Es responsabilidad de todo gobernante, crear entornos de paz para que la sociedad pueda funcionar 24/7. Esto equivale, entre otras cosas, a garantizar la realización y mejora de los procesos empresariales y productivos para el empleo; a permitir que los ciudadanos transiten por la ciudad con total libertad; que las familias y los niños pueden ir a sus escuelas, a los parques y centros de diversiones; que los aparatos del Estado y estructuras de gobierno funcionen a cabalidad y con transparencia; y sobre todo: a impedir que los delincuentes se apropien de la vida de las familias y la convivencia social.
Hay diversos indicadores de organismos internacionales para evaluar el grado de cumplimiento de las condiciones necesarias para tener entornos positivos. Pero más allá de los indicadores, cuando la gente está temerosa de salir a trabajar, o se preocupa de ser víctima de la delincuencia y además, no confía en policía, no hay paz. Ese es el mejor indicador que se puede tener: el ánimo y percepción de la ciudadanía en términos de seguridad. A continuación, algunas situaciones que actualmente vivimos en México.
Primera. Los agricultores de Zacatecas no han podido vender su cosecha de frijol porque el narco los tiene amenazados y acorralados. Uno de ellos logró sacar una tonelada para venderla a granel; estableció contacto con varias señoras en Nuevo León quienes ayudan a colocar el producto entre sus redes sociales.
Segunda. Michoacán es el segundo productor de limón en el país, cosecha el 27 por ciento de la producción nacional. Actualmente hay escasez del producto, además de las condiciones climáticas y el aumento de los insumos para la siembra, está la disputa territorial de los cárteles. Muchas hectáreas no se trabajaron por motivos de inseguridad, la gente prefiere abandonar las tierras o son despojadas de las mismas. Los delincuentes saquean o queman los huertos, roban ganado y se apropian de la casa. Los transportistas también temen por su seguridad y no trabajan como necesitan. Tercera. Los ejidatarios promueven a través de enlaces citadinos, fuera de los mecanismos comerciales establecidos, sus productos: empanadas, tortillas de harina, salsas, hojarascas. Entre el narco y los excesivos costos de los insumos e intermediarios no encuentran otra forma de subsistir.
Nuevamente, se crea una red de apoyo.
Cuarta. Familias en Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila, y seguramente en otros estados también, han sido despojadas de sus ranchos por los delincuentes quienes los toman como vivienda y lugares de trabajo. Su patrimonio se esfuma sin querer denunciar por temor a represalias. Viven en depresión.
Quinta. Familias con vivienda de Infonavit, que todavía no terminan de pagar, son privadas de sus casas pues los narcos se instalan en ellas y los corren a todos. Los verdaderos dueños están esperando la resolución del Infonavit para definir su situación.
Sexta. Por denunciar temas “incómodos”, 29 periodistas han sido asesinados de diciembre 2018 a la fecha en México. De igual forma, 25 activistas pro derechos humanos y ecologistas fueron asesinados en 2021; Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Colima, Guerrero, Guanajuato, Morelos, Oaxaca, Sonora, Sinaloa, Zacatecas y Veracruz concentran los asesinatos.
Séptima. De enero a noviembre de 2021 en México han sido asesinadas tres mil 462 mujeres, un promedio de 10 al día. Del total de mexicanas asesinadas, dos mil 540 fueron víctimas de homicidio doloso, mientras que 922 sufrieron feminicidio por razón de su género. La tasa de impunidad supera el 95 por ciento, solo un dos por ciento de los casos termina en sentencia y tan solo una de cada 10 víctimas se atreve a denunciar a su agresor. En total existen 25 alertas declaradas por violencia de género en 22 de los 32 Estados del país.
Octava. A diciembre 2021 hay casi 100 mil personas desaparecidas en México. Y si se protesta, se corre riesgo. Hasta los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa están siendo intimidados por exigir esclarecer la desaparición de sus hijos.
Nada de lo anterior es nuevo. Los ciudadanos y autoridades lo sabemos. La delincuencia ha robado, y lo sigue haciendo, nuestra paz, invade todos los espacios.
Los entornos de paz demandan confianza en las autoridades y sobre todo el estado de derecho. Estamos lejos de tenerlos.