Cuando un hijo comienza su vida escolar y va a la escuelita por primera vez, seguramente se sentirá extraño en un aula de clase y con gente nueva a su alrededor.
Primeramente, sería bueno que, en el rol de padres, educarlos y guiarlos, diciéndoles lo que van a aprender en su primera escuelita, es decir, prepararlos con anticipación para que no del todo sea sorpresa para ellos. Este será el camino que les tocará vivir en toda su vida estudiantil.
Recuerden que cada niño tiene su propio estilo e inclinaciones para aprender: a solas o rodeados de gente, tumbado en el piso o sentado en su escritorio. Lo importante es que se sienta a gusto y sin temores. Por todo esto, es bueno dejarlos aprender a su manera.
Digo todo esto porque año tras año los maestros y padres se empeñan en imponer patrones a los niños: que hay que escribir con la mano derecha, no con la izquierda, sentarse correctamente, guardar silencio, etc., de lo contrario, no podrán concentrarse ni aprender nada. Esto confunde a los niños. Si es zurdo, pues déjelo que sea zurdo, si le gusta hacer sus tareas en el piso, pues que los haga, lo importante es que se interese por aprender. Ahora se ve que los maestros explican las lecciones en términos generales y para desgracia, sin preocuparse de si los niños aprenden o no. Lo esencial para ellos es enseñar de acuerdo con el sistema que les fue impuesto y mantener el orden en clase, y nada más.
En casa, muchos padres siguen analógicamente este sistema. A una hora determinada exigen que los niños se sienten a hacer la tarea. Si se levantan o hacen ruido, se les reprende. Y ni por un momento piensan que quizás, este NO sea el momento en que sus mentes funcionen mejor. Muchos prefieren jugar con sus juguetes, y así tendrían un descanso de la escuela, para después concentrarse en sus lecciones escolares.
Cada uno tiene su estilo. Recuerdo que, en mis años de estudiante, yo aprovechaba más en la tarde, o en horas tempranas de la mañana, los ruidos no me molestaban (ni me molestan todavía mientras escribo), en cambio el silencio absoluto y la soledad siempre me han deprimido y me han hecho producir menos. En el bachillerato, en el patio de la escuela, (que era de monjas y todo cerrado), antes de entrar a clase solía repasar las lecciones en voz alta, con un grupo pequeño de compañeras.
En la universidad, ya no repetía las palabras en voz alta, esto me hubiera hecho perder un tiempo precioso. Prefería leer todo capítulo, para adquirir una visión de conjunto, y después analizarlo parte por parte, a veces hacía un cuadro sinóptico o escribía un resumen de lo que había leído, esto me ayudaba a interpretar y a recordar la materia.
Ahora, se ven muchos niños pequeños que quieren hacer cosas por sí mismo: construir cositas con sus legos, observan los procesos mecánicos; mientras otros, más imaginativos, prefieren la lectura, diseñar carros en dibujos, etc., así su cerebro trabaja más y decidirá qué le gusta para una carrera en el futuro.
Lo que pueden hacer los padres, cuando comienzan la escuelita, sin que el estudio constituya para ellos un sacrificio, sería, primeramente, observar a su hijo: ¿Le gusta hacer las cosas por sí mismo? ¿Prefiere la compañía y ayuda de otros niños? ¿Se siente mejor orientado por los adultos? ¿O se tratara de un líder nato, con clara inteligencia, que gusta enseñar y dirigir a otros? De acuerdo con las respuestas a estas preguntas, los padres deben facilitarles a sus hijos el que estudie solo, o en compañía de amiguitos de su edad, o con personas mayores.
Por último, en caso de que prefieran estudiar con otros, debe tenerse cuidado de que los chicos o grandes no sean quienes le hagan la tarea, sino que se limiten a intercambiar ideas y darles explicaciones que les ayuden a comprender y a ser exitosos en sus estudios.