El miedo y la ignorancia pueden tener un efecto más devastador sobre una mujer maltratada que los ataques físicos de su marido. Es la verdadera tragedia de los casos de esposas maltratadas que soportan años de violencia sin recurrir en busca de ayuda.
Ahora bien: se define como abuso físico cualquier acto de violencia que provoca daños físicos o hasta posible muerte a la esposa o cualquier mujer en estrecha relación con un hombre. Se establece una clara diferencia con los conflictos normales que se suscitan en un matrimonio, y se trata de incidentes que pueden ocurrir entre familias de cualquier nivel socio-económico. Ojos morados, labios partidos, quijadas fracturadas, nariz o clavícula rota, son algunas de las heridas que se asocian con incidentes de maltrato a las esposas.
El individuo que maltrata a su pareja es uno que sufrió abuso físico cuando era niño. A menudo está lleno de ira y resentimiento contra un mundo en el cual no ha podido realizar sus expectativas. Le pega a su esposa porque eso le sirve para desahogar su ira, porque sabe a quién se lo hace. Si le pegara a su jefe, seguro que perdería su empleo, pero cuando maltrata a su esposa no se arriesga a ningún castigo, hasta que la mujer reaccione, claro está.
Muchas mujeres soportan la violencia física de sus maridos porque creen en el concepto tradicional del dominio del hombre en el hogar, y consideran que es su deber permanecer al lado de sus cónyuges. Qué horror, esto no debería ser de esta manera. Desgraciadamente, hay otras situaciones donde las mujeres no se separan de sus maridos que las maltratan porque piensan que no tienen otra alternativa. No tienen dinero para dejarlos, tienen niños y están convencidas que no pueden vivir solas. Otro error señores, siempre hay ayuda si los buscas.
El maltrato de esposas a menudo sucede dentro de un patrón que se repite, como ya lo mencioné. En la primera fase van surgiendo argumentos que acumulan tensión. Esto va seguido de la fase en que explota la violencia física. El patrón siempre culmina con una fase amorosa, donde el marido pide perdón y promete no repetir sus acciones. Pero esto se repite una y otra vez, con mayor intensidad y frecuencia.
El proceso se repite porque en realidad tiene poco que ver con la relación matrimonial entre el hombre y la mujer, sino con la incapacidad del marido de no resolver estos conflictos y enfrentar su propia ira de una manera adecuada. Sobre todo, de no buscar ayuda o de consultar con un psicólogo.
Yo aconsejaría a mujeres que se encuentran en estos casos, que si ven que su esposo no cambia y sigue en la misma situación, en el momento de un posible ataque, llamar a la policía lo antes posible. Siempre tener su ‘guardadito’ de dinero, documentos importantes y una copia de las llaves del carro, en un lugar seguro para poder escapar rápidamente cuando lo considere necesario.
A la larga, una esposa maltratada tiene que decidir y tomar acción que la libere del ciclo vicioso de los ataques físicos. Tiene que enfrentar su realidad y creer firmemente en su derecho de vivir libre de violencia física.
Existen albergues de emergencia, organizaciones de mujeres y centros comunitarios para ayudar a estas esposas que no tienen amistades o parientes cercanos a quienes recurrir.
Si el miedo ha dictado el pasado de una esposa maltratada, no tiene porqué seguir dictando su futuro.
Toda esta historia que les cuento le sucedió a una amiga, que después de tantos maltratos se liberó, consiguió el divorcio y ahora es una mujer próspera y autosuficiente. Eso sí, dice que jamás se volvería a casar.
Un último consejo: antes de casarte averigua sobre la familia de tu novio, cómo se manejan dentro de ese hogar, sobre todo que no haya violencia.