El 8 de marzo se cumplió un año de un hecho insólito en México: la marcha de miles de mujeres que salieron a la calle a protestar por la violencia de género en el país y por condiciones de equidad. Una protesta calentita por el asesinato de Ingrid Escamilla, un mes antes, de manera brutal por su marido y cuyas imágenes fueron difundidas sin compasión en varios medios de comunicación y redes sociales.
Después del asesinato de Ingrid, han sucedido otros hechos que mueven el coraje y han hecho eco en el país: la muerte de Fátima Aldrighett de 7 años que fue violada y asesinada; Alicia Cortés que fue encontrada en una cisterna; Ana Paola de 13 años de Sonora quien fue encontrada muerta en su recámara con signos de violencia; Jéssica González de Morelia quien fue hallada sin vida y con signos de violencia en una zona boscosa; Bianca Alexis de Cancún cuyo cuerpo fue desmembrado; Mariana Sánchez quien cumplía su servicio social en Chiapas y fue encontrada muerta en su habitación tras demandar acoso; la lista podría seguir porque en el 2020, hubo 3 mil 752 asesinatos de mujeres que incluye 1 mil feminicidios.
El término feminicidio denuncia la violencia machista, un homicidio por condición de género.
En México se comete un promedio de 10 feminicidios cada día. El país es el segundo de América Latina en donde ocurren estos crímenes; las entidades federativas con mayor incidencia son Guanajuato, Estado de México, Chihuahua, Baja California y Jalisco. Del total de estos hechos se investigan penalmente un 3% y se obtiene solamente el 1% de sentencias condenatorias.
El 8 de marzo del 2020, domingo, fue día de marcha, un evento que unió a generaciones y familias. Las marchistas con gritos y carteles participaron en la manifestación convencidas de luchar por la esperanza del cambio ante la injusticia, de hablar por las que ya no están, de asegurar un buen presente y preparar el futuro para las niñas y jóvenes. Por unas horas algunas olvidaron el miedo, y en la fuerza de la unidad y el dolor, se tornaron valientes. En México fueron 60 ciudades en donde hubo marcha. Fue algo histórico. Un mismo grito: Basta.
En la marcha las imágenes de miles de mujeres eran impactantes pero los gritos más. Las pancartas y voces lo dijeron casi todo: “Por ti, por mí, por todas las mujeres”, “vivas nos queremos”, “amiga si te pega no te ama, huye”, “marchamos por las que viven con sus agresores”, “ni una más”, “el estado opresor es un macho violador” o “somos el grito de las que ya no están”, entre otras consignas.
Un mismo reclamo: Despierta, atiende, escucha.
La marcha del 8 fue el ruido y luego al día siguiente, el 9, fue el silencio.Bajo el lema “el 9 ninguna se mueve” se invitó a que no hubiera mujeres en las calles, ni en los trabajos, ni en las escuelas, ni en establecimientos. Demostrar que la vida sin las mujeres no es posible. Un día de resistencia pacífica, de hacer visible el valor de la presencia por la ausencia.
Ambos eventos representaron la necesidad, todavía vigente, de un cambio de mentalidad, de apertura al reconocimiento y valor de la mujer, sin violencia. Lamentablemente el COVID mató la continuidad estructurada y sistematizada de esa lucha que inició el 8 de marzo; “el” covid, como si fuera el cómplice masculino que estimuló a más violencia a las mujeres y a marcar más diferencias en oportunidades y espacios laborales. Por la pandemia, los reportes de violencia aumentaron un 25 por ciento; la ocupación de las mujeres en México bajó 8.5 por ciento mientras que en los hombres fue de 3.2 por ciento según datos del INEGI. Además, se intensificó el trabajo femenino con el cuidado de los hijos, del hogar y de adultos mayores. Sin duda, condiciones más vulnerables.
Aunque AMLO diga “ya chole”, no podemos hacer como que el problema de la violencia no existe o no es tan grave y puede esperar. Lo que le hacen a una nos lo hacen a todas y a la sociedad que lo permite y no lo atiende. Más allá de los gritos y del silencio, la agenda feminista sigue abierta por un despertar de paz. Seguimos siendo el grito de las que ya no están. Seguimos exigiendo el fin de la violencia de género sin impunidad; demandamos dejar de encubrir casos, tener leyes justas, que nos protejan.
Queremos vivir en dignidad, vivir sin miedo. Tener una cultura basada en el respeto, paz, equidad y paridad que permita cambiar creencias y actitudes. En el 2021 recordamos los eventos del 8 y 9 de marzo del año pasado teniendo ahora calentito el caso de Salgado Macedonio que también nos hace gritar y una valla en Palacio Nacional que nos dio el espacio para reflejar nuestra lucha.