Cuando le comenté a mi esposo que iba a escribir este artículo, basándome en la reciente boda de mi nieta Victoria, me dijo: “No lo hagas”, porque según él, siempre estoy escribiendo sobre este tema. Yo decidí seguir adelante porque, aunque se haya hablado tanto del amor de pareja, es poco lo que se ha aprendido; siempre hay experiencias nuevas que se descubren al paso de los años.
Y, esto demuestra, la deplorable situación emocional en que se encuentran algunas parejas que no han sabido conservar la felicidad que da el amor. Hay varios métodos para lograr una mejor convivencia, y uno de ellos consiste en analizar la relación amorosa, teniendo en cuenta cinco fases por las que se pasa. Para mí, todas tienen la misma importancia.
Algunos enamorados, los más impulsivos, se casan durante la primera fase, la de atracción. Otros esperan hasta la intimidad. Luego viene la luna de miel o máxima felicidad, que no siempre coincide con los días que siguen a la boda. Más tarde, se pasa a la fase de crisis o enfrentamiento con la realidad.
A veces, esta empieza durante el noviazgo, y no hay boda al final. Otras, el matrimonio se rompe al llegar a ella. Cuando los enamorados sobreviven a esa fase, pasan a la del compromiso de pareja hasta que Dios los separe. Como ven, he mencionado las cinco fases o etapas de una relación amorosa. Ahora quisiera hablar un poco de ellas.
ATRACCIÓN: ¿quién sabe o mejor dicho, quién no sabe que la atracción es esa fuerza que hace sentirse atraídos o empujados hacia la persona? Todos quieren dejarse llevar por esa maravillosa energía, pero normalmente somos nosotros quienes la controlamos. La mujer es más cautelosa que el hombre a la hora de establecer una atracción o relación amorosa.
INTIMIDAD: esta es la etapa más emocionante, pero también la más riesgosa. Es cuando la pareja desnuda su alma emocionalmente el uno para el otro, háganlo o no físicamente. Aquí mueren las cortesías sociales que han suavizado la relación hasta el momento, y llegan a un punto en que no pueden falsificar las emociones. Antes se comportaban como una visita, ahora se tienen la suficiente confianza para mostrarse tal como son.
LA LUNA DE MIEL: es la etapa en que todo parece maravilloso. La pareja quisiera pasar más tiempo jugando que tomando la vida en serio. Todo es hermoso en la relación. ¿Cuál es el problema en esta fase de extraordinaria felicidad? Solamente el exceso de fantasía. Se cree que tan maravilloso estado va a durar para siempre; sin embargo, la realidad siempre es otra. En las mentes fantasiosas del momento, cada uno reacciona hacia el otro, no como ante un ser de carne, hueso y mente, con temores y cambios de ánimo, sino cómo reaccionan ante el personaje de ensueño producido por la propia imaginación.
CRISIS: comienza cuando él o ella adquiere características humanas y sus imperfecciones salen a la luz, pero ninguno de los dos quiere aceptar los defectos y se decepcionan. Tal vez se queden un tiempo esperando a que desaparezcan esas imperfecciones como por arte de magia. Al cabo de un tiempo, se dan cuenta que no hay ningún cambio, y solo se han sacrificado la personalidad para satisfacer las exigencias del uno y del otro.
COMPROMISO: es cuando se resuelve el dilema de terminar con la relación o dedicarse a ella para toda la vida. Pero, si descubre que no vale la pena tratar de sobrellevar una relación imposible (en la cual lo único que compartiría es el infierno), entonces lo único que quedaría es que se comprometan a ayudarse mutuamente, a ser cada uno el mejor amigo y amante del otro para siempre. Los novios que esperan hasta esta fase para casarse tienen más probabilidades de lograr un matrimonio feliz y exitoso.
Y, para terminar, diría que estoy muy de acuerdo con la moda de los chicos de ahora, que deciden primeramente vivir juntos, antes de llegar al matrimonio.