Muy preocupantes son los escenarios posibles después del COVID-19 en México y el mundo.
Según Delloite, consultora internacional en diversos giros industriales, en su documento perspectivas macro a abril 2020, el mundo experimentará una caída profunda derivada de la crisis.
De una manera muy simple: se rompen cadenas productivas y se deja de comprar.
El PIB mundial tendrá una caída del 3 % estimado anual para 2020 pero con recuperaciones positivas para el 2021. Por ejemplo, Estados Unidos irá de -5.9 a 4.7 en 2021; la Eurozona de -7.5 a 4.7. Hay excepciones como India y China que cierran su año con PIB positivos 1.9 y 1.2 respectivamente, y con crecimientos de 7.4 y 9.2
Para México se espera al término del año un decrecimiento del 6.5% con altos riesgos hacia la baja, y dependiendo de las decisiones que se tomen y la capacidad de contener el virus, podría haber una recuperación en 2021 o 2022.
En México, según la CEPAL, los factores externos que incidirán en la contracción económica 2020 son: comercio, turismo (decrece), petróleo (precio a la baja), remesas (decrecen) y mercados financieros. Afecta también la dependencia de economías externas que también están siendo impactadas.
Ciertamente el COVID-19 nos pescó desprevenidos a todos. Nunca, dimensionamos el impacto que tendría en todas las esferas de la vida.
La fórmula de la recuperación está en la capacidad de detener la pandemia, en las decisiones oportunas y pertinentes de las autoridades, y en la formulación de planes de reactivación y de apoyo general. Desde luego, la infraestructura social y sanitaria con que cuente el país y la calidad de la relación entre gobernante y pueblo son determinantes. Así mismo, la solidaridad y respuesta ciudadana que renuevan la esperanza y dan a la economía un rostro humano. Hay poblaciones muy vulnerables en pobreza, condiciones de salud, situaciones ambientales y sistema político. La desigualdad es la causa de mayores impactos y quienes la sufren, vivirán también las consecuencias del COVID-19. Se calcula que para finales del 2020 habrá un 30% más de pobres en el mundo.
Por el contrario, vemos a países que pudieron reducir el impacto de la pandemia como es el caso de Finlandia, Noruega, Nueva Zelanda, Israel y Costa Rica. Países cuyos gobiernos tomaron decisiones certeras y que cuentan con sistemas de salud sólidos construidos desde hace muchos años, además, la población confía en el liderazgo de sus gobernantes y hacen un frente común para salir adelante. Lo cierto es que las cifras son críticas. En México, por ejemplo, llevamos más de 5 mil muertes superando a China y habrá más en las próximas semanas. En poco más de un mes, del 18 de marzo al 28 de abril se perdieron 700 mil empleos según el diario El Economista, 17,676 empleos por día, y se espera que haya más desempleo.
El Banco Interamericano de Desarrollo informa que en México el 49% de los hogares cuentan con un integrante que perdió su empleo por el COVID-19 y que el 56% de las microempresas podrían cerrar por la crisis.
Sin duda, habrá que trabajar mucho para recuperarnos. Trabajar en planes que reactiven el empleo, pero también el desarrollo humano. El momento histórico que nos ha tocado vivir con esta pandemia, nos demuestra que el mundo necesita avances en ciencia y tecnología, pero también requiere evolucionar en la capacidad de diálogo, en la forma de vincularnos y de respetar a la naturaleza y en la orientación de recursos para el bien común, en condiciones de igualdad para todos. Ojalá seamos capaces de identificar los aspectos críticos que debemos atender como sociedad. El mundo debe salir de esta crisis más solidario, más humano, más sensible, más compasivo y más ciudadano. Aprendamos de los países exitosos ante esta crisis, cuáles fueron sus condiciones para salir adelante. Igualmente, qué nos obstaculiza para generar programas de bienestar para todos y políticas públicas que ayuden a los más vulnerables.
Ojalá los gobernantes se olviden de sus proyectos políticos personales y asuman una visión colectiva del bien. Se depende mucho de ellos.
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