Los intelectuales nos ayudan a entender la realidad. Carlos Cossío, filósofo y jurista argentino, señalaba que en el pueblo hay cuatro estratos con relación a los valores sociales: en el primero está la creación original, en el segundo la vocación intelectualizada, en el tercero la comprensión objetiva y en el cuarto la comprensión subjetiva.
En otro espacio hablaremos de cada uno de ellos, ahora interesa profundizar en el segundo, el de la vocación intelectualizada que considera a las personas, ya numerosas y siempre bien conocidas en su círculo de acción, que se apasionan por el valor de origen y viven difundiéndolo de diferentes maneras. Lo promueven constantemente en el libro, en las revistas, en las cátedras, en conferencias o en las conversaciones personales. Su vida gira en torno a ese valor y de los que en él forman su esencia.
Son los “entendidos” que sienten una vocación hacia el valor y que a ella están entregados. De este estrato surgen los voceros de la opinión pública.
“No hay ciencia, ni política, ni arte, ni deporte, sin la intermediación de las personas de este estrato. Podrá darse la creación artística, el descubrimiento científico, la práctica deportiva como actos personales de la vida privada; pero no habrá ni ciencia ni arte ni deporte como fenómeno social, estando ausente aquella intermediación que los hace tema de opinión pública”, expresó Cossío.
Las personas que integran este estrato son, de alguna manera, también creadoras del valor que las preocupa. No es la creación original, es pequeña. Al comprenderlo, no se limita a recrear lo del iniciador, sino que la mejora, lo pule, lo incrementa a diario en pequeñas dosis. La opinión en este estrato es técnica y permite que los “no entendidos” comprendamos temas significativos de la sociedad.
Hoy, me permito citar a tres filósofos, con vocación intelectualizada, cuyas visiones nos ayudan a identificar criterios relevantes para entender o manejar nuestra realidad.
La primera de ellas es Adela Cortina, filósofa española referente global de la ética quien expresa: “Para ser buen ciudadano hay que tener buen corazón, es decir hay que tener la capacidad de estimar los valores, de comprenderse y de argumentar”.
Otras expresiones de esta intelectual son: “Ningún país puede salir de la crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y políticos siguen proliferando con toda impunidad”.
“Renunciar a los valores mínimos morales sería como renunciar a la vez a la propia humanidad”.
“Si no hay compasión, si los demás no nos importan ni forman parte de nuestro proyecto de vida feliz, las cosas no tienen arreglo. Aunque se promulgaran leyes espléndidas, no se cumplirían, porque no es el miedo al castigo lo que guarda la viña, como se echa de ver todos los días, sino la vivencia de la fraternidad”.
También está Martha Nussbaum, filósofa estadounidense quien señala que “tenemos que ser capaces de inculcar a los jóvenes el pensamiento crítico de Sócrates, y enseñarles cómo articular un discurso racional, cómo debatir y defender sus ideas. Para ello, claro, es esencial que tengan un profundo conocimiento de nuestra historia, que entiendan los entresijos de la economía mundial. Tenemos que cultivar la imaginación de los jóvenes para que sean capaces de ver el mundo desde el punto de vista de alguien distinto a ellos mismos”.
“Lo que principalmente necesitan saber los jóvenes es cómo argumentar y defender una idea. Hay muchas formas de conseguirlo, empezando ya en edades tempranas…la ausencia de este pensamiento crítico es, ya por sí misma, extremadamente peligrosa. Sabemos, por nuestras investigaciones, que la gente tiene una tendencia natural a dejarse llevar por figuras de autoridad que les seducen. Si no somos capaces de analizar nuestra realidad desde un punto de vista crítico pueden pasar cosas muy, muy malas”, expresa
Igualmente, Mark Lilla politólogo estadounidense, expresa la importancia de visualizar a la comunidad en su conjunto y no hacer distinción por raza, género, sexo u otras características.
“La gente se siente más polarizada, es difícil convencerles de lo que comparten sociológicamente. Es necesario lograr que se centren en un conjunto de principios y un proyecto común que esté más allá de sus diferencias…que la gente aparte la mirada de las diferencias percibidas porque está centrada en conseguir algo en común”, expresa Lilla.
En resumen: querer el bien, empatía, diálogo crítico, conocimiento de los valores significativos, construir proyectos comunes, unidad y ética. Quizá sea una buena guía para ir analizando a los aspirantes a la carrera electoral 2024 en el país.
“Los entendidos” tienen un valor significativo en la sociedad. Nos ayuda a entender la realidad y a identificar criterios que pueden guiar las decisiones. No son enemigos porque señalen verdades que no gustan a ciertos líderes.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com