Aguas residuales, enjambres de moscas y mosquitos, basura amontonada en las calles. A medida que se acerca el calor del verano, cientos de miles de personas en Gaza se enfrentan a una crisis de salubridad.
Ismail Zayda, que vive en la ciudad de Gaza, en el norte del territorio, declaró a CNN que el suministro de agua lleva cortado nueve meses.
«Los ayuntamientos no funcionan, y los residuos se amontonan en las puertas de nuestras casas y en las carreteras», afirmó.
«Vemos grandes cantidades de insectos voladores por primera vez… Francamente, tenemos insectos que vemos por primera vez y no sabemos cómo se llaman, y pican nuestros cuerpos y los cuerpos de nuestros hijos».
El incesante bombardeo israelí en Gaza se encuentra ya en su octavo mes y ha desencadenado una crisis humanitaria que no deja de crecer.
Los grupos de derechos humanos han alertado en repetidas ocasiones sobre las «indescriptibles» condiciones de vida de los palestinos, a medida que la campaña militar israelí ha ido pulverizando barrios, dañando las infraestructuras sanitarias y agotando los suministros de alimentos, agua y combustible.
Hay pocos indicios de que se vaya a resolver el prolongado y sangriento conflicto. Esta semana, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) aprobó por abrumadora mayoría un plan de alto el fuego respaldado por Estados Unidos. Pero ninguna de las partes lo ha aceptado. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, declaró en repetidas ocasiones que continuará hasta destruir a Hamas y liberar a los rehenes restantes.
En una evaluación realizada esta semana, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), declaró que en Deir al Balah, en el centro de Gaza, donde se refugian miles de desplazados, las familias afirman que los refugios están abarrotados. Han informado de diversos problemas de salud, como hepatitis A, enfermedades cutáneas y respiratorias, y dicen que el acceso al agua también es críticamente bajo.
En uno de los lugares de desplazamiento, la cantidad promedio de agua disponible por día era de menos de un litro por persona, muy por debajo del requisito mínimo reconocido internacionalmente para la supervivencia de tres litros por día, según la OCHA.
El suministro de agua potable es esencial no solo para beber y cocinar, sino también para prevenir la propagación de enfermedades.
La OCHA informó esta semana que más de dos tercios de las instalaciones e infraestructuras de agua y saneamiento de Gaza han quedado destruidas o dañadas a causa del conflicto. Añadió que muchas otras instalaciones están fuera de servicio debido a problemas como «la inseguridad, los impedimentos de acceso y la falta de energía y combustible para hacer funcionar los generadores».
La OCHA señaló que los mecanismos de supervivencia de la población están «al límite», y que los más vulnerables recogen agua de fuentes poco fiables en recipientes inadecuados, al tiempo que carecen de artículos básicos de higiene como jabón.
Se espera que la temperatura promedio máxima en Gaza durante la próxima semana se sitúe por debajo de los 30 grados centígrados, y es probable que el clima más cálido empeore lo que ya es una crisis de servicios de saneamiento.
Vías «llenas de aguas residuales»
Zayda, residente de la ciudad de Gaza, contó cómo una piscina fuera de servicio en la suya se había convertido en un imán para los insectos.
«Durante el día, vienen las moscas, y por la noche, los mosquitos… Encendemos hogueras por la noche y quemamos basura hasta que desaparecen los insectos voladores».
Zayda pasa gran parte del día con mascarilla, en parte porque algunos vehículos funcionan con aceite de fritura quemado como alternativa al gasóleo, lo que dificulta la respiración.
«Las carreteras están llenas de aguas residuales que corren por las calles, residuos y escombros de los bombardeos», explica.
El tratamiento de las aguas residuales en medio de los daños a las infraestructuras y la falta de combustible se ha convertido en un problema persistente en Gaza.
Carl Skau, director ejecutivo adjunto del Programa Mundial de Alimentos, declaró tras una visita a Gaza esta semana que un millón de personas han sido expulsadas de Rafah y ahora están «atrapadas» en una «zona muy congestionada a lo largo de la playa bajo el ardiente calor del verano».
«Condujimos a través de ríos de aguas residuales», dijo.
Según la OCHA, la entrega de algunos suministros de combustible ha ayudado a reducir el nivel de aguas residuales acumuladas en la zona de Sheikh Radwan, en la ciudad de Gaza, pero «la falta de un flujo constante de combustible crea un riesgo continuo de desbordamiento de aguas residuales en las zonas vecinas».
Assem Al-Nabih, responsable de medios de comunicación del ayuntamiento de la ciudad de Gaza, dijo a CNN que ahora hay «una fuga de grandes cantidades de aguas residuales en varias partes de la ciudad y también en el mar».
«Hay daños significativos en las líneas de alcantarillado y en las bombas de aguas residuales, esto ha provocado la fuga de aguas residuales y aguas negras en toda la ciudad».
Calculó que se habían destruido o dañado más de 4 kilómetros de tuberías de agua, un tramo inmenso para reparar en medio de una guerra.
Según evaluaciones de organismos de la ONU y organizaciones asociadas publicadas la semana pasada, el 67% de las instalaciones e infraestructuras de agua y saneamiento de Gaza ha quedado destruido o dañado debido al conflicto.
Hay esfuerzos esporádicos para reparar las infraestructuras. La empresa de suministro de agua de los municipios costeros, en colaboración con el Comité Internacional de la Cruz Roja, ha restaurado varios pozos en Khan Younis, Deir Al Balah y Nuseirat.
Pero la magnitud de la tarea, sin un cese del fuego y con suministros de combustible y equipos limitados, está muy por encima de la capacidad de las autoridades locales de Gaza.