Ya lo hemos dicho en otras ocasiones, el fenómeno migratorio es complejo. Es un problema que entraña relaciones diplomáticas, derechos humanos y tratados internacionales pero que también refiere situaciones graves en los países de origen. Mientras no se cuente con gobiernos honestos y eficientes, difícilmente se podrán superar las crisis económicas y sociales de las naciones.
La migración siempre ha existido. Está ligada a los grandes problemas asociados a la pobreza, desigualdad, violencia, y a la incapacidad de los gobiernos y organizaciones internacionales de resolverlos. Si los ciudadanos contaran con mejores condiciones de vida, trabajo, acceso a servicios y oportunidades, no saldrían de sus países.
Es increíble que aún y con el avance que se tiene en la ciencia y tecnología, con la riqueza de países, la visión de empresas globales entre otros aspectos que marcan evolución, no se haya podido resolver o avanzar significativamente en lo que Bernardo Kliksberg, sociólogo, llama “desafíos o pecados globales”.
Por otra parte, nos falta mucho sentido compasivo en la población. Adela Cortina, filósofa española, quien en 1990 acuñó el concepto de “aporofobia”, para referirse rechazo hacia la pobreza y a las personas pobres expresa que “a cuenta de la crisis nos hemos dado cuenta de que por la falta de ética el dinero se ha ido para muchos sitios y ha traído sufrimiento sobre todo para los más vulnerables…el pobre no puede aspirar a ser feliz”.
El Primer Ministro de Haití, Ariel Henry en su discurso durante la pasada Asamblea General anual de líderes mundiales de la ONU, señaló: “los seres humanos, padres y madres que tienen hijos, siempre van a huir de la pobreza y el conflicto… la migración continuará mientras el planeta tenga áreas ricas cuando gran parte de la población mundial vive en la pobreza, incluso en la pobreza extrema, sin posibilidades de una vida mejor… creemos que muchos países actualmente prósperos se construyeron debido a olas sucesivas de migrantes y refugiados”. Durísima declaración. Ciertamente los padres responsables y además hartos de ser pobres siempre desearán mejores condiciones de vida para su familia. Así mismo, la desigualdad permitida a nivel global generará migración, violencia y crisis humanitarias.
Ya lo hemos dicho en otras ocasiones, el fenómeno migratorio es complejo. Es un problema que entraña relaciones diplomáticas, derechos humanos y tratados internacionales pero que también refiere situaciones graves en los países de origen. Mientras no se cuente con gobiernos honestos y eficientes, difícilmente se podrán superar las crisis económicas y sociales de las naciones.
Por eso la importancia y necesidad de contar con verdaderos programas de desarrollo social que faciliten los recursos educativos y tecnológicos necesarios para que las personas puedan gestar su propia autosuficiencia. Evitar el asistencialismo a menos que las personas estén en una situación límite extrema. El verdadero liderazgo, centrado en la responsabilidad y en la persona, está en defender los derechos de los marginados, de los vulnerables, empoderándolos en sus capacidades personales a través de la educación y empleo.
Desde luego, con condiciones sustentables en política, economía y apego a derecho.
La migración masiva de haitianos que en el último mes estamos sufriendo en México y Estados Unidos ha desequilibrado la capacidad de respuesta de los gobiernos y ciudadanía. En algunos casos los derechos de los migrantes han sido violentados por la policía migratoria lo que ha acrecentado la presión social.
Haití siempre ha sido pobre, su pobreza es histórica, es el más pobre de toda Latinoamérica. En la actualidad vive un momento de fuerte inestabilidad política, económica y social después del asesinato de su presidente, Jovenel Moïse, en julio pasado y del terremoto en agosto que destrozó el suroeste del país. El Estado, por la crisis, no ha podido atender las necesidades básicas de la población. Se suman también fuertes problemas de seguridad y violencia. Por eso la gente ha decidido salir de él. En grupo, se apoyan durante el larguísimo y complicado trayecto.
Es triste escuchar a gente, incluyendo políticos, que se expresan de manera despectiva hacia los migrantes, exhortan a no ayudarlos pues aseguran, “se volverán” delincuentes o bien, que, al ofrecer empleo, se debe primero asegurar a los locales antes de pensar en extranjeros.
Sin duda, nos falta el sentido de comunidad que Mark Lila, politólogo estadounidense, señala ante la necesidad de proyectos que sean trabajados de manera conjunta por las personas sin distinción de raza, sexo o creencias. “La gente se siente más polarizada, es difícil convencerles de lo que comparten sociológicamente. Es necesario lograr que se centren en un conjunto de principios y un proyecto común que está más allá de su diferencias”, expresa. Martha Nussbaum, filósofa estadounidense, plantea el “enfoque de las capacidades” como base de los derechos humanos para plantear un reconocimiento mínimo social básico para todos, se centra en la noción de la dignidad humana individual.
En las 10 capacidades que explicita, todas aplicables a los migrantes, está la que se refiere al control sobre el entorno de cada uno: ser capaces de participar eficazmente en las decisiones políticas que gobiernan nuestras vidas; y ser capaces de poseer propiedades (tanto tierras como bienes muebles) no sólo de manera formal, sino en términos de una oportunidad real; tener el derecho de buscar un empleo en condiciones de igualdad con otros, ser libres de registros y embargos injustificados. Esta capacidad no se puede resolver sin el entorno propicio. Algo no estamos haciendo bien. Si se encuentra a un migrante en un crucero, es fácil identificarlo, ayúdalo o bien, hágalo a través de los albergues. Es una crisis humanitaria.