El ánimo social por la Covid está muy dañado. Empezamos por las autoridades quienes establecen lineamientos para la apertura-cierre de actividades que no necesariamente reflejan la aprobación de la sociedad quien está urgida de la reactivación. La decisión más álgida por la proximidad de la fecha está en el regreso a clases en donde si bien es evidente la urgencia de volver a las aulas por las afectaciones socio emocionales y académicas de los niños, también es cierto que el entorno de contagios es riesgoso y las condiciones desiguales entre las escuelas públicas y privadas es alta. Creo que no podemos permitir, aunque la decisión es de los padres, que unos sí regresen y otros no, marcando más las diferencias en México, tampoco arriesgar a los niños cuando no se pueden garantizar ambientes seguros. Sin embargo, como en todo, habrá qué ver el cómo sí para retomar la actividad escolar.
Por otra parte, entre la población tenemos gran variedad de perfiles. Están quienes están esperando a que lleguen las vacunas viviendo una espera esperanzada con tintes de agobio; están también quienes por resistencia o desidia han optado por no inocularse poniendo en riesgo a toda la población. Están quienes desde el 2020, aunque parezca increíble, se mantienen en encierro domiciliario lo cual los deja en desventaja para su sistema inmunológico que requiere fortalecerse con la exposición cuidada al exterior. Están también quienes ya están pensando en la tercera dosis, en Estados Unidos por supuesto, por el temor con solo pensar, en contagiarse. Aquellos que consideran la revacunación por desconfianza a la que recibieron. Están los que con actitud valedora, se niegan a usar cubre bocas y respetar la sana distancia y se mueven con total libertad. Por supuesto, está el personal de salud que está cansado de no ver fin a esta situación y ruegan para que seamos cuidadosos en respetar las medidas preventivas necesarias.
También podríamos agregar eventos públicos como la realización del festejo “memoria luminosa” conmemorativo a los 500 años de resistencia mexicana y la caída de Tenochtitlan, que aun y con semáforo naranja, fue celebrado en el zócalo capitalino en el que asistieron miles de personas en una carpa en la que fue difícil respetar la sana distancia y conservar el cubrebocas para gritar “Viva México”. Y como si no hubiera riesgo, el espectáculo permanecerá todo el mes de agosto y dicen los organizadores que admitirán hasta 800 personas con el uso del cubrebocas y sana distancia, y además, ya preparan el festejo por el bicentenario de la consumación de la Independencia, ¿será posible?
Y, por si fuera poco, se dice que hay millones de vacunas perdidas porque los números de Ebrard, de los insumos comprados, no coinciden con los de Gatell, de los aplicados, y el reporte final es de producto no localizado. ¿Usted cree?
Todo este desorden covidiano ha generado enojo, miedo, angustia que al igual que el virus, afecta nuestro sistema inmunológico. La realidad ante esta situación es clara: nos falta mucha cultura de la prevención anti-COVID y asumir cada uno sus responsabilidades. Las cifras al alza de contagios desalientan y hacen evidente la necesidad de actuar de manera diferente. Entre los casos de la nueva variante, hay gente menor de 30 años y niños lo cual es lamentable.
Debemos estar conscientes de que el virus nos acompañará todavía una buena temporada y es necesario aprender a vivir en una nueva realidad en donde el cubre bocas, la sana distancia y el lavado de manos continuo, serán constantes junto con la decisión de permanecer en casa y no salir a menos que sea por urgencia o por trabajo. No podemos bajar la guardia en medidas preventivas por el bienestar de todos.
También están las acciones protocolarias y de monitoreo que unidades de negocios y autoridades oficiales deberán atender. El gobierno carece de una estrategia eficiente para combatir la pandemia, pareciera que deja todo a la decisión personal cuando lo más importante, las vacunas, atención médica y lineamientos operativos, les toca a las autoridades resolver.
Entre todos los aprendizajes está aceptar que para combatir al virus se requiere de la inteligencia colectiva, del trabajo de todos, del diálogo para resolver la diferencias y buscar el cómo sí. Alrededor del virus, ya se ha formado una cultura con valores, comportamientos y memoria histórica.