Con el café cargado y leyendo el periódico advierto que López Obrador señala que las llamadas de auxilio que se realizan por concepto de violencia de género son falsas. Me deprime advertir cómo desestima y relativiza la violencia a las mujeres y me acuerdo del 8 y 9 de marzo, días históricos en la agenda de las mujeres en México por la lucha del reconocimiento de condiciones de igualdad de género; el COVID dejó este tema pendiente. A las 9 a.m. llega Concha, mi colaboradora doméstica y después de hacer el ritual de sanitización, me dice: “De verdad que la regaron con eso de la cerveza”, pregunto por qué y continúa: “no dormí bien con los ronquidos del hombre (así lo refiere) que se hacen más fuerte cuando toma tequila. Como se le acabó la cerveza pues está tomando tequila o mezcal. Se pone peor de bravo que con la cerveza, como que le pega más fuerte y la agarra contra mí. Me dice muchas majaderías, muchas. Y si le llego a responder me va peor.
“Prefiero venirme a trabajar porque cuando se despierte seguirá tomando, por eso, la regaron con eso de no vender cerveza. Y como no está trabajando, se la pasa en casa todo el día. Cuando no estaba lo del virus pues se iba a la obra y solo tomaba el fin de semana, pura cerveza, a veces se acababa la raya. Se tomaba como 30 cervezas diarias, pero no me pegaba, si acaso poquito, eso sí, me insulta feo. Pero ahora, sin cerveza y sin trabajo, toma alcohol todos los días y bastante. Ya me pegó varias veces. Ya no lo aguanto. “Salir a trabajar es mi descanso. El camión va lleno, con eso de que movieron los horarios. Hasta los que se te arriman están ahí, con todo y cubre boca, pero bien pegados”.
Esta es la otra realidad del COVID-19, de la que casi nadie habla. En todo el mundo, la violencia contra las mujeres se ha incrementado con el confinamiento en los hogares. La vulnerabilidad se ve agravada en situaciones de crisis. Y es lamentable que ante el coronavirus pareciera que la violencia no importa para dar prioridad a situaciones sanitarias y de economía. Claro que los perpetradores se aprovechan del momento. Al revisar mi correo me llega un artículo que refiere que en la ciudad de México la Línea Mujeres que opera por LOCATEL y el Instituto para las Mujeres reporta que solo en marzo 2020 se recibieron un 303% más de llamadas que en marzo 2018, y un 191% más que marzo 2019, catalogadas como violencia de género. Empiezan mis reuniones en línea y llamadas y platico con una colega, mamá de 3 niños, y comenta que su compañero, también en resguardo, se la pasa tomando. Está desesperado, me dice, como no hay chamba, entonces le da por tomar, ni creas que me ayuda con la escuela de los niños, para nada, al contrario, se está fijando cuánto consumo de las cosas, que, si la luz está prendida, que ahora que está en casa, se da cuenta del exceso de mis gastos. Y ahí comienzan los insultos que durante el día se enfatizan conforme aumenta el consumo de alcohol. A los niños los maltrata, de manera especial a la niña.
Me acuerdo de la marcha del 8. De las imágenes de miles de mujeres que eran impactantes pero los gritos más. Las pancartas y voces que dijeron casi todo: “Vivas nos queremos”, “si nosotras ardemos, tú arderás con nosotras”, “puedo ser yo”, “lo opuesto al feminismo es la ignorancia”, “seríamos más si no las hubieran matado”, “amiga si te pega no te ama, huye”, “ni una más”.
Por la noche, el recuerdo de un cartel me retumba: “Despierta, atiende, escucha”, esta expresión refleja lo que todos tenemos que hacer. No podemos hacer como que el problema de la violencia no existe o no es tan grave y puede esperar. Lo que le hacen a una nos lo hacen a todas y a la sociedad que lo permite y no lo atiende. Más allá de los gritos y del silencio, la agenda feminista sigue abierta por un despertar de paz. Seguimos siendo el grito de las que ya no están.
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