La vida se disfruta por momentos asociados a emociones. Por vivencias que dan significado y valor; situaciones en familia o amigos como festividades, reencuentros, el matrimonio, los hijos, los nietos, logros especiales o incluso pérdidas, que se coronan con abrazos, llanto y expresiones afectuosas.
En la sociedad como un macro lugar de relaciones, también es posible identificar ocasiones comunitarias significativas de identidad, lucha y tradición. Eventos que crean o fortalecen los valores, relacionados con sentimientos de patriotismo y ciudadanía. La historia está llena de referencias que se construyen en la lucha diaria por el sustento y la libertad. La cultura las incorpora y nos da emociones ligadas a la música, comida, costumbres, folclore y acontecimientos.
Por eso festejamos las fechas significativas en el país como la independencia o los valores compartidos por el día de las madres, del padre, del niño o la navidad, así como triunfos por el deporte, entre otros. Y en todos estas conmemoraciones, personales y sociales, la gente se abraza como manifestación de júbilo, de alegría.
El abrazo reconforta, alivia. Son múltiples sus beneficios tanto para quien los da como para quien los recibe: Liberan oxitocina y endorfinas que nos hacen sentir queridos, protegidos y con sensación de bienestar; transmiten fuerza y seguridad; reducen la presión arterial; ayudan al sistema inmunológico a cumplir con su correcto funcionamiento; disminuyen las hormonas del estrés; transmiten apoyo, acompañamiento, afecto, construyen puentes emocionales entre las personas y ayudan a la autoestima y estado de ánimo.
El abrazo es un gesto más cálido y significativo que un apretón de manos que no necesariamente lleva afecto. Es un elemento común en la familia y amigos en donde el contacto físico se hace necesario. El abrazo comparte y el apretón de manos solo reconoce.
Hay acontecimientos en México cuyos protagonistas merecen un abrazo. Por ejemplo, María Isabel San Agustín Gabriel quien con 11 años en prisión se comprobó su inocencia y salió en libertad después de un proceso totalmente irregular. “Pido que se haga justicia, porque aquí la mayoría de la población es inocente”, señaló al salir; tenía una sentencia de 65 años acusada de secuestro con base en una declaración obtenida bajo tortura. “Ya no quiero hablar de eso (del evento por el que se le acusa). Ahora sólo quiero ver a mi familia y a mis hijos que no los he visto”, expresó. Lo primero que hizo Isabel al salir fue abrazar a sus padres, momento reparador.
También merecen un abrazo los deportistas mexicanos que participaron en Tokio 2020 que lograron solo cuatro medallas de bronce aún y con el 50 por ciento de reducción presupuestal al CONADE en los últimos 10 años y el retiro de apoyos y becas a los deportistas. Es difícil obtener buenos resultados si en el país no se fomenta el deporte de alto rendimiento.
Abrazo cálido también para la familia del joven José Eduardo Revelo, violado por policías de México, quien murió a causa de las lesiones y no fue atendido por un hospital público porque la madre no tuvo 400 pesos para pagar una radiografía.
De igual forma merecen un abrazo, o al menos un apretón de manos, los magistrados electorales que lograron la destitución de José Luis Vargas, el Magistrado Billetes, como presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación por su mal uso del poder relacionado con deshonestidad y despotismo. Ojalá que el sucesor devuelva la legitimidad y confiabilidad de esta institución.
Apretón de manos solamente para Arturo Zaldívar por rechazar la ampliación de mandato como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Falta mucho, por los cuestionamientos relacionados al tema, para darle un abrazo.
A AMLO, ¿usted lo abrazaría? Yo no, para mí, no merece ningún abrazo, más bien, marcar con firmeza, sana distancia para no contagiarme de su enferma visión y coraje hacia los mexicanos aspiracionistas. Todos los casos anteriores se deben a su mala gestión gubernamental que permite ineficiencias.
No, con AMLO no hemos tenido nuevos orgullos nacionales, lo lamentable es que se refleja en el ánimo social que trasciende a las actividades. No se puede abrazar a quien proyecta insensibilidad. A quien, con sus otros datos, no acepta los resultados del CONEVAL que muestran el incremento de la pobreza extrema de los mexicanos y que demanda con urgencia una estrategia de desarrollo social.
No se puede abrazar a quien opta por gastar 500 millones de pesos en una consulta pública inútil cuando hay necesidades imperantes en el país no resueltas. Cuando hay gente, sobre todo niños, que mueren por falta de medicinas. Cuando polariza a la población y no privilegia la colaboración.
No se puede abrazar a quien es indiferente ante los feminicidios; a quien tiene un doble mensaje de cero corrupción e impunidad y es permisivo ante corruptelas de los funcionarios protegidos y prerrogativas para su familia; a quien señala que quienes estudiaron en el extranjero aprendieron a robar.
Al carajo AMLO, ni abrazos ni apretones de mano para ti.