Cada año plantea desafíos, cuestionamientos y oportunidades. El 2023 no fue la excepción y siempre es conveniente hacer un recuento de los aprendizajes.
A nivel global, lamentablemente el mundo vivió la guerra en Ucrania y en Medio Oriente, conflictos que todavía no terminan e impactan las relaciones políticas, económicas y sociales, pero, sobre todo, afecta a las familias y personas en su integridad y derechos humanos.
Vivimos también situaciones críticas relacionadas con la migración, el cambio climático e ideologías polarizadas. En algunos países sigue predominando la desigualdad, el hambre, la violencia y el descontento social.
Entre los acontecimientos más comentados está la coronación de Carlos III, los problemas legales de Trump y el recién nombrado presidente de Argentina Javier Milei, economista libertario de ultraderecha. También hubo fuertes impactos en vidas humanas por los terremotos en Turquía y Marruecos, y accidentes como el ferroviario de India o el hundimiento del submarino Titán.
Por las diferentes situaciones y acontecimientos globales se cuestionó la eficiencia de organismos internacionales y continúa la reflexión sobre la pertinencia de gobiernos de izquierda o de derecha.
En México, vivimos los problemas de seguridad, pobreza, afectaciones por el cambio climático, violaciones a derechos humanos, reprobamos en educación y por supuesto conflictos ocasionados por los otros datos del presidente en temas como PEMEX, CFE, IMSS-Bienestar y SEGALMEX, por citar algunos. Por AMLO, estamos muy preocupados por la estabilidad democrática del país debido a los ataques sistemáticos al poder judicial y a las instituciones públicas, como el INE y el INAI, que más allá de la necesidad de reestructura, ponen en riesgo el funcionamiento y permanencia de estas. El narco, la migración y la energía fueron temas cruciales en la relación con los vecinos del norte. Por supuesto, “las obras faraónicas” del presidente fueron (y son) ejemplo de ineficiencia.
Sin duda el incendio en el centro de detención de migrantes en Ciudad Juárez, el huracán OTIS en Guerrero, el incremento de personas desaparecidas, el desabasto de medicinas, y las muertes violentas de jóvenes en Jalisco, Zacatecas y Guanajuato fueron temas que lastimaron a la población y a las familias que los padecieron.
En Nuevo León también tuvimos nuestra dosis de problemas en temas como el agua, seguridad, calidad del aire, transporte y desarrollo urbano. Y por si fuera poco, la pésima relación entre el gobierno estatal con los gobiernos municipales y el Congreso del Estado, y el show por las aspiraciones presidenciales de Samuel, que afectaron el ánimo y la marcha progresista que caracteriza al Estado.
No todo fue negativo. Vimos avances gracias a la tecnología e inteligencia artificial que representan un estímulo al conocimiento, a la innovación y al aprendizaje; el famoso chatgpt, o las misiones a Júpiter o los ordenadores cuánticos, son algunos ejemplos que también plantearon la necesidad de regular el uso y desarrollo de las tecnologías emergentes.
El trabajo remoto tomó más predominancia, así como las preocupaciones por las vacunas y pandemias que pudieran surgir ante el anuncio por parte de la Organización Mundial de la Salud del fin de la emergencia sanitaria por el COVID-19.
Así mismo, hubo más expresión de la conciencia ciudadana en temas como equidad, justicia social, cambio climático, derechos sexuales, entre otros, a través de las organizaciones de la sociedad civil y activistas.
Quizá uno de los temas más críticos que vivimos en este 2023 tiene que ver con ‘la verdad’. El exceso de información e intereses que la manipulan, amenazaron la estabilidad, la confianza y la credibilidad ciudadana en temas particulares.
La denominada posverdad va mucho más allá de la simple mentira. Algunos líderes la utilizan de manera intencionada para hacer difícil distinguir la verdad y de esta forma reforzar creencias equivocadas y propiciar la polarización. Nuestro presidente AMLO y ahora Sheinbaum por ejemplo, nos hablan de un México que “va muy bien” cuando la realidad es diferente.
Pese a lo vivido en 2023 y por más sombría que pueda ser la realidad, hay esperanza. Afortunadamente, todavía no ha sido afectada.
Pero como bien señalan algunos intelectuales, es necesario organizar la esperanza para que mediante la acción y la colaboración se puedan abordar los desafíos y construir un futuro mejor.
Mahatma Gandhi expresó: «la esperanza en sí misma es como un sueño, es un deseo sin ninguna base sólida. Pero la esperanza junto con la acción se convierte en una realidad».
En esta esperanza organizada necesitamos privilegiar acciones para la paz, la democracia y el humanismo, valores que tienen como elementos comunes a la persona en su dignidad y en la conciencia del otro; el diálogo como estructura deliberativa para lograr el bienestar; y la libertad como derecho a la expresión y movilidad.
El 2023 ya terminó y es importante hacer un recuento de lo que necesitamos mantener, reforzar y cambiar.
Mis mejores deseos para un 2024 lleno de esperanza organizada.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com