*******************************************
¿Quién no ha experimentado ese nudo en el estómago al sentir que una persona en quien confiábamos nos ha decepcionado? ¿Por qué muchas personas acaban por encerrarse y no creer en la gente? ¿Sera cierto que después de este trauma, no se puede creer en nadie? Veremos.
Ante una decepción fuerte, previamente hemos de haber construido una expectativa. Pensamos y decimos para nuestros adentros, “no esperaba eso de ti, no me lo merecía”, etc,etc.
Cuando sufrimos y pasamos por esto, pensamos que no tenemos dominio para sobrellevarla, no comemos, no dormimos tranquilos, sentimos que se nos destrozan los nervios y creemos que nuestro mundo se derrumba. De pronto, se nos ocurre acudir a soluciones artificiales que, en vez de arreglar las cosas, empeoramos nuestro estado nervioso.
Creo que, si queremos mejorar, lo primero que debemos hacer es negarnos a pensar en la desgracia y comenzar a elaborar una lista de las necesidades naturales y extraordinarias, para empezar a trabajar en ello. No hay que quedarse mirando las ruinas. Hay que limpiar el campo para comenzar una nueva construcción, más firme, más humano y hermoso. La virtud es fortaleza, ser bueno, es ser firme en la justicia.
A veces pasa, que valoramos el comportamiento de la gente en la medida en la que encaja con nuestras creencias, sobre todo, como debe comportarse dentro de ese rol. Por ejemplo: que nuestra madre tiene que ser cariñosa, comprensiva y entregada, nuestro padre protector y fuerte, nuestra pareja solo tiene que tener ojos para la mujer y nuestros amigos siempre tienen que estar ahí.
Si dicho comportamiento, se sale de lo que consideramos adecuado, nos enfadamos, nos decepcionamos, nos entristecemos, e incluso nos llega la sensación de que no conocemos del todo a las personas que tenemos delante. ¿Por qué?… Porque no nos relacionamos con las personas tal como son, sino tal y como creemos que son, o peor aún, tal como queremos que sean.
Idealizamos, proyectamos, devaluamos y por lo tanto no nos relacionamos de manera real, sino fantaseando. Sin embargo, hay estrategias útiles para superar las decepciones del mejor modo posible.
En el mundo, hay muchos seres humanos que no tienen amigos o muy pocos, porque creen que serán decepcionados; quieren que las personas con quienes se relacionan, sean perfectas, pero hasta donde yo sé, aun no nace la persona perfecta, solamente Dios.
Después de una decepción, considero y aconsejo, que para superar un resentimiento hay muchas formas de sobrellevarlo, o, mejor dicho, mejorar el problema. No obstante, es útil aceptar lo sucedido y comprender que la vida muchas veces está llena de injusticias.
Hay que mejorar el nivel de autoestima, establecer que después de aquel suceso, se ha madurado y avanzado, y no responder de la misma forma. En este caso, siempre hay que encontrarle lo bueno que tiene cada circunstancia o cada hecho. Otro concepto, es mirar hacia delante para poder dejar atrás el resentimiento.
Es fundamental, que se tenga claro, que aquello es pasado, que nada puede cambiarse, y no serviría de nada pensar en lo que sucedió.
Solo nos queda perdonar. Con esto, me refiero no solo a perdonar a la persona que se cree nos hizo daño, sino también perdonarnos a nosotros mismos, por no tener capacidad para controlarnos en esos momentos difíciles.
Las personas que sienten resentimiento, deberían no quedarse encadenadas a aquello que les molesta. En este caso, es preciso liberar el dolor.
Siempre digo esta frase: «Olvidar y perdonar, es de humanos» y como decía mi padre: «No hay vuelta atrás».
Volver a ganarse la confianza de la persona que nos hizo daño, puede resultar difícil, pero no imposible.
Y, para terminar, les dejo con este pensamiento:
«Cualquier alegría es mucho más grande, cuando se comparte con alguien; cualquier tristeza es más llevadera cuando se puede descargar y compartir con un verdadero amigo«.