personas que no cuentan con acceso a la alimentación de calidad; y un aumento del 69 por ciento en la canasta básica alimentaria.
La paz en México se ha deteriorado un 14.8 por ciento en los últimos ocho años y la tasa de delincuencia organizada ha aumentado en un 64 por ciento desde 2015.
Tenemos un gobierno que ha privilegiado la corrupción, como medio de riqueza personal, y la impunidad para crear una red de tráfico de influencias a través del poder.
Sin duda, una gestión gubernamental reprobable en un clima político dominado por el Poder Ejecutivo. Y no estamos hablando, por la limitante de espacio, de otros rubros que tampoco tienen resultados positivos. Este es el modelo de nación que los votantes eligieron.
Ahora bien, desde el punto de vista social, México tiene fuertes contrastes en su población, mientras el 1.2 por ciento vive en condiciones económicas de privilegio, el 56.6 por ciento, es decir, 72 millones vive en pobreza. Al centro, está el 42.2 por ciento, es decir, 53 millones de personas de la clase media que no logra, por más que se esfuerce, tener una mínima parte de los privilegios de la clase alta. Dos terceras partes de la riqueza están en manos del 10 por ciento de la población.
La visión de los ricos ha permeado, por el control de los recursos, para hacer de México un país clasista que no favorece el avance hacia un país más justo y equitativo.
Tenemos una sociedad que apunta y favorece el individualismo y la competencia que a lo largo de la historia han demostrado no contribuir al desarrollo comunitario.
Así, las condiciones de eficacia colectiva se dificultan cuando el ambiente social predominante se basa en la desconfianza, la inseguridad, la violencia, la corrupción e instituciones que son “blanco” de ataques y son limitadas en su actuación; con familias lastimadas, y peor aún con la presencia del crimen organizado en todos los sectores económicos y políticos. Estos entornos han sido favorecidos por el gobierno o los grupos de poder que tampoco han permitido el surgimiento de liderazgos ciudadanos efectivos.
La población en situación de vulnerabilidad, pobreza y pobreza extrema, pero también la clase media se sienten abandonadas, sin herramientas para avanzar y tener mejor calidad de vida. Por eso aún, y cuando en el país la radiografía es crítica, al menos 35 millones prefirieron apostar a un modelo de nación que, aquí y ahora, les aliviana el gasto con los programas sociales, y asegura la continuidad de apoyo económico. Bien dice el refrán “más vale pájaro en mano que cientos volando”, las promesas de cambio electorales se percibieron como parte de la narrativa de mentiras y malas gestiones del PRI del pasado.
Algo indispensable en la democracia es la aceptación de resultados después de las elecciones. De igual manera, apoyar el proyecto de nación ganador, independientemente si coincide o no con nuestras preferencias, y exigir resultados. Aquí y ahora, nos toca aceptar el triunfo arrasador de Morena y su 4T, y participar en la construcción de un país con igualdad para todos y con un verdadero equilibrio con y entre las fuerzas políticas.
Se requiere un modelo de nación que sustituya una visión asistencialista por un empoderamiento social mediante la educación y el trabajo en condiciones de paz y con Instituciones sólidas. Un enfoque de capitalismo social orientado a fortalecer a las comunidades más débiles.
Será tarea de todos presionar y exigir que se dé un nuevo contrato social. Indispensable: 1) contar con una verdadera oposición a través de nuevos partidos políticos y liderazgos ciudadanos; 2)dialogar con la población y expertos sobre posibles reformas constitucionales; 3) fortalecer las instituciones, y; 4) trabajar en la regeneración del tejido social. Desde luego, que AMLO se vaya a su rancho y no tenga internet.
Mucho por hacer.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com