Pareciera que Cuba se define por la revolución de Castro y por los problemas en la relación con Estados Unidos. Y en cierta forma, así es. El impacto de ambos sucesos afecta la calidad de vida y el ánimo de los cubanos.
Cuba estuvo bajo control de Estados Unidos hasta la proclamación de la República en 1902; posterior a esta, la influencia estadounidense siguió presente hasta la revolución de 1959, promovida por Castro, que marcó el inicio de una transformación radical en la política y economía cubanas.
El nuevo gobierno de Fidel Castro implementó políticas de nacionalización y expropiación que afectaron los intereses económicos de Estados Unidos. En 1960 Cuba se alineó con la Unión Soviética, adoptando un sistema socialista, alianza que intensificó la hostilidad con EE.UU.
Con el objetivo de presionar por un cambio de régimen en pro de los derechos humanos de los cubanos, Estados Unidos impuso un embargo económico total a Cuba en 1962 lo que ha afectado la economía y las condiciones de vida de su población. Ha habido esfuerzos diplomáticos por normalizar las relaciones entre ambos países con la reapertura de embajadas y el alivio de algunas restricciones comerciales, sin embargo, la vida en Cuba tiene muchas carencias. El embargo comercial se ha politizado a nivel internacional.
Los cubanos buscan en la historia el orgullo de su identidad.
Son ciudadanos que han aprendido a ser resilientes para enfrentar las limitaciones y carencias producto de una ideología socialista que se aferra a no claudicar y demostrar la prevalencia de principios humanos.
Pero es evidente la ineficiencia y autoritarismo del gobierno: calles sucias, cortes de luz diarios, cortes de agua cada dos días, represión para expresarse, bajos salarios, carestía de productos, supermercados vacíos, mercado negro en dólares y poca o nula representatividad del pueblo. No tienen libertad para viajar porque no tienen los recursos para sacar una visa.
La pobreza se ve y se siente. Entornos sombríos, aunque la música esté presente en muchos sitios turísticos.
Es una ciudad dolarizada, la gente sabe que su moneda, peso cubano, les alcanza para muy poco, y prefiere pedirle al turismo que todo lo pague en dólares, para así convertirlos a un tipo de cambio que sobrepasa en mucho, el oficial.
Sus cuatro plazas históricas, y motivo de orgullo, son la militarizada, la comercial, la de San Francisco y la de la Catedral; ofrecen un paisaje más limpio y con casas en mejores condiciones aún y cuando forman parte de la Vieja Habana.
La zona dedicada a las embajadas es la mejor, así como la orientada al turismo con hoteles, como El Nacional, que no muestran las carencias que el pueblo vive.
El contraste, que ubica en la realidad, lo marcan los barrios y las personas que abordan y acosan a los viajeros, pidiendo dinero u objetos como dulces o mercancías de sus lugares de origen.
Se sienten muy orgullosos de personajes como José Martí y el Che Guevara. “Fidel perfeccionó la cultura, el deporte y la salud” expresó un taxista, “pero no sirve de mucho pues no hay medicinas ni equipamiento médico”.
Platicar con las personas es fácil, como si tuvieran necesidad de compartir su visión sobre su país y gobierno. Todos están bien dispuestos a la plática y a ofrecer servicios turísticos, pues su nivel de información es alto, sobre todo cuando hay una propina.
La educación obligatoria llega hasta la preparatoria y es gratuita. Para el ingreso a la universidad se exige presentar un examen que evalúa el nivel de español, matemáticas e historia. Además, se analizan las competencias de la especialidad que se desee estudiar. Los estudiantes no tienen la libertad de estudiar lo que desean cuando no tienen las habilidades requeridas.
El salario mínimo es entre tres mil y cuatro mil pesos cubanos. Un médico gana al mes el equivalente a 23 dólares y una maestra pensionada recibe el equivalente a cuatro dólares al mes, cantidades insuficientes para cubrir sus necesidades. Por ejemplo, una tapa de huevos cuesta dos mil 500 pesos cubanos, casi igual al salario mensual. Además, hay desabasto y los productos subsidiados cada vez son menos.
“A diferencia de los mexicanos que se unen contra el gobierno (cuando no están conformes), el cubano prefiere marcharse” así se expresó un lugareño.
La gente que ha logrado salir de La Isla manda y envía dólares a sus familias lo que les permite mayor holgura en sus ingresos. El ánimo generalizado es de tristeza y desesperanza, sobre todo en los jóvenes que saben que su futuro no es alentador. La gente mayor se afianza del orgullo de la revolución y por Fidel Castro.
Sus automóviles antiguos son como una postal del tiempo pasado que se detuvo.
Sobre México tienen excelentes referencias, “somos pueblos hermanos, su presidente, nos ayuda mucho”, expresó una persona.
“Lo único que nos pueden robar es la sonrisa”.
“Si a usted le duele el desperdicio (de comida), imagínese a nosotros que no tenemos ni la harina para comer”.
“Gracias a eso (el pago de una excursión) va a comer mi familia”.
Señalaron algunos cubanos.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com