Si existe una emoción que destaca por su mala fama esa es la ira. La razón por la que se castiga socialmente con frecuencia reside en el comportamiento agresivo de la persona. En otras palabras, se da por hecho que sentir ira va asociado con una conducta violenta.
Les cuento. Fui al hospital, donde me hicieron una intervención de rutina. Llegó el momento donde me llevaron a la sala con todos los pacientes que esperaban allí, justo a lo que yo iba también. Como es la costumbre, te asignan a una enfermera para que me prepare. Desde el primer instante vi en esta enfermera que algo le pasaba. Una jovencita morenita, y chiquita, que no tenía buen aspecto, lucía enojada y disgustada con la vida. Cargaba en su rostro un problema. Comenzó con lo de siempre, la puesta del suero, me jaló el brazo con ira y de un solo jalón metió la aguja en mi brazo, que me hizo gritar por el dolor causado.
Total, fue en esos momentos que volcó su ira o frustración conmigo. Como era lógico, le reclamé y le pregunté porqué estaba actuando de esa manera tan brutal, pero, en esos precisos momentos, entró el doctor de la anestesia y ya no pude seguir hablando.
Después que pasó todo este proceso, llegué a casa y me puse a pensar en lo que me había sucedido. Llegué a la conclusión, de que el problema de la ira no es la ira en sí, sino lo que hacemos con ella. Dado que tenemos muy en claro como un mal comportamiento este hecho, la mayoría de las veces pasa por reprimir, invalidar y bloquear esta emoción. Para entenderlo con facilidad y mejor, sentir rabia y tratar de reprimirla, no es la mejor opción. Debemos comprender que la ira cuando no se controla y no se domina puede causar frustración y mucho coraje, dañando así a muchas personas que conviven con ella. Y, hablando de esta chica, justamente en ese día de mi intervención tuvo problemas personales, y para calmar su frustración e ira se desquitó con mi pobre brazo.
Sé que la ira es solo una emoción natural que debemos comprenderla, aunque esta representa un potente mecanismo adaptativo en algunas situaciones.
En muchas ocasiones, la rabia nos desborda porque estamos muy habituados a reprimir aquello que pensamos, sentimos o necesitamos. Es importante trabajar en mejorar nuestra forma de comunicarnos con los demás para poder ventilar aquello que llevamos dentro. De la misma manera, es fundamental saber poner límites a quien nos hace daño y marcar terreno.
Hay que aceptar la rabia, no la ignores ni la juzgues. Socialmente todos aprendemos que la ira es algo indeseable. Sin embargo, una actitud juiciosa hacia ella no nos ayuda a relacionarnos de manera sana con lo que sentimos. Si sientes rabia, acéptala, admite las sensaciones que la acompañan y llámala por su nombre, “no dores la píldora”. No le des vuelta a la cabeza pensando que no deberías sentirte así, o que eres una mala persona. Sentir rabia es de humanos. El problema mayor sería cuando se actúa de forma descontrolada y que no pueden corregirse de forma sana o solucionar el problema ya sea familiar, con la pareja o en el trabajo. Y esto fue lo que sucedió con esta enfermera del cuento, ella tuvo un problema con alguien del trabajo.
Para terminar esta historia les digo que después que salí de la anestesia, mi doctor de cabecera estaba en mi cuarto esperando que despierte. Seguidamente, comenzó a darme los resultados de la intervención. En esos momentos estando cuerda y con todos mis sentidos, le comenté lo que me había sucedido con la enfermera. Lógicamente me pidió el nombre de la chica, pensé un poco, y solo le respondí que no me di cuenta de su nombre. No se lo dije porque no quise hacerle daño a la enfermera. El doctor se disculpó en nombre de ella.