“No es criticable que el Estado proteja a los débiles, pero sí que debilite a todos con su protección como proyecto político…” Savater
Andrés Manuel López Obrador está a días de terminar su gestión presidencial. Nos deja un país lastimado por la violencia, inseguridad y presencia del narco en todos los sectores de la sociedad, con alta polarización política principalmente por la concentración de poder en la figura del presidente, con grandes omisiones en el ejercicio de los derechos humanos. Que recupera la hegemonía del poder que tuvimos con el PRI, y que ya nos habíamos sacudido, y que ahora tiene Morena.
En su primer mensaje como presidente de México el 1 de diciembre de 2018, Andrés Manuel hizo varias promesas dentro de su plataforma política centrada en la «Cuarta Transformación» del país.
Algunas promesas fueron el combate a la corrupción y no impunidad; gobierno austero; primero los pobres y redistribución del ingreso; seguridad ciudadana mediante la atención a las causas de la violencia y la Guardia Nacional; respeto a la autonomía del Banco de México para evitar inestabilidad financiera; reformas energética y educativa; no reelección y revocación de mandato.
También habló de justicia para las víctimas de la violencia; el fortalecimiento del campo; inversión en infraestructura mediante sus proyectos estratégicos; la atención a los pueblos indígenas; creación de empleo y apoyo a jóvenes; el rescate de PEMEX; servicios de salud de alta calidad; transparencia y rendición de cuentas; no aumentar impuestos ni endeudar el país; y aumento al salario mínimo.
Siempre habló de defender la democracia.
Y, ¿cuál es el balance?
“La tradición manda que a la derecha se le juzgue por el peor de sus resultados y a la izquierda, por la mejor de sus intenciones” expresó Savater.
AMLO fue un presidente que jamás reconoció errores y se negó al diálogo. Fue víctima, desde su perspectiva, de los vicios de administraciones anteriores, principalmente de Calderón, que acechaban a su administración. Así mismo, de los conservadores y neoliberales, entre ellos la prensa, que siempre tuvieron la encomienda de perjudicar su gestión y exagerar los problemas.
Un presidente que aplaudió a gobiernos comunistas y que mantuvo una relación incómoda con Estados Unidos. Que manejó la posverdad, el mayor atentado a la ética y honestidad, como estrategia de gobierno al sembrar duda con “sus otros datos”. Que hablaba del humanismo mexicano, pero se refería despectivamente de sus adversarios.
Un presidente que compartió el poder con los cuerpos militares, que antes gozaban de confianza y respeto por parecer estar del lado del pueblo y que ahora se perciben totalmente alineados a la figura presidencial.
Que compró a la ciudadanía por sus programas sociales que lo mantuvieron con alta popularidad.
Que dictó la agenda de México en temas, tono y “líneas” a través de sus mañaneras que le ofrecieron el espacio permanente de campaña electoral.
Que con sus reformas del Plan C eliminó la independencia de poderes, así como una serie de instituciones que constituían un fuerte contrapeso al gobierno.
De sus promesas, hubo aumento al salario mínimo; 9 millones de personas dejaron la pobreza; y el 85% de los hogares reciben algún apoyo social. Su política social fue buena, aunque no se atendieron lo suficiente las estructuras de movilidad social.
Deja muchos pendientes. Entre estos: el sistema de salud con grandes problemas de infraestructura, servicio médico y abasto de medicamentos; al eliminar el seguro popular, casi 20 millones perdieron el acceso a servicios médicos.
Pemex cuya deuda financiera es la más alta del mundo entre todas las petroleras; con baja producción que hizo aumentar la importación de gas. El rezago eléctrico ha causado serios problemas por falta de inversión y de mantenimiento en el sistema de transmisión y distribución. La red hidráulica, en donde se requiere una inversión de más de 90 mil millones de pesos anuales para resolver la crisis del agua, y en donde en el 2024, sólo se asignaron 45 mil millones.
En términos del empleo el 54% del total de la población ocupada lo tienen las personas que trabajan en el sector informal y que se calculan en 32 millones. Por el poco apoyo al campo la dependencia del maíz extranjero subió al 50%, por citar solo un rubro.
La tasa de homicidios en México es de 28 por cada 100 mil habitantes frente a un promedio mundial de seis; casi 200 mil asesinatos y más de 50 mil desaparecidos.
La famosa expresión de “ya no hay corrupción” fue falsa, basta mencionar Segalmex, cuyo fraude se calcula supera los 10 mil millones de pesos; además están los sobre costos de los proyectos estratégicos, que no son redituables, que se asignaron sin licitaciones y carecen de transparencia presupuestal.
A la presidenta electa también le hereda una súper deuda que, según cifras oficiales, asciende a 6.6 billones de pesos y un crecimiento en la economía de 0.6% vs. el 4% anual prometido.
“La historia del poder está sembrada de absurdos” dice Rosa Beltrán en su novela “La Corte de los Ilusos” cuando narra una serie de traspiés del emperador Agustín de Iturbide al inicio de la Independencia de México.
La frase me recordó a AMLO: su gestión llena de absurdos por su afán de poder.
¿El balance? Algunos lo aprueban y otros no. En todos: incertidumbre. La historia lo dirá.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com