Mi hija, por regla general, me llama casi todos los días. Conversamos de nuestras experiencias como madre, e hija, y de todo lo que nos gusta hacer fuera y dentro de casa. Sobre todo, sigo siendo su madre y, como tal, me intereso en lo que acontece en su vida familiar. Ella, aunque se graduó de psicóloga, fue poco el tiempo que trabajó en su carrera, se casó con un militar, a quien siempre lo mandaban de un lugar a otro y, por esta razón no pudo establecerse en ningún trabajo. Aunque en todo fuerte militar que vivieron, siempre fue y es voluntaria en las diferentes organizaciones, ayudando a los recién llegados, principalmente a las esposas de los soldados.
Ahora quiero referirme a lo que sucedió después de la liberación femenina, creo que varios de los logros característicos de la mujer se han perdido o están en peligro.
Por qué digo esto, simplemente porque hoy en día las mujeres pueden ser ministras o abogadas, policías, pueden trabajar en una estación de bomberos o enrolarse en la armada y salir al mar, son ingenieras, gerente en diferentes instituciones, estibadoras o conductoras de grúas, o pueden recorrer el mundo con una mochila a cuestas.
En otras palabras, pueden escoger por sí solas lo que desean; su educación, las materias que van a estudiar y su profesión, si se casan o no, si van a tener hijos o no. Nunca en la historia se había abierto un mundo tan grande de oportunidades para la mujer, como actualmente lo estamos viviendo.
Pero cuando me detengo a pensar en la ajetreada vida que llevan mis hijos, en su ansiedad de tenerlo todo y combinarlo todo- deportes, amigos, música, profesión y amor, me asaltan profundas dudas sobre el rumbo que ha tomado el proceso de liberación. No tienen un momento de quietud en sus vidas industriosas y llenas de objetivos. Y día tras día deben tomar decisiones nuevas. Uno de mis hijos hace poco se retiró de la policía por sus años de trabajo, pero porque le faltan años para colectar su seguro social, fue en busca de otro trabajo. Y, es así la vida agitada que ellos llevan hoy por hoy. En su mundo, ya nada se da por sentado.
Hace algunos años, esta misma libertad de elección fue la fuerza impulsora de la segunda oleada del feminismo. Yo pertenecí al grupo de chicas que, a fines de los años 60, se sumaron a la lucha contra el papel preestablecido de la mujer, y contra la aceptación incuestionable de la tradición de orientarnos desde temprana edad al matrimonio y a la maternidad. Incluso desde niña me parecía injusto que a la mujer se le impusiera limitaciones a causa de su sexo femenino. Aunque, después de casada, decidí tomar por asalto el trabajo masculino del periodismo, igual que mi padre y mi hermano mayor, y lo conseguí.
Como periodista he escrito incontables artículos sobre la liberación femenina, y los papeles cambiantes del hombre y la mujer. Algunos publicados, otros no… (este es uno de ellos, que estaba archivado) los demás, siguen en carpeta.
Hoy en día me resulta fascinante comprobar que la situación de las mujeres de un tiempo para acá, con esta liberación ha cambiado radicalmente en todo el mundo.
No obstante, el éxito del proceso de liberación también dio lugar a muchos comentarios críticos.
Y, para terminar, les cuento, que desde un principio quise ponerles a mis hijos un buen ejemplo e intenté combinar con éxito mi trabajo, mi relación de pareja y la maternidad. Pero conozco el precio de este esfuerzo, la incesante necesidad de organizarse y correr todo el día, el estrés, y la oposición a la que hay que hacer frente.
Con todos mis afanes que tuve, me brindaron muchos momentos de orgullo; momentos en los que sentí el triunfo de haber podido ser madre, ejecutiva y esposa. Aun así, poco a poco me he dado cuenta de que ejercer con éxito un trabajo, como nos lo pide el feminismo, no es la meta de toda mujer.
Personalmente, ahora considero que “realización” es un concepto mejor que “liberación”…