Es muy triste lo que está sucediendo en Ucrania. El objetivo de Putin de recrear un nuevo imperio ruso ha fallado; su invasión territorial y ataques militares hacia Ucrania han logrado el debilitamiento de Rusia, y, por consiguiente y más lamentable, la afectación de sus ciudadanos. Además, se ha ganado el repudio internacional por emprender acciones de guerra en un mundo que ha aprendido las lecciones por ejercicios bélicos del pasado y que se esfuerza por la convivencia respetuosa entre las naciones y personas.Pese a todas las deudas sociales que tenemos, hemos avanzado en la conciencia de los derechos humanos, el respeto a la soberanía de las naciones y la convivencia en paz. Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 aprobados por la ONU, habla justamente de Paz y Justicia.
Nada de lo anterior es suficiente para Putin quien se niega a aceptar el derecho de los pueblos a decidir sobre sus recursos. No permite el acercamiento de la OTAN y de la Unión Europea con Ucrania, a la que Moscú considera parte de su identidad y de su espacio geográfico de influencia, y cuyo control considera vital para su seguridad. Además, valora los recursos de Ucrania a los cuales quiere acceder.Putin pasará a la historia como un líder autoritario y enfermo de poder que llevó a la población a la guerra, empobreció a sus conciudadanos y puso a Rusia en un grave estado de fragilidad económica que también impacta al resto del mundo. La historia está rica en ejemplos de tiranos políticos que perdieron el juicio cuando su ambición superó todo sentido compasivo. Hitler, Stalin, el etíope Hailé Mariam Mengistu, en Chile Pinochet, Sadam Hussein en Iraq, Francisco Franco son algunos nombres asociados al terror y que cobraron miles de vidas humanas en sus ejercicios de poder.
La imagen de Putin se asocia con el mal como lo expresó el presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky: «El mal, armado con misiles, bombas y artillería, debe ser detenido inmediatamente, destruido económicamente. Para demostrar que la humanidad es capaz de defenderse a sí misma, es necesario considerar un cierre completo del cielo para los misiles, aviones y helicópteros rusos».»Ucrania nunca quiso la guerra, el único agresor es Putin», señaló una mujer desde Ucrania.Por la visión enferma de su líder, aunque Trump la considere inteligente, hoy, hay 146 millones de rusos y 41 millones de ucranianos que están viviendo las consecuencias de una guerra.Las cifras que cambian cada hora señalan más de 400 civiles muertos, incluidos 14 niños, y cerca de dos mil heridos; también se habla de seis mil soldados rusos muertos y más de 500 mil de ucranianos que han huido de su país a naciones vecinas.Putin, como todos los autoritarios, es mentiroso y maneja la información a su conveniencia.
En diálogo con el presidente francés Emmanuel Macron se comprometió a suspender los ataques contra la población, las viviendas y las infraestructuras civiles en Ucrania, situación que no ha cumplido como lo señaló el asesor del Ministerio del Interior de Ucrania Antón Gueráschenko:“¡Un ataque inmisericorde y sin sentido contra un barrio residencial con misiles! ¡Cadáveres destrozados en las calles!». Putin sigue avanzando en su ofensiva con objetivos estratégicos y civiles.Quién sabe cómo evolucionará este conflicto que demanda de diálogo, mediación y diplomacia. Hay quienes señalan a Angela Merkel como opción mediadora para detener la intervención armada dado que demostró capacidad para negociación y diálogo con líderes mundiales.
En estas dolorosas circunstancias ha sido evidente una visión mundial de preponderancia a la persona. Los países no han sacado las armas para apoyar ni a Rusia ni a Ucrania. La estrategia ha sido establecer con poder colectivo bloqueos, sanciones y boicots contra Rusia, en rechazo a la invasión militar.»El problema es que nuestros líderes son tontos… y hasta ahora, le permitieron salirse con la suya con esta parodia y asalto a la humanidad», expresó Trump quien seguramente habría reaccionado de otra manera.
Este escenario triste ha generado una nueva realidad en el planeta como bien lo señala el escritor y académico Juan Enríquez Cabot; una realidad que valora la dignidad humana, que reprueba la guerra, otorga valor a la vida, y a la libertad de pensamiento expresión, acción y decisión. Hay menos tolerancia a visiones radicales y manipulación de información.El mundo no quiere la guerra ni a Putin, ni a todos los políticos autoritarios y mentirosos que dividen a la población y pretenden su control. Gloria a Ucrania.