Si bien los humanos somos la única especie que continúa bebiendo leche después del destete, no tenemos un requisito biológico para este alimento.
Cada especie produce la leche con la composición perfecta para sus propias crías. Por lo tanto, tomar una que no es la apropiada, que no es la que la naturaleza creó para el ser humano, va a causar que nuestro sistema inmunológico produzca una reacción inflamatoria.
Y no solo eso, además, la leche de vaca que conseguimos hoy en día está cargada de
antibióticos y hormonas de crecimiento (lo cual nos trae desbalances hormonales) y cargan una serie de bacterias no beneficiosas. Lo más probable es que provenga de vacas a las que se les ha alimentado con granos (posiblemente transgénicos y cargados de pesticidas y fertilizantes).
No solamente somos lo que comemos, sino lo que nuestra comida ha comido. ¿Y qué acerca del calcio? Lo podemos obtener de otras fuentes, como hojas verdes, semillas de sésamo, sardinas, etc.
El consumo de lácteos puede causar eczema, alergias, asma, intestino permeable, colon
irritable, infecciones de los senos paranasales y todo tipo de problemas. Sabemos también que puede causar problemas menstruales, desregulación hormonal y contribuir al desarrollo de la resistencia a la insulina.
Una alternativa deliciosa y que aporta nutrientes a nuestra dieta son las leches vegetales, hechas de nueces o semillas, pero para que éstas sean fácilmente digeridas deben ser
previamente activadas.
¿Qué significa activar las semillas o nueces?
La misión de las semillas es preservar la especie. Ellas contienen inhibidores enzimáticos que evitan que se desencadene el proceso de germinación antes de tiempo.
Es decir, las protege para que la germinación se produzca sólo cuando en la naturaleza se den las condiciones óptimas de humedad y calor que necesitan. Cuando las remojamos, estos inhibidores, que son antinutrientes, pasan al agua y se empieza a
desencadenar el proceso de germinación, activándose todos los nutrientes de la semilla y
haciendo que sea más digerible para el ser humano.
Una de mis leches favoritas es la de almendras. Aquí les dejo una receta súper cremosa que puedes encontrar en mi libro de cocina.
Leche de Almendras
Ingredientes:
2 tazas (300 g) de almendras crudas sin sal
1 litro de agua filtrada
Preparación:
- Remoja las almendras en un recipiente con agua a temperatura ambiente durante 8 a 12 horas (o toda la noche), cubriendo el bowl con un paño de cocina. Escurre y enjuaga bien.
- Combina en el vaso de la licuadora las almendras con 4 tazas (1 L) de agua y licúa a alta velocidad hasta que la piel de las almendras sea lo más pequeña posible; la cremosidad de tu leche dependerá de la potencia de tu licuadora y del tiempo que la licúes.
- Procura que la pulpa resultante sea lo más fina posible, para que tu leche salga súper cremosa.
- Cuela la leche usando una bolsa para leches vegetales (las consigues en tiendas especializadas o en Amazon) o un paño limpio (cheesecloth, o un trapo de cocina).
- Refrigera tu leche hasta por 3 días o puedes congelarla en cubeteras de hielo, (de preferencia con tapa)
- Puedes usar los cubos directamente en tus batidos o café o calentarlos en una olla (sin dejar que hierva) para bebidas calientes.
- La pulpa restante la puedes usar para reemplazar parte de la harina en tus preparaciones