Cuando se habla de Roma, hay que pensar en historia, y para bien o mal, lo primero que se recuerda son los emperadores. Hombres soberanos que tenían la decisión de lo que se hace y no se hace en la ciudad, incluso, su jerarquía estaba por encima del rey. Emperadores como Julio Cesar, como Augusto, Nerón o Marco Aurelio fueron hombres temidos en su época, que con solo una indicación podían conquistar países enteros y les bastaba mover un solo dedo para ganar la más grande de las guerras. Rómulo Augusto fue el último emperador romano, su deposición marca el fin del Imperio romano en Occidente, pero a nosotros nos gusta pensar que siglos después, exactamente un día como hoy, 27 de setiembre pero del 1976, nació un nuevo emperador: Francesco Totti.
Francesco Totti tenía todo lo necesario para ser el nuevo emperador de Roma. Talla, fuerza, decisión, determinación, osadía y sobre todo, coraje. El coraje que caracterizaba al delantero italiano era lo que lo convertía en un diferente, en un ser distinto, y por supuesto que Roma lo reconocía. Desde los hinchas del cuadro granate Roma FC, hasta incluso los hinchas de su clásico rival el Lazio FC, que en ocasiones lo llegaron a calificar de «el mejor de los enemigos». Que tu rival te califique como el mejor de los enemigos puede significar dos cosas, que eres sencillamente increíble y que tu valentía despierta admiración hasta en los rivales, o que claramente no pueden competir contigo y a tus enemigos no les queda otra que ensalzar tus virtudes. En el caso de Totti, fueron las dos opciones.
A medida que el emperador Francesco comenzó a agigantar su figura en Roma, el culto a su figura fue creciendo y el pueblo italiano lo reconoció como ídolo. Y por supuesto, como era de costumbre, Totti no decepcionó: campeón sub 21 en 1996, Oro en los Juegos Mediterráneos en 1997, y el galardón más importante para cualquier futbolista, campeón del mundo con la selección italiana en 2006.
Francesco Totti es a Roma lo que el Papa es al Vaticano. Hoy, es imposible pensar en Roma sin antes atravesar la figura de Francesco Totti, y es que parece que el futbolista está presente en cada esquina de la ciudad, en el Palacio Barberini, en el Campo dei Fiori y por supuesto, en el Coliseo Romano. Tal era el sentido de identidad que tenía Totti con la ciudad de las siete colinas que cuando le ofrecieron firmar por el Real Madrid en el año 2003, con la intención de formar un equipo temido en el viejo continente con jugadores como Zidane, Beckham y Ronaldo, Francesco decidió no abandonar su Imperio y quedarse en Roma, porque un capitán no abandona su barco por más que le ofrezcan el mejor de los tesoros. Porque un héroe tiene la capacidad de revertir situaciones complicadas en las que parece imposible escapar.
Hoy, el último emperador de Roma cumple 45 años, y lo recordamos por su coraje, por su determinación, pero por sobre todas sus virtudes, por su lealtad. Su lealtad hacia Roma, hacia su imperio, hacia su pueblo y hacia su gente.